SIN ÁNIMO DE OFENDER

Parábola de "El buen nigeriano"...

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“Finalmente, un [nigeriano] que iba de camino llegó… Pues bien, ¿cuál de estos hombres te parece que fue el prójimo del que extravió su cartera?” [1]

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Dos vecinas felicitan al más famoso "vendedor de pañuelos" de Sevilla | FOTO: ELMUNDO.ES

(JORGE FERNÁNDEZ, 10/12/2014) | En una semana llena de evocaciones a la solidaridad, en la que también hemos celebrado el Día Internacional del Voluntario y el Día de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, permítanme que me detenga a rendir homenaje a uno de los personajes de esta semana.

Ni siquiera sabemos su nombre[2]. La prensa destacó la excepcionalidad de su comportamiento ético y le hemos visto contando su testimonio por la tele. Pero no sabemos ni tan siguiera como se llama. Una descortesía inadmisible, por parte de la prensa que, sin embargo, y quizás por ese anonimato, le confiere categoría de símbolo.

Ética de la fe. De eso se trata, aunque probablemente él no sabría definir ese concepto teológico. ¡Solo sabe vivirlo!

Solo es un “vendedor de pañuelos”, y “un inmigrante nigeriano”, que hizo algo extraordinario: Entregó a la policía un maletín lleno de dinero –con más de 3.000 euros en efectivo y otros 10.000 en cheques—que un empresario sevillano olvidó en el techo de su coche, arrancando sin advertir la gravosa pérdida.

Sorprendido por la repercusión causada por un acto, que para él parece absolutamente normal, el vendedor de pañuelos relata los hechos. “El dinero no era mío”, explica a los periodistas, como si ese debiera ser un argumento más que suficiente.

El anónimo “inmigrante nigeriano” no parece ser consciente de que, con un acto tan sencillo como el suyo, puede estar contribuyendo a desmontar de un plumazo el injusto e infame tinglado de prejuicios racistas, sostenido todavía por unos pocos desaprensivos en nuestro país, que confunden deliberada y maliciosamente inmigración con delincuencia.

Su exhibición de honestidad no solo pone en valor la calidad humana del pueblo nigeriano… En realidad… todos estamos en deuda con él.

Porque, no nos engañemos… La incredulidad de los policías y de los periodistas ante el “insólito” hecho, no hace más que poner en evidencia la realidad de nuestra condición humana, y la pérdida de valores que sufre nuestra sociedad, que convierten una acción que debiera ser normal, en algo tan excepcional e infrecuente.

Jorge Fernández Basso

Gestos como el del vendedor de pañuelos de Triana, y de otros similares que de vez en cuando saltan a las páginas de los periódicos, nos devuelven la fe en las posibilidades del ser humano. Especialmente, cuando ese ser humano se vuelve hacia Dios, en busca de sí mismo.

“Yo creo en Dios; el amor de Dios es importante”, dice el inmigrante nigeriano sin que, aparentemente, venga a cuento.

Pero si viene a cuento. Porque en su mente, esa confesión de fe es la que completa su anterior explicación: “el dinero no era mío”. Ética de la fe. De eso se trata, aunque probablemente él no sabría definir ese concepto teológico. ¡Solo sabe vivirlo!

Así que, sabemos algo más. Nuestro héroe de Triana no solo es un inmigrante nigeriano; no simplemente un vendedor de pañuelos… Es un hombre creyente, un hombre que conoce el amor de Dios…

Por lo tanto, no es un ser anónimo… Al menos, no lo es para Dios quien, seguramente, tendrá apuntado su nombre en su divina agenda.

Autor: Jorge Fernández

[1] "Parábola del Buen Samaritano" (Lc. 10:33-36 – paráfrasis del autor)

[2] N.d.R.: Posteriormente, tras difundirse la noticia que dio la vuelta al mundo, se supo que el "vendedor de pañuelos" responde al nombre de Pedro Angelina y que antes de llegar a España hace 15 años, estudió medicina en Nigeria y ahora lo está haciendo en Sevilla para poder ejercer. También vivió en Manchester y ha trabajado como profesor de inglés.

>>> Este artículo fue grabado como editorial en el programa Actualidad Evangélica (Radio Encuentro), correspondiente al 10/12/2014:


© 2014. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA.Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

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