OPINIÓN / por CARLOS MARTÍ ROY

Ante el fracaso de la moralización de la política

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(CARLOS MARTÍ, 18/05/2019) Ante el fracaso de la moralización de la política, hemos caído en la politización de la moral.

Vivimos en una sociedad que por un lado declara y afirma que no existen valores morales absolutos, que la moral es el resultado de consensos o construcciones sociales y culturales. Sin embargo, en la práctica se tiende a ser absolutistas, solo mi concepción o idea de lo que es bueno o malo es lo que tratamos de imponer a los demás. Ésta es una de las causas de la polarización de los discursos públicos.

Sin la existencia de absolutos morales es imposible creer o justificar una obligación moral universal.

La mayoría en nuestra sociedad son relativistas; no creen en el respeto de los absolutos morales. Sin embargo, tienen convicciones morales muy fuertes las cuales deben respetar los demás. Además de ser una evidente contradicción, me pregunto ¿qué autoridad tenemos para imponer al otro nuestras convicciones, sean de la naturaleza que sean?

Sin la existencia de absolutos morales es imposible creer o justificar una obligación moral universal. De esta manera, lo que para nosotros como occidentales nos parece lo correcto y lo bueno, para otras culturas puede ser una aberración. Frente a esta encrucijada ¿cuál sería la respuesta en ciudades cada vez más cosmopolitas, multiculturales y étnicas?

En muchos casos el pensamiento que predomina es que funcionamos en términos de beneficios, más que de obligación. Pensamos que lo correcto es aquello que me beneficia a mi o a mi comunidad, tribu, país, territorio, etc. Por el contrario, es incorrecto y malo aquello que me perjudica a mi o a mi comunidad, tribu, país, territorio, etc.

Si la fuente de la moral depende de nosotros mismos, podemos llegar a convertirnos en personas egoístas, aparentemente pragmáticas, pero profundamente egoístas e hiperindividualistas en lo personal y colectivo.

Esta es la clave de la esquizofrenia, confusión y convulsión que vive nuestra sociedad moderna, pues su alternativa a la existencia de una moral universal es la arbitrariedad producto del poder y no de la razón. De ahí esa necesidad de imponerse, de vencer y derrotar, no al adversario sino al que consideramos nuestro enemigo por no pensar como nosotros.

Vivimos tiempos difíciles en términos de convivencia e inciertos en cuanto al futuro. La situación que vivimos me lleva, desde mi cosmovisión cristiana, al principio de los tiempos, a la tentación del ser a la que sucumbimos -ser como dios- determinando lo que está bien y lo que está mal, reconociéndonos a nosotros mismos como fuente de autoridad moral, lo que nos lleva al conflicto y enfrentamiento entre nosotros.

No nos vendría mal volver al reconocimiento de esa autoridad externa y eterna fuera de nosotros mismos. La idea de Dios como un absoluto ha permitido crear en el ser humano la obligación moral de manera universal, sentido de rendición de cuentas y “esto es bueno” en términos de convivencia y de certezas.

Carlos Marti Roy

Carlos Martí, pastor evangélico

Soy consciente de que no siempre la Iglesia ha estado a la altura de la idea de Dios que él mismo revela en su Palabra. Pero, más allá de esto, Dios se reveló con absoluta claridad en la persona de Jesús, haciéndose un igual a nosotros, viviendo una vida ejemplar, y muriendo por nuestra injusticia. La mejor versión de Dios es Cristo y te animo a conocerlo.

Autor: Carlos Martí Roy, abril 2019. El autor es pastor evangélico de la Iglesia Comunidad Cristiana El Camino, de Alcalá de Henares (Madrid).


© 2019- Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.