EN PERSPECTIVA
«¡Es falso!»
(JUAN MANUEL QUERO, 12/02/2013) En el artículo anterior introducíamos la situación del hombre y de la mujer con un papel de dirección o influencia social significativa, en una viciada actuación de autoritarismo y corruptela, que incluso producía una forma de vivir y actuar, no solamente desde el nivel de liderazgo, sino también desde la esfera del liderado. Me gustaría, después de esta breve reflexión, tratar de las características que ha de tener un líder o una persona e nivel de dirección, en el sentido más amplio de lo que esto significa.
Una primera característica que quisiera presentar, como una invitación que lanzo, para que podamos hacer un ejercicio de reflexión, es la integridad en el liderazgo. Un líder sea político, empresarial, eclesial o de otra corporación, es un gran peligro cuando la integridad es algo que no se le pide, con todas sus consecuencias. Y con esto no me refiero solamente a que «la mujer de cesar no solamente ha de serlo, sino también parecerlo», en algún sentido sí, pero en otros, quizás sea todo lo contrario, para realmente ser integro.
Permitidme que defina la integridad por sus contrarios o antónimos. Una persona íntegra es la que no es mentirosa, desleal, hipócrita, que tiene dos caras, que da una imagen, pero en lo reservado es lo contrario… La mejor definición de integridad, por sus contrarios, la podemos ver en el liderazgo social que nos toca en estos momentos. Pocos se libran; pocos son señalados como personas íntegras. La Biblia nos dice que nos sometamos a los que nos presiden, pero lo cierto es que «el mundo» de los que nos presiden se ha desquiciado. Hoy más que nunca hemos de reflexionar profundamente en lo que se nos pide, y asumir nuestra responsabilidad y no depositarla en terceros. Para esto, creo que tenemos una inestimable ayuda en los principios que encontramos en el
Hace unos días escuchábamos la forma en la que se defendía el presidente de nuestro gobierno, ante una crisis de acusaciones basadas en algunos documentos. Lo hacía con dos palabras: «¡Es falso!». Pero, lo cierto es que para nuestra defensa, hoy día, no bastan dos palabras, es necesario explicarse, y sobre todo por nuestra forma de vivir. Rajoy tendrá que explicarse y dejar que se pruebe la veracidad de sus palabras. Lo cierto, es que cualquiera que está al frente de una corporación ha de estar dispuesto a ser mirado con lupa, y a ser criticado. El problema es a lo que nos puede llevar esto, es decir, a un comportamiento de dar una imagen de lo que la gente quiere ver, más que lo que realmente hay. Esto ha significado para muchos, que los líderes sean revestidos por una especie de aureola, como si ellos estuvieran por encima del bien y del mal, en un estado de «seudoperfección etérea». Ejemplo de esto vemos en la política, en la familia real, y en los líderes religiosos, por poner algunos indicadores. Quizás en cuanto a esto, el papa dimisionario, Benedicto XVII, dejando un importante precedente en la historia, en este caso nos ha dado un buen ejemplo, al reconocer que no tiene fuerzas para continuar, que él también es débil; aunque seguramente, esto es ya algo que hace años le pasaba, pues hacía mucho tiempo que lo veíamos con bastante dificultad, incluso para moverse.
El único líder de este mundo que ha sido y es perfecto, señala la Biblia que es Jesús. Pero aun así, él fue enjuiciado, puesto en duda, y criticado tenazmente por muchos. Si comía, decían que era un bribón, y si andaba con gente de poco prestigio, o con mujeres de mala fama, se les relacionaba con ellos. El mismo Poncio Pilato, en base a la murmuración y crítica de los líderes religiosos y políticos le interrogaba:
¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?
Pero Jesús no le respondió ni una palabra;
de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho
(Mat. 27:13-14).
Su propia vida, su ministerio público, su forma de bendecir, era la mejor explicación en su propia defensa, además de que habría toda una explicación escrita, el mismo
Autor: Juan Manuel Quero
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