EN PERSPECTIVA
Una arquitectura protestante: Algo más importante de lo que algunos piensan (I)
(JUAN MANUEL QUERO, 02/04/2014) | Aunque nos pueda sonar un tanto rimbombante, o de uso algo pedante, creo que la arquitectura protestante, —al menos la que esté dedicada al culto— debería tener un criterio, basado en ciertas directrices teológicas. Estas orientaciones tendrían que ver no solamente con las cuestiones teológicas en general, sino que podrían contemplar una teología de la evangelización, además de abordar las cuestiones eclesiológicas, del culto, y de la presencia y entendimiento de Dios en esos cultos, así como los actos de adoración para los que se destinan los templos.
La arquitectura de un hospital, a pesar de los estilos propios del arte constructivo, es específica por el destino que tiene su construcción. Lo mismo ocurre con una instalación deportiva, una universidad, un teatro, un auditorio, etc.
Con la arquitectura de una iglesia ocurre lo mismo, pero esto será determinado por lo que se entienda han de ser sus funciones y propósitos. En un templo, el auditorio, el estrado, bautisterio, fachada, y otras muchas cuestiones que incluyen luz, perspectivas visuales y acústicas, son algunas características entre otras que son importantes. Sin embargo, es fácil observar, que esto no es algo que actualmente siga un criterio común, basado en un sentido teológico, fruto de la reflexión propia y necesaria.
Es cierto que la cuestión económica juega un papel importante, y que las iglesias, además de los mismos creyentes que se congregan allí, no suelen contar con mecenas significativos para acometer grandes construcciones. A pesar de todo, se deberían de tener en cuenta algunos criterios básicos, bien sea para una construcción humilde, o de adaptación de otro lugar que se destinaba a otras funciones; o bien sea para una construcción de mayor envergadura.
En la Biblia observamos que hay un proceso diacrónico, comedido y exigente con sus detalles y enfoques, pues partiendo de un sencillo altar, como una roca o conjunto de piedras sobre las cuales se realizaría un sacrificio en el Antiguo Testamento, se llegaría posteriormente al tabernáculo, prototipo del templo que más tarde se edificaría, y que mientras tanto sería algo así como una «arquitectura efímera» que podría montarse y desmotarse durante el tiempo del éxodo de Israel. Después del templo de Salomón surgirían las sinagogas, que si bien tendrían su ubicación en casas, más tarde se localizarían en edificios específicos.
Con el surgimiento del cristianismo, y con todo este trasfondo citado, la iglesia, según el Nuevo Testamento, se congregaría en un lugar concreto que conllevaría una fisonomía propia. Esta arquitectura sería adaptada según los momentos históricos en diferentes lugares, pero dejando una huella que identificaría a la congregación, tanto su fe, como lo que allí se proclamaría y celebraría.
Actualmente es fácil escuchar a los creyentes hablar de la iglesia como «el local» para referirse al sitio donde se reúnen. Algunos solamente cuentan con una especie de cochera o almacén con una persiana metálica como puerta, cuyo ruido de apertura y cierre, sustituye al sonido del campanario. Hay quienes invierten bastante para fabricar naves. Otros levantan lugares que incluso tienen un aspecto más propio de una iglesia según los cánones más generales. Pero sea pequeña o grande, ¿cuáles tendrían que ser las bases arquitectónicas de una iglesia protestante? ¿Son actualmente las que tendrían que ser según lo que es una iglesia evangélica? ¿Se están dando influencias ajenas a nuestra fe determinando así otros enfoques?
En estos momentos se podría hablar de un estilo arquitectónico propio, que en próxima o próximas reflexiones intentare abordar y describir. Pero lo cierto es que en la mayoría de los casos, --al menos en nuestro país—es difícil identificar una iglesia protestante por su fisonomía o estilo. Tras sus puertas, la gente ajena a la iglesia, podría tener la duda de lo que podría encontrarse, porque muchas veces ni siquiera el letrero o el nombre dado a la congregación aclara mucho.
En este momento, insisto, en que a este respecto, no hay criterios suficientes que engloben a todas las iglesias. Sí que podríamos hablar de tendencias, que incluso según la denominación, podrían tener características más o menos comunes; pero no obstante en esto creo que existe un vacío en el que también se debería de reflexionar. Por ello, desde aquí también, quisiera hacer un llamamiento a las facultades y centros de teología que apoyan a las iglesias evangélicas o protestantes, para que realicen las reflexiones necesarias, que aporten las orientaciones básicas, que contribuyan a un arquitectura más efectiva y coherente a lo que realmente somos y creemos como evangélicos, pero teniendo también en cuenta a la sociedad que nos observa, y que tanto nos gustaría que también formase parte de la iglesia.
Es verdad que los cristianos somos los que constituimos lo que es la iglesia o el templo en sí, pero el lugar dedicado para adorar a Dios juntos, también constituye una proclamación y una pedagogía, que son importantes no solamente para nosotros, sino también para aquellos entre los que Dios nos ha puesto para ser luz y ayuda.
Autor: Juan Manuel Quero
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