EN PERSPECTIVA / por Juan Manuel Quero
(JUAN MANUEL QUERO, 21/05/2015) | Existe un asunto, que suele ser denominador común en casi todas las religiones, y es lo que supone la transición de un mundo físico, en el que actualmente vivimos, a otro que se puede considerar eterno, al que se parte cuando se muere.
Son muchas las teorías que desde la filosofía y desde la religión se han ido dando sobre este momento escatológico, dependiendo de las corrientes culturales donde se originarían. Este asunto venía a mi mente cuando contemplaba una pequeña figura de bronce fundido, que data del siglo III-II a.C., y que se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Esta figura es una fíbula, es decir una especie de broche o alfiler para indumentaria. Consiste en un caballo con su jinete, un guerrero, representados de forma esquemática. La cabeza del caballo se prolonga hasta llegar al hocico, donde aparece una cabeza humana, que se supone pertenece al guerrero enemigo que ha sido vencido. Todo esto tiene también un sentido místico, pues este caballo es una representación astral. Además, estos guerreros aristócratas, luchaban con un sentido religioso, que los romanos llamaron «la devotio ibérica». Los jinetes consagraban su vida para defender a su jefe, y este «patronus» protegía a este «devotio» o guerrero consagrado. Esta práctica también era común con algunos pueblos contemporáneos de los iberos, tales como los celtíberos, los galos y los germanos. La batalla junto al caballo solar, podría suponer –aunque no se sabe con exactitud--no solamente un enfrentamiento religioso, sino que podría ser el inicio de un viaje de ultratumba, si el guerrero moría en la batalla.
Al igual que un pájaro en una jaula, ‒ilustraba Platón‒, cuando el hombre muere, esta jaula se abre, y el alma es liberada, siendo esta la metáfora del alma liberándose del cuerpo |
Podemos recordar la teoría platónica de la «transmisión de las almas», que tanto influiría en las religiones y en las diferentes corrientes culturales. Al igual que un pájaro en una jaula, ‒ilustraba Platón‒, cuando el hombre muere, esta jaula se abre, y el alma es liberada, siendo esta la metáfora del alma liberándose del cuerpo. Pero, en realidad Platón tampoco es original en esto. Desde la Prehistoria, desde que el hombre es hombre, se han encontrado vestigios que indican una reflexión sobre el más allá y la eternidad, un sitio mejor o peor, según recompensas dadas a los méritos realizados en una vida presente. Pero, el problema se desata con fuerza cuando el hombre se organiza para dar respuesta a esto; cuando forma así una religión e intenta manipular la necesidad existencial, estableciendo cuál es el camino o tránsito para llegar a una eternidad idílica.
En las doctrinas que sobre escatología existen en las diferentes religiones, se pueden ver las características de cada una. Por desgracia, en muchos casos, se distinguen los intereses de individuos, que no les importa engañar a terceros para conseguir de ellos todo lo que se proponen, bajo la premisa de realizar algo que solamente es posible en dichas manos interesadas.
Los surcos de estas enseñanzas se han hendido tanto a lo largo de la historia de la humanidad, que llegan a formar parte de las diferentes culturas. Esto es un ingrediente, muchas veces intocable, por estar ungido por los antepasados, las fuertes tradiciones y por las religiones organizadas para seguir manteniendo esta línea religiosa.
Pero las sectas también tienen su papel en todo esto, pues la necesidad humana no satisfecha, siempre es una debilidad para los depredadores religiosos que se aprovechan de la ingenuidad, y de la búsqueda inadecuada de muchas personas. Ejemplo de esto, es también lo que enseña el «Estado Islámico» a sus fanatizados combatientes. Recientemente leía en «El Confidencial» un artículo que se titulaba «Cuando ven a las mujeres corren a la retaguardia». Se trataba aquí de la resistencia del pueblo de Kabone, una ciudad al norte de Siria. Se percataron de que los islamistas huían de las mujeres que se defendían armadas. El motivo, es que estos terroristas creían que si una mujer los mataba, no irían al paraíso. Esto hizo posible aguantar 45 días hasta que llegó la coalición internacional para defender la ciudad[1]. Esto puede traer a nuestra memoria otros ejemplos, como podrían ser las Cruzadas en el Medievo, así como otras guerras santas que ofrecerían premios para la eternidad, y también para el presente.
Se percataron de que los islamistas huían de las mujeres que se defendían armadas. El motivo, es que estos terroristas creían que si una mujer los mataba, no irían al paraíso. Esto hizo posible aguantar 45 días hasta que llegó la coalición internacional |
La Reforma Protestante tendría también que luchar por rescindir este apropiamiento indebido que la Iglesia Católica Romana había hecho suyo, y que sin escrúpulos se seguía manteniendo de muchas formas. Esto lo veremos más adelante; pero, aquí solamente dejar claro que el monopolio de la eternidad, del paraíso, o de lo escatológico que trata todo ello, no pertenece a ningún ser humano ni a ninguna religión. Quienes se atribuyen ese derecho, están poniéndose en lugar de Dios, engañando y aprovechándose de la necesidad de las personas.
Las culturas, las tradiciones y las religiones, deberían de sacudirse de cualquier vestigio que comprenda estos bajos y peligrosos valores, que todavía pueden desarrollar guerras santas, y que también predisponen al ser humano a ser vapuleado en el terreno personal, familiar y social. No podemos seguir como nuestros antepasados ibéricos, que luchaban ciegamente, llegando a ser admirados por el mismo Imperio Romano, por su valentía, basada en la eternidad. No podemos seguir así, porque detrás solamente hay una farsa, sea cual sea el nombre religioso que lleve. La eternidad no pertenece al monopolio de nadie.
El Evangelio es muy claro en este sentido. La salvación y la vida eterna, no proviene de una religión. La salvación no es la recompensa a los méritos humanos, como si se tratara de comprar con lo que hagamos una parcela en la misma eternidad. Esto no se compra, sino que es un regalo de Dios al hombre. Este regalo no se da a través de una religión, no caben monopolizadores. Los evangélicos o protestantes creemos que la eternidad, como mejor disfrute, depende de la fe individual, que responde a la gracia, a la mano extendida de Dios, que nos recibe con firmeza y seguridad.
Que se cuiden también todos los evangélicos y/o protestantes, y que no permitan, que ningún manipulador entre en sus filas. No hay otro mediador entre Dios y los hombres, sino solo Cristo[2]. El esfuerzo evangelizador, que salva a las personas, y les libera, dándole un sentido esperanzador y eterno, está en presentar a Cristo, no en predicarse a uno mismo. «Esta es la vida eterna, que le conozcan a él»[3].
[1] «Los de ISIS creen que si los mata una mujer no irán al paraíso. Muchos huyen al vernos». 11/03/2015. En: El confidencial. [En línea]. Disponible en: <http://www.elconfidencial.com/mundo/2015-03-11/los-imbeciles-del-isis-creen-que-si-los-mata-una-mujer-no-iran-al-paraiso-muchos-huyen_725473/?utm_source=dlvr.it&utm_medium=facebook#> [Consultada el 20 de abril de 2015].
[2] La Biblia. En: 1ª Timoteo 2:5.
Autor: Juan Manuel Quero
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