BUEN FIN DE SEMANA

DIRÁNQUE

( 1 Voto )
a / A
Larger Font Smaller Font

cristian-francoCRISTIAN FRANCO, 07/02/2014 | “Algo tendrá… ¡parece tan distinta!”, murmuraban las señoras del barrio mientras caminaban con sus bolsas de almacén abarrotadas y tres ruleros medianos en el cabello. “No se sabe ni se sabrá, pero dicen que algo tendrá”, señalaban con ese aire de sabelotodo que algunas personas se empeñan en ostentar.

Pero ella avanzaba impávida. No le importaba lo que dijeran ni lo que hablaran a sus espaldas. “¿Para qué complicarse la vida con lo que digan o lo que dirán?”, solía repetirse mientras saltaba dos baldosas flojas antes de llegar a la esquina de su casa. Es que Catalina había aprendido a mirar la vida –y a los demás– con otros ojos. Aunque, a decir verdad, no siempre había sido de ese modo…

De tanto en tanto le sobrevenían recuerdos de otra época, sobre todo durante esos fugaces pero misteriosos instantes previos a la preparación del té de las cinco y once de la tarde. Ahí, cuando el día parecía detenerse en un suspiro y las molestias cotidianas aminoraban su molesto acoso incisivo, recreaba diapositivas mentales de tiempos en los que sufría horrores por lo que otros pensaran o comentaran sobre su persona.

Como esas odiosas comparaciones que hizo su maestra de primer grado al trazar las diferencias negativas que (según ella) Catalina tenía con su hermana mayor. O el murmurar de sus compañeras al considerar socarronamente aspectos de su apariencia física mientras transitaba la adolescencia. Ni hablar del momento en que se enfrentó a la disyuntiva de seguir su propia vocación o cursar una determinada carrera por mandato familiar. O las veces en que cambió de opinión por temor a lo que los demás pensaran o dijeran.

No es que haya sido una transgresora ni tampoco una cultora de la provocación. Para nada. Al igual que tantísimos, Catalina simplemente se había lanzado a la vida como una persona con los sueños, las aspiraciones y las miradas propias de alguien que quiere transcurrir sus años con alegría. Ni menos ni más.

Por momentos, en sus horas más lúgubres, llegaba a acariciar la idea de cometer individualismo. “¡Que me resbale el mundo y ya!” En ocasiones, subyugada por el miedo, se dejaba caer en una parálisis de voluntad que la mantenía a salvaguarda dentro de los límites de la inercia. “¡Qué difícil lograrlo!” Del mismo modo revoloteaba por su imaginación la posibilidad de escaparse, huir, cambiar de contexto y circunstancias. “¡Pero a dónde, si en todo lugar siempre habrá otro cuya mirada me interpele!”

Un día cualquiera, para ser exactos, no sabe cómo ni de qué manera pero logró que el temor se evaporara. Tal vez haya sido producto de sus agobiantes pensares. Quizá haya ocurrido por lo abrumador que significaba existir bajo el imperio del miedo. A lo mejor haya sucedido por esas cosas inexplicables que los seres finitos siempre tratamos de razonar.

Catalina probablemente diga que logró percibir sus años desde una nueva perspectiva: la fragilidad y la brevedad de la vida humana sobre la Tierra son suficientes justificativos como para vivir de otro modo.

Autor: Cristian Franco

© 2014. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA.Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

Otros Artículos de Cristian Franco