EN PERSPECTIVA / por Juan Manuel Quero
«El Pantocrátor» de las Iglesias Protestantes (IV)
Cuarta entrega del autor, reflexionando sobre la arquitectura de los templos protestantes, su significación y lenguaje
(JUAN MANUEL QUERO, 16/06/2014) | «El pantocrátor» es el nombre dado a un tipo de representación iconográfica o escultórica que puede formar parte de algunas portaladas o tímpanos, y que sobre todo se han realizado en el interior de las iglesias católicas, con un fin, --sobre todo—pedagógico en un principio. Su significado general es presentar al Dios poderoso o al Cristo que los llena todo.
Un compañero en el ministerio pastoral compartía algo sobre la conversación que tuvo con alguien que le preguntaba acerca de la congregación que pastorea. Le preguntaba si en su iglesia había milagros. Él le respondió que cada domingo había más de100 milagros, que pasara por allí y podría verlos. Cada persona redimida por Jesús es un milagro, y la iglesia que está formada por una congregación de hijos de Dios, es la manifestación más poderosa de Jesucristo, «el Cristo que lo llena todo»: «[Cristo…] sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquél que todo lo llena en todo» (Efesios 1:22-23).
La imagen del pantocrátor, tiene una función pedagógica muy bíblica, aunque pueda conllevar la transgresión del Decálogo que en el Antiguo Testamento señala no hacer imágenes de este tipo, y menos con el fin de adorarlas, --lo que se entiende como idolatría (Éxodo 20: 4, 5). Este Pantocrátor, enmarcado en una mandorla, está sentado de forma mayestática en su trono; tiene en su mano izquierda la Biblia; su mano derecha está en disposición de bendecir; y está rodeado de lo que se conoce como el Tetramorfos, o una representación de los cuatro evangelios, Mateo, Marcos, Lucas y Juan.[1] El evangelio de Mateo se representa por un hombre, pues se inicia con la genealogía de Jesús, indicando un énfasis humano. El león representa el de Marcos, ya que inicia con Juan el Bautista, predicador en el desierto, y el león era un animal que se movía en este entorno. El becerro o el toro representan al evangelio de Lucas, ya que se hace énfasis en el sacrificio. El evangelio de Juan está representado por un águila, por ser el más abstracto, o tener una perspectiva más amplia y teológica desde su inicio. Las figuras que se utilizan son sacadas de la segunda teofanía que se da en el libro de Apocalipsis 6:4-9, donde aparecen estas representaciones, aunque también se encuentran en Ezequiel.
En lo expresado hasta aquí, hay una ilustración clara de los elementos básicos, que por la importancia de su función, tienen una impronta en el interior de las iglesias protestantes, pues lo mostrado en el arte más paleocristiano, manifiesta la importancia que se le da en el Evangelio a estas enseñanzas, constituyendo en su núcleo el mismo mensaje «kerigmático»[2] del Nuevo Testamento.
Los evangelios nos llevan a una adoración genuina, que tiene una expresión multiforme, y que según esta, se refleja una huella en el interior de los templos o iglesias cristianas. Podríamos ver diferentes ejemplos desde las mismas catacumbas, como la Catacumba de Priscila, hasta las iglesias más actuales. En estas expresiones cúlticas –y siguiendo la ilustración del Pantocrátor, se le daba gran importancia a la lectura o predicación de la Biblia; a la oración, y al cántico congregacional. Cristo es entronizado por medio de la adoración cúltica. Cristo es la cabeza, pero su cuerpo es la Iglesia (1ª. Corintios 12:27). El Pantocrátor no es un símbolo iconográfico en las iglesias evangélicas o protestantes, está representado en las vidas de los mismos creyentes que adoran a Dios. El Cristo con disposición de bendecir, lleva a la iglesia a bendecir. Hay que ayudar al necesitado, y esto significa espacio para todos, sin diferenciación de clases sociales. Todos nos bendecimos unos a otros. Alrededor de esto se han de dar una serie de actividades, como eran los ágapes, donde los refectorios o comedores, han de formar parte de los espacios edificados para la iglesia.
El enfoque evangelizador, conlleva también la adaptación adecuada a los tiempos que se viven, de manera que haya una funcionalidad, y no se enclave el culto en un entorno poco útil, poco comunicativo, y poco evangelizador.
Aunque esto también puede conllevar una focalización más concreta del barrio donde se ubica la iglesia, lo cierto es que en definitiva, hay que repensar si hoy son válidos salones de cultos con incómodos bancos de madera donde hay poco posibilidad de movimiento. Hay que ver si siguen siendo útiles los púlpitos demasiado altos que marcan la distancia entre los que dirigen y la congregación. Y de esta forma habría que ver otros muchos aspectos, entre los que están también los relacionados con las nuevas tecnologías.
La iglesia ha de estar abierta a todos, lo que significa diferentes edades: niños, jóvenes y mayores. La iglesia ha de estar abierta a todos, lo que significa también, en su proyección evangelizadora, que ha de ser de fácil acceso para quienes se propongan entrar. No me refiero simplemente a personas que tengan alguna discapacidad física, que dicho sea de paso, también se ha de dar ejemplo en esto, eliminando las barreras físicas para ellos, como un ejemplo social de lo que debe ser. En lo que pienso es en la necesidad de quitar «las barreras» religiosas y rígidas, que quizás fueron útiles en otros tiempos, pero que hoy pueden pertenecer a unas tradiciones llenas de obsolescencias rancias, que podrían entenderse como una especie de «esoterismo» que en sí no sea el Evangelio.
Por ello los templos protestantes han de plantearse desde el criterio de cumplir con un culto racional, es decir, pensado como algo acorde a lo que Dios quiere para nuestros días, sabiendo cuales son los tiempos que nos tocan vivir, como un nuevo desafío.
[1] Sobre el Tetramorfos se puede ver un excelente artículo en el siguiente enlace: https://www.ucm.es/data/cont/docs/621-2013-11-21-8.%20Tetramorfo.pdf
[2] Por «kerigmático» quiero decir que conlleva los elementos básicos de la proclamación de Cristo que encontramos en Las Escrituras.
Autor: Juan Manuel Quero
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