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por MÁXIMO GARCÍA RUIZ

La teología del Bosco

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"El Jardín de las Delicias"

(MÁXIMO GARCÍA RUIZ*, 30/09/2016) | Después de cuatro meses de afluencia masiva de visitantes (en torno a los seiscientos mil) el día 25 de septiembre se clausuró la exposición sobre el Bosco, conmemorando el 5º aniversario de su muerte.

Afortunadamente, sus mejores obras forman parte de la colección permanente del museo del Prado, por lo que, especialmente los madrileños, podremos recrearnos contemplándolas con mayor serenidad y sin los agobios y apreturas a los que nos hemos visto expuestos.

Al margen de su gran belleza, la obra del Bosco es, sobre todo, un tratado de teología medieval que recoge y resume por medio de la pintura, como había hecho anteriormente Dante Alighieri (1265-1321) de forma literaria en su inmortal obra La divina comedia, la síntesis de la teología cristiana de la época. Es más, no sólo se trata de un discurso moral asentado en la doctrina de la Iglesia medieval, sino que sirve como medio de difusión de esa doctrina en una sociedad que no sabe leer y que su acceso a la información y al conocimiento en general depende en  buena media de las imágenes.

El Bosco (1450-1516) es heredero de las obsesiones religiosas de su época, cuando la Reforma estaba a punto de hacer saltar por los aires los fundamentos teológicos de una iglesia decadente. Cuatro son las claves que nos permiten seguir el itinerario marcado en su obra: la transitoriedad de la vida, la increencia o alejamiento de Dios, el pecado y el infierno. Especialmente la idea del infierno cobra un protagonismo singular en sus obras más representativas.

Entre el paraíso y el infierno, el tríptico de El Jardín de las delicias muestra, en su cuadro central, para unos, el estado de gracia en que se hubiera vivido en el Jardín del Paraíso y que se perdió  por el pecado y, para otros, la vida degradada que se  dio a continuación de la expulsión y que conduce irremediablemente al castigo del infierno, que está representado en la tabla lateral derecha. Dados el candor y la inocencia que muestran las figuras y la falta de escenas relacionadas con los pecados que tanto le inquietan, nos identificamos más con la primera  interpretación.

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"El carro de heno"

El Bosco vuelve a insistir en el mismo tema en el tríptico El carro de heno, tal vez la obra más hermosa de este pintor. En la tabla de la izquierda, el tema recurrente de la Creación, con la caída de los ángeles rebeldes que van adquiriendo una horrible apariencia conforme va produciéndose el descenso; la creación de Eva de una costilla de Adán; el pecado original (serpiente con cabeza de mujer); y la expulsión de Adán y Eva del paraíso, rodeados de una serie de figuras simbólicas.

El centro del cuadro, en el que la parte más sobresaliente la ocupa el carro de heno, representa las riquezas y placeres de la vida que conducen al ser humano a la perdición, haciendo suya la alegoría de Isaías: “Toda carne es hierba [heno] y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita” (40:6,7). El apóstol Pedro hará suya esta alegoría (cfr. 1ª Pedro 1:24,25) y el Bosco la presenta en formato de imagen para que sea percibida por los sentidos. Las riquezas, los placeres y todos los afanes humanos son como la hierba del campo, fugaces, pasajeros; entran fácilmente por los sentidos, pero son tan efímeros que desaparecen rápidamente.

En el carro están representadas la avaricia, la lujuria, la gula, la soberbia, la vanidad, la tiranía, a través de diferentes símbolos. Un ángel intercede ante Cristo. Y en torno al carro los grandes de la tierra (reyes, papa y emperador) y la multitud; todos quieren su parte del heno, su parte de los placeres mundanos. Y, en torno a ellos, las miserias humanas.   Los que guían el carro son seres monstruosos,  mitad hombre mitad animales. Van camino del infierno, que está representado en la tabla de la derecha. Un lugar cargado de figuras simbólicas, donde se consumará el castigo por los pecados cometidos.

El Bosco se convierte en un pintor-predicador, con un mensaje moralizante, propio de la época en la que vive. En todos estos cuadros utiliza el mismo lenguaje y los mismos ejemplos moralizantes. Se trata de una denuncia de los vicios  y un alegato contra las riquezas.

Un dato curioso es que, con gran sutileza, nuestro pintor deja constancia de la discrepancia narrativa entre los capítulos 1 y 2 de Génesis. Mientras que en El jardín de las delicias aparecen Adán y Eva creados simultáneamente, conforme a la narración del capítulo 1, en El carro de heno Eva brota del costado de Adán, conforme a la versión del capítulo 2. Y otra curiosidad con respecto a esta escena es que en el primero de los cuadros ambos están acompañados por la figura que representa a Jesucristo, mientras que en El carro de heno se representa la figura de Dios padre. Una licencia que no resulta fácil interpretar.

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"La mesa de los pecados capitales"

El tercer cuadro que da testimonio de la teología del Bosco, al que haremos referencia, es La Mesa de los Pecados Capitales. Hay otros, por supuesto: Las bodas de Caná, El juicio final, Las tentaciones de San Antonio, Cristo con la cruz…, pero nos centraremos únicamente en La Mesa de los pecados capitales y las  postrimerías del hombre: Muerte, Juicio Infierno y Gloria. Siete son los pecados capitales que desarrolla la teología medieval y que presenta el Bosco en su artística mesa: el primero soberbia, el segundo avaricia, el tercero lujuria, el cuarto ira, el quinto gula, el sexto envidia y el séptimo pereza. En el redondel relativo al infierno, están los castigos correspondientes a cada pecado. Se trata de los vicios más representativos que atentan contra la fe cristiana conforme fueron seleccionados por el cristianismo primitivo como síntesis de la moral evangélica.

Un gran medallón central representa cada uno de los siete pecados capitales. Dos textos de Deuteronomio (32:28,29 y 32:20) colocados a la cabecera y como cierre del cuadro respectivamente, advierten de las consecuencias del pecado. El primero señala: “Porque son nación privada de consejos. Y no hay en ellos conocimiento. ‘Ojalá fueren sabios, que comprendieran esto. ¡Y se dieran cuenta del fin que les espera!”. El cierre sentencia: “Esconderé de ellos mi rostro. Veré cual será su fin”. En la imagen central, en torno a la figura de Cristo saliendo de la tumba y un mensaje recordando que Dios lo ve todo, bordeando todo el círculo, la referencia a los siete pecados capitales, minuciosamente representados.

El cuadro se completa con cuatro círculos colocados en cada una de sus cuatro esquinas, representando, como ya hemos apuntado, la muerte, el juicio, el infierno y la gloria. Destaca entre todas, la que hace referencia al infierno, mostrando con ello la obsesión que embarga al Bosco en relación con el castigo final, que se corresponde, por otra parte, con la teología imperante.

El Bosco, como expositor laico de la decadente teología medieval, compendia la teología del miedo dominante en la Edad Media, mientras que la Reforma que está a punto de abrirse paso en esa sociedad caduca, abrirá puertas y ventanas a una nueva teología que brinda un mensaje de esperanza, recuperando el valor de la fe que, en palabras de Jesús, hace a los seres humanos libres: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

Autor: Máximo García Ruiz*, Septiembre 2016.


© 2016- Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

20120929-1*MÁXIMO GARCÍA RUIZ, nacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Sociología y Religiones Comparadas en la Facultad de Teología  de la  Unión Evangélica Bautista de España (UEBE), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 24 libros, algunos de ellos en colaboración.

 

 

 

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