EDITORIAL

Con la espada y la paleta [*]

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aev0322(EDITORIAL, 11/11/2011) Los acontecimientos protagonizados por el pueblo protestante español en los últimos días, son el fiel reflejo de la complejidad de los tiempos que enfrentamos. Tiempos de crisis, pero también tiempos de oportunidades. Tiempos de conflicto, y tiempos de victoria. Tiempos de derribar, y tiempos de edificar...

Y todo a la vez... Un día abajo, y otro día arriba, como en una alocada montaña rusa.

Pensemos, por ejemplo, en nuestras relaciones con la Administración del Estado. Hoy, un Ayuntamiento cede suelo público para la edificación de un lugar de culto o un centro social protestante -Málaga, León, Santander, por poner un par de ejemplos- y, mañana, otro nos niega el derecho a abrir un templo en su municipio -Salt, Lloret del Mar, El Egido, etc.-

Son tiempos de contrastes... de asimetrías.

Esta misma semana tenemos dos buenos ejemplos de lo que decimos. Terminamos la anterior con 7000 creyentes evangélicos protagonizando una protesta histórica en Barcelona, el pasado 5-N... Y concluimos ésta en positivo, con la aprobación por parte del Gobierno español, del Real Decreto que reconoce los efectos civiles de los títulos de teología expedidos por nuestros Centros de Formación Teológica; una conquista también histórica.

Hoy abajo... mañana arriba...

Una consecuencia de esta situación de "una de cal y otra de arena" que padecemos, es la confusión que esto produce en el seno de nuestro colectivo y la disparidad de criterios y opiniones que provoca, acerca de cómo deberíamos actuar en cada caso. Según la experiencia de unos (si es positiva), un acto de protesta como el celebrado en Barcelona, pudiera considerarse desproporcionado e, incluso, inoportuno para sus intereses locales, donde la relación con la Administración es buena. Por otro lado, si la experiencia es negativa, pronto nos deslizamos hacia posiciones "apocalípticas", en las que ningún diálogo o negociación con "los políticos" tiene sentido, llegando, en casos extremos, a sacralizar la automarginación social y el aislamiento.

Es interesante que, tanto los organizadores del 5-N, como los rectores de las instituciones teológicas que trabajaron por el reconocimiento de sus Centros de Estudios Superiores ante el Estado, destacaron por encima de cualquier otro factor determinante para el éxito de una y otra iniciativa, la "unidad" del pueblo evangélico. Lo señalaba Guillem Correa, secretario general del Consejo Evangélico de Cataluña, y también Pedro Sanjaime, rector de la Facultad de Teología IBSTE.

La "unidad" es el común denominador de nuestros éxitos, y esto no debería sorprendernos -ya lo dice el Salmo 133:1-3: "allí envía el Señor bendición y vida eterna"-, aunque creemos oportuno recordarlo.

La unidad y -nos atrevemos a sugerir-, la comprensión de que "el diálogo", y "la presión", no son necesariamente antagónicos, ni contraproducentes. Más bien, son dos recursos complementarios que, sabiamente administrados, resultan imprescindibles en tiempos de crisis y conflictos.

Podríamos referirnos aquí a la persona del gran defensor de los derechos civiles del siglo XX, el pastor bautista Martin Luther King, a cuya figura estamos dedicando una serie de artículos que nos muestran, en su experiencia, algunas lecciones de las que podríamos servirnos como referentes, en alguna medida, para la defensa de nuestros derechos, como minoría (religiosa) postergada.

Pero baste recordar el ejemplo del pueblo de Israel en tiempos de Nehemías, líder extraordinario que comprendió -y así lo transmitió al Pueblo de Dios- que no se debe dudar ante las situaciones de crisis y conflictos, ni dejarse confundir por la asimetría de las circunstancias -ora favorables, ora adversas-:

"Desde aquel día la mitad de mis siervos trabajaba en la obra, y la otra mitad tenía lanzas, escudos, arcos y corazas; y detrás de ellos estaban los jefes de toda la casa de Judá. Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada. Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a sus lomos, y así edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí" (Nehemías 4:16-18).

Así de unidos y decididos, con la espada en una mano, y la paleta de albañil en la otra. Defendiendo y construyendo a la vez. Así pudieron construir un muro de protección para sus derechos y el reconocimiento social de su dignidad como pueblo.

Con la espada y la paleta, protestando y dialogando, sin tregua, ni descanso...

Es lo que demandan los tiempos.

Fuente: ACTUALIDAD EVANGÉLICA

[*] FE DE ERRATAS: En la primera versión de esta nota editorial usamos el latinismo "cuchara", para referirnos a la herramienta del albañil, que en España se denomina "paleta". Lo hemos cambiado, al ser  advertidos de ello por un lector, al considerarlo más apropiado en un medio editado en España. (Gracias por ayudarnos a mejorar, amigo lector).