EN PERSPECTIVA / por Juan Manuel Quero
La unidad y la convivencia de la fe cristiana
(JUAN MANUEL QUERO, 13/03/2015) | Me cae bien el papa Francisco I, pues creo que es un hombre sensible, --o por lo menos esa es la imagen que se manifiesta--, tal como podemos ver en la forma en la que se acerca a la gente. Me parece una persona muy natural y sencilla. La manera en la que se identifica con la gente y con su problemática, parece bastante genuina.
Me parece muy bien que el Papa predicase en una iglesia evangélica, y que pidiera perdón por la persecución contra los evangélicos pentecostales. Además, son muchos también los pastores evangélicos que él está recibiendo en su despacho del Vaticano. Me parece bien, sobre todo porque esto dará una apertura mayor a aquellos que siempre nos han mirado como «bichos raros». por ser protestantes, y nos siguen discriminando en la actualidad.
Creo que hijos de Dios puede haber en todas partes, independientemente a la confesión o denominación religiosa, porque la conversión no es algo de la denominación o de la confesión religiosa, sino de la obra regeneradora del Espíritu Santo, cuando el individuo se arrepiente de vivir en un estado caído, para volverse a Dios mediante la obra redentora de Jesús en la cruz.
Lo que no entiendo es que los hijos de Dios, los verdaderos cristianos, los que han nacido de nuevo, mediante la fe, y la gracia de Dios, --con todo lo que ello implica--, estén participando de doctrinas contrarias a la Palabra de Dios: idolatría (Exo. 20; Dt. 4); mediaciones añadidas a la de Cristo; (1ª Timoteo 2:5; Juan 14:6...); salvación por obras y sacramentos (Efesios 2:8, 9; Juan 3:16); infalibilidad del Papa; sacerdotes con poder de absolver los pecados en nombre de Dios (otro intermediario añadido Hch. 4:12); el Papa vicario de Cristo (intermediador supremo, o sumo sacerdote; sustituyendo el papel que sólo le pertenece a Cristo Heb. 5:10; 6:20; 7:26...); altar donde se sigue haciendo el sacrificio de Cristo en la eucaristía (Heb. 10:12); misas por los difuntos; etc.
Personalmente creo que no podemos aceptar un ecumenismo absoluto, admitiendo todo lo anterior, como si fuese algo relativo, pues son doctrinas contrarias al núcleo esencial del Evangelio; pues de otra forma para qué, murió Cristo en la cruz, si apelamos solamente a las obras y a los ritos para ser salvos. Respetamos profundamente a todos los que tienen otra confesión de fe; y podemos tener encuentros para dirimir soluciones conjuntas en algunos ámbitos; pero, no podemos aceptar un evangelio diferente, por más apelación que se haga a la Tradición o a la Patrística.
Creo que es bueno que abramos nuestra mente también a otras denominaciones, pero con el propósito de dar a conocer el Evangelio, y de extender el Reino de Dios. Y esto, no simplemente para buscar prestigios sociales, o una imagen que al final sea confusa, y haga vano el sacrificio de la cruz, y el esfuerzo de tantos hermanos en Cristo, que dieron testimonio de su fe, aún siéndole arrebatada la vida por ello.
Me gustaría poder tomar un café con Francisco I, --o un mate que en las cosas que no son esenciales me puedo adaptar—y hablar de algunos temas. Estoy casi seguro que podríamos coincidir en muchos asuntos, pero en lo superficial, sin profundizar demasiado. Me explico. Es posible, que estuviéramos de acuerdo con temas tan esenciales, como que la salvación es por fe y por gracia, postulados fundamentales de la Reforma Protestante y de la fe de los evangélicos en su mayoría. Pero, el problema estriba en que muchas veces se aceptan otras ideas, pero no se cambian las que son contrarias, y que siguen quedando como dogmática firme.
Cuando se aceptan teologías de una confesión o de otra, pero no existe una depuración de aquello que es contrario en lo que se tenía y se continúa teniendo, más que acercarnos a un ecumenismo, nos acercamos a un sincretismo; una mezcolanza de ideas, en base a que todo vale, creando algo amorfo. Una cosa es entenderse con grupos que tienen ideas y teologías diferentes, y saber convivir con ellos, e incluso ponerse de acuerdo para llegar a realizar una serie de proyectos; pero, otra cosa es que mixtifiquemos todas las creencias, y cómo si estuviéramos haciendo un cóctel, lo agitásemos esperando que tenga buen sabor, o buen aspecto o imagen.
Los sincretismos se vuelven a avivar en la postmodernidad. Parece que esto conlleva una fraternidad más profunda. Pero la paz, y los acercamientos, se dan cuando se respetan las diferencias, y podemos relacionarnos en ese respeto, y en el marco de la libertad religiosa que hemos de procurar para todos.
Otro aspecto que se aviva en nuestra época, se relaciona una vez más con la soteriología, con todo aquello que tiene que ver con la salvación. Actualmente se vuelve a enfatizar la doctrina del universalismo, es decir, que todos los hombres y mujeres se salvarán, porque Dios es amor. En este contexto, las palabras del Papa Francisco I sobre el infierno, parecen muy oportunas. Mientras me tomara ese café o mate con Francisco, me gustaría también hablar con él sobre lo que es el infierno para él. Actualmente ha dicho el papa que no será eterno, ya que Dios no puede castigarnos eternamente. Pero, la solución, --entiendo-- no está en hacer el infierno más pequeño, sino en hacer el cielo más grande. Dejaré este tema para ser tratado en próximo artículo.
Autor: Juan Manuel Quero
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