EN PERSPECTIVA
Más sabiduría y menos ínfulas
(JUAN MANUEL QUERO, 24/09/2013) | El dicho de que el hábito no hace al monje, es muy conocido, aunque a nadie se le escapa la importancia que tiene la forma de vestir en el tiempo que vivimos. Nuestra indumentaria habla; es un código de comunicación no verbal. Pero, al igual, que muchas cosas en nuestros días, este código se flexibiliza, según donde estemos, qué hagamos, o bien, con quién estemos. A veces nos encontramos con el error de que el “hábito no hace al monje” cuando lo que ocurre es todo lo contrario.
Nos gusta encasillar todo. A los trabajadores en sectores de administración, oficinas, etc. se les llamó (traducido del inglés) «trabajadores de cuello blanco», diferenciándose de los que trabajaban más en el sector obrero, que se les conocía como «trabajadores de cuello azul».
En todo esto hay una especie de fricción, pues en el encasillamiento con etiqueta de indumentaria («envoltorio») se hace una diferenciación entre unos y otros. Por ejemplo, las fuerzas de seguridad se visten de una manera diferente, y dentro de los mismos cuerpos también encontramos otros distingos. Este lenguaje no verbal, obtiene una megafonía muy fuerte, sobre todo cuando uno de los que visten distinto, están en medio de un grupo diferente. No llama la atención un hombre con traje y corbata entre un grupo que viste igual en el trabajo o en otra actividad. Pero una sola persona que viste así, entre personas vestidas de una forma sencilla e informal, llama poderosamente la atención. El quid de la cuestión, se da en poder saber cuándo hay que llamar la atención y cuándo no. Es importante conocer cuándo estamos dando el mensaje adecuado, y cuándo estamos haciendo todo lo contrario. La «est/ética» da mucho que hablar a los filósofos posmodernos; pero lo cierto, es que nos debe de llevar a un replanteamiento en cuanto a nuestra forma de relacionarnos; algo fundamental para un pastor evangélico, o para un simple cristiano, o persona que quiera socializar de una forma sana. Esto trasciende la forma de vestir, y se transforma en comportamientos, tanto colectivos como individuales.
Como pastor evangélico,--me refiero a mí mismo--, «mi uniforme» se suponía que era con traje y corbata. Pero la corbata no hace al pastor, como el hábito no hace al monje. En la postmodernidad, la ética parece ser sustituida por la estética, por la intensidad que tiene la apariencia, y por la sobredimensión que se le da al individuo frente a otros. Es importante que cuidemos el mensaje que demos. El que sube a un púlpito para predicar, a un estrado para disertar, o a una plataforma determinada para enseñar, es importante que lo haga arreglado según el protocolo del lugar; pero ha de saber luego bajar al lugar donde están los demás, y aún siendo alguien destacado, ser uno más entre ellos; pues esto, en un mundo posmoderno, dice mucho. La sociedad está cansada de la corrupción de «cuello blanco», y hoy, si no se usa bien la etiqueta con la que nos ataviamos, puede ser perniciosa.
Mitra con ínfulas |
Recordaremos la expresión de «viene con muchas ínfulas», cuando nos referimos a alguien que se presenta con muchas etiquetas, calificándose como la persona más apta. Curiosamente, esta expresión también tiene que ver con lo religioso. Las ínfulas es un adorno de tela que cae en forma de cintas en una mitra, que entre otros, utiliza el obispo católico. Tiene una simbología basada en la autoridad. Pero las ínfulas podrían ser también otro tipo de indumentaria. Quizás una corbata en un contexto determinado, o una forma de aparentar lo que uno sabe o es, sin constatarlo por una cercanía imprescindible para aceptar adecuadamente lo que es necesario recibir, entender, aprender, o vivir. Y es que necesitamos más sabiduría y menos ínfulas. Necesitamos tener unos principios claros y éticos; bien fundamentados; siendo necesario, que estos principios sean bíblicos, eternos, pues esto es lo que generará otro método, otra estética, otro lenguaje, según los tiempos. El peligro está cuando las ínfulas y las corbatas se anteponen. Los centros educativos, tanto seculares como teológicos, no deben enseñar métodos, como si fueran principios. Han de investigar lo suficiente sobre los cambios sociales, para superar las barreras existentes, y así poder relacionarnos de la forma más adecuada.
El Apóstol Pablo decía: Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos (1ª Cor. 9:22).
Autor: Juan Manuel Quero
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