SILBO APACIBLE

Siempre llegamos tarde a Lampedusa

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GUILLEMGUILLEM CORREA, 15/10/2013 | Parece que la humanidad no sea capaz de romper el círculo vicioso según el cual para ganar un derecho humano antes deba morir mucha gente. Los que trabajan en el ámbito de la inmigración han pedido, una y otra vez, que haya una regulación que respete los derechos humanos de los inmigrantes ilegales.

Más aún.

Se ha pedido que se arbitren fórmulas para evitar que haya inmigración ilegal

Las peticiones han caído en saco roto.

Ha tenido que repetirse la tragedia de Lampedusa, y el inacabable recuento de muertos, para que la autoridad competente haya caído en la cuenta de que no puede seguir mirando en otra dirección cada vez que hay una tragedia de estas características. Tragedia que se suma a las que se viven en el estrecho de Gibraltar o en el intento de llegar a Canarias desde hace demasiados años.

La propuesta cristiana, escrita en el capítulo 25 del libro de Mateo, en el Nuevo Testamento, nos aporta una guía práctica de cómo debemos actuar. Este texto evangélico nos cuenta que nosotros debemos ocuparnos de los menos favorecidos de nuestra sociedad. Es una invitación a tomar la iniciativa y a hacerlo antes de que no haya remedio.

La discriminación positiva a favor de los colectivos menos favorecidos de nuestra sociedad debería ser una reivindicación que volviera a ponerse sobre la mesa. Hay que volver a poner en la agenda política la defensa de los menos favorecidos, los colectivos que viven en el margen.

Estamos en un tiempo de crisis y esta crisis es tan profunda que demasiada gente apenas tiene energías para salvarse a sí misma de la desgracia que está cayendo sobre todos nosotros.

Pero, gracias a Dios, no todos estamos en esta circunstancia como tampoco lo están aquellos que ocupan puestos de poder desde donde pueden tomar decisiones para evitar desgracias como éstas.

Romper este círculo vicioso  del que se hablaba al inicio del artículo, debe ser una de las tareas que nos impongamos a nosotros mismos y que demandamos a las personas en las que depositamos nuestra confianza para gobernarnos.

Y si nos demuestran que no son dignos de esta confianza habrá que  preguntarse si debemos seguir votándoles en las próximas elecciones.

Autor: Guillem Correa

© 2013. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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