SILBO APACIBLE / por GUILLEM CORREA
El honor mal entendido
GUILLEM CORREA, 20/02/2015 | Soy de los que interpretan que el episodio bíblico* entre Abel y Caín es una cuestión de honor. De honor mal entendido. Caín vive como una afrenta personal que la ofrenda de su hermano sea aceptada por Dios y que la suya no lo sea.
El texto bíblico no aporta ninguna información adicional sobre la razón de por qué una ofrenda es aceptada y la otra no lo es.
Lo que sí constata el texto bíblico es que Caín se lo tomó como una ofensa personal, como una cuestión de honor.
Su hermano Abel le había deshonrado.
Fue tal el deshonor en el que se vio a sí mismo que decidió que la única salida posible, para recuperar el honor perdido, era vengarse.
Y por esta razón decidió matar a su hermano.
Dios salió al encuentro de Caín para hacerle ver que no había tal deshonor y que la salida no era asesinar a su hermano.
Trató de que entendiera que continuar con sus planes, asesinar a su hermano, sí era una verdadera ofensa. Pero, en contra de lo que creía, quien resultaría verdaderamente ofendido por el asesinato de Abel sería el mismo Dios.
Caín no quiso hacer caso a la advertencia divina y acabó asesinando a su propio hermano.
Según Caín, con este asesinato, la deuda de honor se había pagado. Y se había pagado con la única moneda posible: con la sangre del presunto ofensor.
En el relato bíblico Dios acaba reprobando el comportamiento de Caín hasta el punto de apartarle de su presencia.
El honor mal entendido llevó a Caín a su propia autodestrucción.
La aplicación, al día de hoy, de este relato bíblico es tan clara y evidente que permite terminar este artículo en este punto.
Autor: Guillem Correa
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