EN PERSPECTIVA / por Juan Manuel Quero
Tercera entrega del autor, reflexionando sobre la arquitectura de los templos protestantes, su significación y lenguaje
(JUAN MANUEL QUERO, 24/05/2014) | En la arquitectura religiosa (con influencias también en la civil) suele existir un predominio o énfasis en la perspectiva horizontal o vertical, que implica un lenguaje arquitectónico que envuelve a los propósitos funcionales de esa construcción.
Cuando estuve con mi esposa visitando Bucarest, pude conocer el edificio conocido popularmente como «La Casa del Pueblo», --construido bajo el depauperador régimen de Ceaușescu--; un edificio neoclásico que se considera el más grande y pesado de los edificios de Europa y el segundo del mundo. Este edificio trajo a mi mente, otro de los que pude visitar en otra ocasión. En este caso me refiero a las construcciones y contribuciones renacentistas de Bramante, Miguel Ángel, --y posteriormente tocando ya el Barroco-- Bernini , manifestadas en la Basílica y Plaza de San Pedro, en el Vaticano. Ambos edificios –el de Ceaușescu y los del Vaticano-- evocan una perspectiva muy horizontal, muy dirigida al pueblo, de manera que incluso organizan las calles o avenidas principales, como llamándolas a que se dirijan hacia ellos mismos. Es como un llamamiento que atrae, y que se extiende como un abrazo. Aunque hay abrazos que no son afectivos sino que exprimen y aplastan, como el del Ceaușescu.
Por otro lado podemos mirar edificios que tienen una perspectiva muy vertical, como podría ser el edificio más visitado d España, la Iglesia de la Sagrada Familia, de Antonio Gaudí. Un edificio neogótico, --hablando en términos muy generales--, pero con las aportaciones inspiradas en la naturaleza y la «geometría reglada» de Gaudí, que invita a mirar hacia el cielo, como una flecha que se traza desde abajo en espiral hacia arriba, y que invita a levantar la cabeza. Todas las construcciones góticas del final del Medievo tendrían ese énfasis vertical, con sus agujas, arcos apuntados y elevaciones estiradas que llegarían a lo más alto.
Estos enfoques que he ejemplificado anteriormente, se traducen en un lenguaje que señala la importancia de lo humano y de lo divino. Estos énfasis se dan también en las construcciones protestantes, siendo lo ideal encontrar el equilibrio adecuado; --ni la tensión que reprime incluso el ruido de la respiración en un culto, ni el sentido de estar en un club social, aunque se esté dando culto a Dios. El Evangelio nos muestra que la Iglesia ha de ser una institución, que como una invitación divina llama a todo hombre a congregarse. Es Dios quien llama, pero es al hombre a quién llama. La construcción que la iglesia levanta, ha de ser accesible a toda persona, de manera que se sienta cómoda en la «casa de Dios». Con el Renacimiento, se dio también entrada al Humanismo. La cruz (bien latina o griega) como base de planificación de naves religiosas, parecía encontrarse con el enfoque del hombre Vitruviano, ilustración de Leonardo Davinci, para construir todo según «la medida del hombre». Pero es necesario que cualquier construcción cristiana ponga a Cristo en medio del hombre. El mismo Templo del Antiguo Testamento tenía esta función, manifestando el lugar santísimo, como espacio más elevado. Solamente podía acceder allí el Sumo Sacerdote una vez al año. Pero tenía también una construcción horizontal, que en gradas iba aumentando conforme se iba acercando a la «Sancta Sanctorum». Pero la Biblia enseña, que cuando Jesús murió e n la cruz, este lugar se abrió a todos. No es que las personas puedan acercarse al lugar santísimo elevándose en el ascenso de niveles, es que Cristo, descendió hasta los niveles más humildes, tomando forma de hombre y entregándose por todos.
Los predicadores hemos hablado más de una vez, de lo que significan los travesaños de la cruz. Uno de esos palos parece dirigirse al cielo en vertical, pero otro tiene que ver con la relación humana, con la fraternidad y buena socialización de las personas. Pero este equilibrio lo da Cristo. El mensaje del Evangelio atrae a las personas a Dios, el único que puede salvar, pero también lleva a las personas a relacionarse con su prójimo, en un parentesco nuevo y fraternal, donde Jesucristo es nexo de unión.
Es importante que una construcción protestante plasme esto. Por muy sencilla que sea, --desde un hogar a un sofisticado edificio-- debe procurar que se facilite la buena comunicación de la congregación, de manera que puedan verse, reconocerse, animarse, consolarse y bendecirse. Esto también conlleva crear los vínculos y puentes necesarios para que se entienda claramente, que todo el mundo está invitado a participar, a formar parte de esa congregación con todo lo que ello implique.
Además se debe buscar esa función que ayude tanto en la adoración personal, como en la colectiva, de manera que uno se pueda sentir cómodo para confesar, orar, y escuchar, sabiendo que es necesario encauzar la llamada de Dios, que nos pide que nos acerquemos a él confiadamente (Hebreos 4:16) . Hay que crear departamentos con fines benéficos para atender a las personas necesitadas de los víveres más básicos, cómo de orientaciones y estímulos necesarios. Pero también es importante el espacio para arrodillarse o levantar las manos a Dios; o bien para recibir ese apoyo o guía pastoral de tal forma, que esto se entienda como lo más normal, porque lo vertical se equilibra con lo horizontal, ya que el Espíritu de Dios pone orden y levanta allí el verdadero edificio que no se construye con manos humanas.
Autor: Juan Manuel Quero
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