BUEN FIN DE SEMANA
“CUCO”
CRISTIAN FRANCO, 23/05/2014 | ¡Ah el “cuco”! ¡Cuánto miedo me daba de pequeño! Uno no sabía bien qué era ni a qué se parecía. Tal vez era una mezcla de ojos grandes, dientes afilados, aspecto desgarbado y actitud feroz. O quizá un revoltijo de imágenes, cuentos y pesadillas al que se temía muchísimo, en especial por la noche. Era algo que daba miedo. Un ser imaginario que no se encontraba ahí de veras pero al mismo tiempo sí estaba ahí realmente.
Pasaron los años y dejamos atrás la infancia. Probablemente ese “cuco” tan temido haya quedado atrás, en el arcón de los recuerdos al que solemos remitirnos junto al esbozo de una sonrisa. ¡Cómo nos paralizaba su sola mención! Pero ahora ya somos grandes… No tenemos miedo… ¿o será que tal vez sí?
El miedo es algo saludable. “Vaya descubrimiento”, dirá más de uno con tono socarrón. Sí, lo sé. No digo nada de otro mundo. Sin embargo, muchas corrientes de pensamiento neo positivo enseñan que los miedos son característicos de los “perdedores”, gente fracasada cuyos temores no le permiten desarrollar todo su “potencial”. Ajá… suena bonito… pero declaraciones de esa clase no se ajustan totalmente a la realidad. Porque tener miedo es cien por ciento humano.
El temor es una reacción natural frente a cualquier tipo de amenaza (real o imaginaria) que pueda vulnerarnos en lo físico, mental, espiritual, familiar, social, económico. En su justa medida, el miedo tiene el poder de salvaguardarnos, protegernos y activar los mecanismos necesarios para ejercer una defensa adecuada (que también incluye la acción de huir cuando no queda otra solución).
¿Cuál sería el problema, entonces? Como ocurre con tantísimas otras cosas de la vida, el asunto es cuánto poder ejerce el miedo sobre nosotros y nuestras palabras, acciones, decisiones… ¡nuestra vida!
Hay personas que viven dominadas por el temor: viven asustadas por todo y por todos. Algunas, que saben llevar adelante tantísimos aspectos de su existencia, tienen miedos particulares que de tanto en tanto permean sus virtudes provocando retrocesos y alteraciones en sus rutinas cotidianas. Y otras que siempre truncan sus proyectos, sueños y posibilidades por miedos que no logran superar.
Enumerar los miedos demandaría muchísimas páginas y seguramente no lograríamos incluir todos. Podríamos ir desde el temor a la muerte al temor al fracaso (¡o al éxito!), desde los miedos intangibles a los tangibles. ¡Hay tantos como tantos seres humanos sobre la Tierra a lo largo de los siglos!
Quizá hoy sea un buen día para detener la marcha y pensar. ¿Cuál es nuestro “cuco”? ¿En qué medida los miedos dominan, paralizan y coartan nuestra felicidad personal, familiar, social? ¿Habrá alguna realidad que hayamos sobredimensionado y se haya convertido en una especie de “gigante” al punto que nos impida vivir en plenitud?¿Acaso no estamos cansados de vivir arrinconados por el miedo?
Dejar el asunto para más adelante puede agravar las cosas. Hacer de cuenta que no existe no cambiará la situación. Esperar soluciones mágicas no logrará absolutamente nada. ¡Necesitamos enfrentar nuestros miedos! Con la ayuda de Dios y de personas capacitadas para brindar ayuda podemos hacerlo. ¿Qué haremos?
Autor: Cristian Franco
© 2014. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA.Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
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