ABIERTO POR REFORMA / por Mateus Rodrigues

Sentido común

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(Mateus Rodrigues, 18/05/2015) | Un concejal lamentaba la situación de los jóvenes de su pueblo porque no era capaz de desvincular el alcohol de la diversión. No había manera, los conciertos organizados por el consistorio como alternativa al botellón se habían convertido en lo que pretendían sustituir: los jóvenes acudían a las actividades culturales con sus litronas. En vez de música en altavoces de coches, tenían sonido en directo para acompañar su proceso de borrachera.

Aquello ocurrió en un municipio extremeño, pero es la realidad de toda España. El alcohol se ha convertido en el combustible de la diversión juvenil. Hoy se mira con rareza que en los años 60 se anunciara la cerveza como una bebida familiar, y ya no se ve normal que hasta hace poco se diera  vino a los niños para que se calmaran. Es de sentido común, por lo tanto, darse cuenta de que el estilo de diversión predominante entre la juventud está causando graves daños.

Es tan de sentido común que con estupor un reportero, que en su pasado experimentó los excesos de las drogas y el alcohol, relató las cosas que presenció al visitar una localidad turística española: jóvenes tambaleantes al borde del coma etílico; sexo explícito en bares y discotecas; prostitutas y camellos ofreciendo sus “productos” sin ningún pudor... A todo aquello lo describió como perversión.

Ante esto, me resulta raro escuchar personas cristianas diciendo que participan en esos ambientes. Para ello se excusan con argumentos como el de que Jesús cenaba con ladrones y prostitutas. Pero, ¿para qué lo hacía? Comía con ellos para decirles: “arrepentíos, porque el Reino de Dios está cerca”, o “ve, y no peques más”. Después del postre no acompañaba a los ladrones en sus hurtos, ni a las prostitutas mientras se ofrecían a sus clientes. Estaba con ellos en el momento adecuado. No se unía a su cultura pervertida, sino que les inculcaba su cultura de otro reino.

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El alcohol se ha convertido en el "combustible" de la diversión juvenil.

También se suele decir que es lícito y conviene participar en algunas actividades porque son “culturales”. Pero, ¿acaso por ser la prostitución algo cultural en España hay que ir a los clubes de alterne con los amigos? ¿Por qué entonces se justifica con ese argumento el hacer otras cosas que aun un ateo sabe que son negativas y hacen daño, como por ejemplo fumar? Es de sentido común: para Dios no hay pecados grandes o pequeños, “porque el que cumple con toda la ley pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda” (Santiago 2:10).

No hace falta haber tenido una educación basada en valores cristianos para darse cuenta de los absurdos que ocurren en nuestro país. Lo preocupante es cuando algunos de los que conocen el punto de vista de la Biblia participan en actividades que hacen escandalizar incluso la propia sociedad laica, tan defensora de los anti valores


Si aun un agnóstico dice que el botellón y el ambiente promiscuo de las discotecas están destrozando la juventud, nuestro listón no puede estar más bajo. Debemos acordarnos de lo que dijo Jesús en Lucas 16:8b: “los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.” Si aun el que anda en la oscuridad es capaz de percibir y desviarse de un obstáculo peligroso, no vamos a ser nosotros, que tenemos una lámpara, los que intentarán pasar por encima.

Recuerdo cuando era niño que algunos borrachos venían a la puerta de casa para hablar con mi padre. Acudían a nuestra vivienda en no pocas ocasiones completamente embriagados para llamar a su “amigo”. Así es como se referían a mi padre, y a él no le hizo falta ir al bar a beber con ellos; ni siquiera se acercaba a los garitos. Sin embargo, encontró otras formas y ocasiones de aproximarse y pudo asistirles, conduciendo a rehabilitación y a los pies de Cristo a los que pudo.

Hace falta reflexionar un poco más en el significado y las implicaciones de diversas enseñanzas bíblicas para poner a funcionar el sentido común cristiano, como pueden ser el Salmo 1:1 (“Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni va por camino de los pecadores, ni hace causa común con los que se burlan de Dios”), Mateo 18:8a (“...si tu mano o tu pie te hacen caer en pecado, córtalos y échalos lejos de ti”) o I Corintios 8:9 (“...evitad que esa libertad vuestra haga caer en pecado a los débiles en la fe”).

Las citas, tanto de Mateo y I Corintios (Jesús y Pablo, respectivamente), son fundamentales en este asunto: es necesario darse cuenta de que al intentar cambiar al mundo también hay que cuidar de uno mismo y del que ya ha sido transformado, y que ese intento será fallido si se imita y toma parte en las cosas negativas que el mundo produce en vez de no conformarse a él (Romanos 12:2: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”).

Propongo una fórmula sencilla de entender esta idea: hacia uno mismo, no darse ocasión de caer; hacia el hermano, no darle ocasión de caer. Mejor ser humildes y reconocer la debilidad propia en vez de pensar ser inmunes a lo malo. A partir de ahí es como se puede acercarse de forma eficaz a los que están atrapados en el hoyo. No metiéndonos con ellos para intentar empujarlos arriba, sino tirándoles la cuerda desde fuera.

Autor: Mateus Rodrigues de Mendonça

© 2015. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

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