GRANDES MISTERIOS DE LA BIBLIA / por Máximo García Ruiz

La mujer de Lot

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Siguiendo con la serie "Grandes Misterios de la Biblia", iniciada con un artículo dedicado a Lázaro de Betania, el autor analiza ahora la historia de la mujer de Lot, convertida en "estatua de sal" por su desobediencia en mirar atrás tras partir de Sodoma

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(M. GARCÍA RUIZ*, 20/11/2015) | La historia a la que vamos a hacer referencia se encuentra en el libro de Génesis capítulo 19; tiene como trasfondo geográfico las ciudades de Sodoma y Gomorra, cercanas al Mar Muerto, una zona próxima a un cerro salino. La protagonista de nuestra historia es la mujer de Lot, sobrino de Abraham; un relato plagado de situaciones excepcionales, totalmente fuera de lo común.

No debemos perder de vista que el libro de Génesis trata de narrar los orígenes del pueblo hebreo, vinculándolos con la prehistoria. Se sirve para ello de tradiciones y recuerdos en torno a los personajes que encarnan sus referentes históricos, entre los que sobresalen los patriarcas, partiendo del antecesor más representativo: Abraham. Para ello, el autor final, o recopilador, se sirve de varias fuentes, que aportan mitos, leyendas, alegorías e historias procedentes de culturas anteriores.

20151120-4aLos críticos distinguen, al menos, tres fuentes primarias, que son conocidas como: yahvista, elohista y sacerdotal, aparte de fragmentos tomados de otros libros anteriores de los que únicamente se mantienen referencia por ciertas indicaciones que aporta la propia Biblia. Veamos: Libro de las batallas de Yavé (Números 21:14); o la conflictiva referencia que se hace en el libro de Josué a la detención del Sol, una cita tomada del Libro de Jaset (Josué 10:12,13); o el Libro de las generaciones de Adán (Génesis 5:1), de donde se toma la genealogía desde Adán hasta Enoc, que introduce datos referidos a los años de vida de los personajes bíblicos más destacados, tan ignotos para nuestra comprensión contemporánea (Génesis 5:1-32). Isaías hace referencia al Libro de Yavé (Isaías 34:16). Aún se hace mención a otros libros de los que no han quedado vestigios, como Los Hechos de Salomón, el Libro de la Genealogía, Las Crónicas de los reyes de Judá, De los reyes de Israel, De los hijos de Leví. Tampoco resultan extrañas al texto leyendas procedentes de la cultura mesopotámica, de la que procedía el patriarca fundador o egipcia, con la que los descendientes de Abraham convivieron durante  varias generaciones. Por nuestra parte, sin entrar en más detalles que los estrictamente necesarios, nos centramos en una figura concreta: la mujer de Lot.

Lot y su mujer forman parte del clan que dirige Abraham, su tío, un próspero y rico ganadero (cfr. Gén. 13:1), hasta que surgen discrepancias entre ellos y se ven obligados a separarse. Su forma de vida era itinerante, buscando acomodo para sus ganados, en función de los ciclos climáticos y otros factores cambiantes en una sociedad formada por tribus y clases poco estables. La vida nómada tiene sus atractivos para quienes gustan de ella, pero resulta insufrible para los que no se adaptan. Tal debía ser el caso de la mujer de Lot, de la que ni siquiera conocemos su nombre, por lo que no tardó en sentirse felizmente instalada en la vida comunitaria que le ofrecía su estancia en Sodoma, una de las dos ciudades gemelas a las que hace referencia el libro de Génesis como prototipo de depravación moral, acreedoras ambas del castigo divino.

El relato está repleto de imágenes que podemos enmarcar en el apartado de grandes misterios de la Biblia, como la controversia mantenida entre Sara y Jehová acerca del hijo que le ha sido prometido (cfr. Gén. 18:13-15), la propia destrucción de Sodoma y Gomorra, negociada entre Jehová y Abraham como si de dos mercaderes colegas se tratara (cfr. Gén. 18: 16-33), la actuación de los dos ángeles y la agresión de los sodomitas (en su doble acepción de ciudadanos de Sodoma y depravados morales) que termina con la destrucción de las dos ciudades y la inmolación de todos sus habitantes (cfr. Génesis 19), pero nos centraremos en la mujer de Lot y su conversión en estatua de sal (cfr. Gén. 19:16), dejando para mejor ocasión la astucia poco ética desplegada por las hijas de Lot para tener descendencia (cfr. Gén. 19: 30-38).

Hizo llover azufre y fuego de parte de Jehová” es la forma como describe Génesis que son destruidas las dos ciudades (cfr. Gén. 19:24), tal vez un terremoto que, al abrir la tierra, dio salida a los gases sulfurosos, inflamados al ponerse en contacto con el aire, tal y como suponen algunos autores. Que la mujer de Lot fuera petrificada de forma tan fulminante no deja de ser uno de esos grandes misterios de la Biblia, aún si aceptamos la teoría de quienes indican que pudo ser anegada por una ola de sustancia salino-sulfurosa, procedente de un posible maremoto  que pudo acompañar al terremoto terrestre. Una complicada explicación que, entrando dentro de lo posible, no aporta demasiada luz al hecho porque nos obliga a especular e imaginar cosas sin tener fundamento racional o histórico suficiente, sobre un acontecimiento narrado de forma tan elemental e ingenuo.

20151120-4bEs evidente que la historia tiene como único fin extraer consecuencias de una situación que se caracteriza por la depravación moral, pero  no deja de plantearnos algunas reflexiones. La primera es determinar qué objeto tiene convertir a una persona en estatua de sal, precisamente de sal y no de granito o de cualquier otra materia, a no ser que se trate simplemente del resultado de un fenómeno meteorológico contado desde la distancia, una vez convertido en leyenda tribal y a través del filtro de una ideología religiosa determinada. Por otra parte, cuesta entender qué justificación puede tener que el Dios creador, omnipotente y misericordioso, condene con semejante castigo a una persona por el hecho de echar una mirada retrospectiva al lugar que ha habitado, ahora en ruinas, aun añadiendo el recurso de que el castigo es consecuencia de una desobediencia al mandato de “no volver la mirada”.  Aunque puestos a especular, también podríamos suponer que la mujer, siguiendo el criterio de sus yernos que no consintieron en salir de Sodoma, no terminó de estar conforme con el destierro al que era conducida y regresó a la ciudad, en cuyo camino de regreso o ya en la ciudad misma, sería sorprendida por los efectos del hipotético terremoto.

El autor o autores de este y otros pasajes semejantes de la Biblia no parecen estar tan preocupados por narrar los acontecimientos que forman parte de su historia de forma literal o científica, a semejanza de cómo lo haríamos en nuestros días, sino que muestran la relación existente entre la conducta humana y sus consecuencias. El mensaje que transmiten es claro: transgredir los mandamientos de Dios y las leyes de la naturaleza, tiene sus consecuencias. Por lo tanto, pretender una lectura literal de textos como éste, sin extraer tan sólo la enseñanza que encierran, conduce al absurdo e introduce elementos de confusión en la mente de los lectores.

Autor: Máximo García Ruiz*, Noviembre 2015.


© 2015 - Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

20120929-1*MÁXIMO GARCÍA RUIZ, nacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Sociología y Religiones Comparadas en la Facultad de Teología  de la  Unión Evangélica Bautista de España (UEBE), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 24 libros, algunos de ellos en colaboración.

 

 

 

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