EN PERSPECTIVA
(JUAN MANUEL QUERO, 08/01/2014) | Más de una vez, en este 2014 hemos deseado un «¡feliz año!» a amigos y familiares. El dicho en el inicio de cada año, es bien conocido: «Año nuevo, vida nueva». Pero no hay nada novedoso si no estamos dispuestos a realizar cambios, y sobre todo a cambiar nosotros mismos.
Nuestras palabras deben estar acompañadas por nuestras acciones y por actitudes acordes. Los tópicos no tienen ningún poder. Todos los elementos que pertenecen a la fe, deben llevar acciones (Santiago 1:22; 2:17). El «amén» al final de una oración, o en el acompañamiento de un reto o de una promesa puede ser simplemente una expresión de asentimiento; pero si este lleva una implicación verdadera en lo que decimos, las cosas cambian.
Cambiemos el tópico de una simple oración desiderativa por una oración de poder. Es fácil pedir a Dios, pero es importante hacerlo con la actitud de recibir lo que Dios nos da como respuesta, con todo lo que Él nos diga para que esto se lleve a cabo. En nuestra oración nosotros tenemos una perspectiva, por lo que oramos en el nombre de Jesús, no sólo porque es nuestro único mediador, sino porque queremos que se cumpla como Jesús quiere porque Él tiene todas las perspectivas, y no solamente la nuestra.
La oración, como elemento de nuestra fe, implica también obras coherentes a lo que esperamos. Es fácil decirle a alguien, que pasa por serios problemas, que estaremos orando; pero hay que hacerlo, y hacerlo bien. Como evangélicos hacemos una clara diferenciación entre lo que es orar y lo que es rezar. Podemos utilizar un rezo en una oración, pero una oración es algo diferente. La oración es un diálogo con Dios en el que nuestro corazón, nuestra vida se implica. No podemos orar como si fueran recitaciones que no nacen en nuestro corazón. No podemos conformarnos con decirle a alguien que tenemos la voluntad de orar por él. Para hacerlo bien, hay que orar a la luz dela Biblia, pero también a la luz de la necesidad existente, por lo que tenemos que interesarnos por la persona, por la institución, por el país, por lo que nuestra oración implica. Qué sentido tiene decir que estoy orando por alguien, si no le llamo para saber cómo sigue, para saber realmente cómo apoyarle en oración.
Quizás mi oración forma parte de una estrategia en la que unos están actuando, mientras otros oran por esas acciones; pero en definitiva, esta es una oración unida a la acción, que se implica totalmente, como es el caso de Moisés en la batalla de Israel contra Abimelec. Él oraba incluso con el apoyo de Aarón y de Hur, y mientras él oraba Israel prevalecía, pero cuando el cansancio le abatía era Abimelec quien prosperaba. Pendientes e involucrados en esa batalla la oración se mantenía (Éxodo 17:11-12).
En este nuevo año podemos elevar oraciones para una vida renovada, pero esto conlleva que nuestras palabras no estén huecas, sino que llenas de la Palabra de Dios, y del Espíritu que pone orden en lo confuso y en lo dañado, podamos acercarnos más al objetivo de nuestra oración:
- Una oración por el enfermo que también signifique atenderlo en la medida de lo posible, preocupándonos por él.
- Una oración por los que no creen en Dios, presentándoles el Evangelio que transforma a las personas.
- Una oración por los amigos y hermanos en la fe, viendo la oportunidad de contribuir en la bendición que nuestro Dios tiene para cada uno.
- Una oración por las autoridades que gobiernan nuestro país, preocupándonos por sus decisiones y por ellos mismos como seres humanos. Esto también significaría presentarles los principios bíblicos de equidad y de justicia, en los que tenemos que contribuir, como parte del reino de Dios, siendo ejemplo.
El pintor y escritor del renacimiento alemán, Alberto Durero, inmortalizo su obra «Manos», conocidas por todos como «Manos Orando». Sobre este boceto (dibujado en papel azul) se cuenta una historia, que cierta o no, es útil para ilustrar lo dicho hasta aquí. Eran las manos del hermano de Durero, quien trabajó de forma muy dura en las minas, hasta que se llegaron a romper literalmente por diferentes partes.
Esas manos llenas de artritis, hicieron posible que Durero pudiera tener los medios económicos para poder estudiar arte en Italia. Durero se preocuparía de representar estas manos sacrificiales que pertenecían a su hermano. Unas manos que oran, pero llenas de sacrificio y entrega, para que sus oraciones no fuesen tópicos a modo de rezos ajenos a su vida.
Jesús oraba por el mundo, pero daba su vida por todos nosotros (Juan 17:20-21; 3:16). Las palabras de Jesús no se movían en torno a tópicos inertes, sino que en su Palabra había vida. Dios quiere lo mejor para nosotros en este nuevo año, porque es el que nos toca vivir. Su oración conllevó los medios necesarios que solamente Él podría dar, y lo hizo sin escatimar el precio que había que pagar. Ahora nos toca a nosotros hablar con Dios, pero con un espíritu de obediencia y disposición para que se produzcan nuevos cambios. Con el propósito de que este año sea el año de Dios, un año de nuevas bendiciones y de transformaciones personales, interpersonales y sociales.
Autor: Juan Manuel Quero
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