BUEN FIN DE SEMANA

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CRISTIAN FRANCO, 05/10/2012 | Probablemente estés necesitando lo mismo que yo: saber que no todo está perdido. ¡Ja! Se dice más fácil de lo que se puede creer, ¿no es cierto? Y probablemente así sea, mucho más sencillo expresarlo que vivirlo, encarnarlo y hacerlo parte de nuestro corazón. ¡Sí! De ese corazón que está allí, alicaído y tal vez un poco gastado porque “hay tanto allá afuera que conspira contra nuestra felicidad…”.

No sé. Le escapo a la práctica de una especie de modelaje personal que posiciona a determinadas gentes en un pedestal y relega a los demás, “al montón”, a una existencia más o menos –quizás “menos” que “más”– llevadera, en la que no queda otra que mirar de reojo a quienes parecieran disfrutar esa extraña alquimia de bienestares embebidos de consejos, prácticas y ensueños trasnochados. ¡Uf! Mucho egoísmo travestido de buena onda, paz y amor.

Pero aquí estamos, en ese día a día lleno de contradicciones, compartiendo suelos y paredes de distintas formas, variados colores y diversos tamaños, pero todo conjugado en el mismo escenario que pisamos desde que voceamos el primer grito hasta que exhalamos el último suspiro. ¡Ay!

Es difícil, eso sí que lo sé. Sembrar esperanza en tantas vidas diferentes no resulta nada fácil. A lo mejor sea algo imposible y esté malgastando mi tiempo. Y el tuyo. Igual me interesa intentarlo. ¡Total! Tanto derroche de horas por allí y por allá que las buenas intenciones nunca deberían ser consideradas una pérdida de nada. Sigo creyendo en las voluntades sinceras que procuran acercarse al prójimo porque, aunque pudieran estar erradas, ser estériles y al final no conducir a un éxito numerable, al menos habrán tenido el mérito de lograr movilizar desde la indiferencia a la simpleza de un gesto un poquito más humano.

Así que por eso escribo estas líneas. Algunas veces en tono más formal, otras haciendo uso de distintas variaciones genéricas del lenguaje. Y en ocasiones, como esta, dejando que las letras, desdibujadas y tal vez incompletas, se reúnan en un coro de palabras sin más propósitos que animar a quien me lee. Para que levante su mirada. Para que no se me quede en el camino. Para que alguna lucecita de esperanza se escurra por las rendijas de su minuto más oscuro.

Porque se me hace que nos falta más comunicación humana, de calidad. Esa que, al decir del reconocido actor y escritor Enrique Pinti, “solo se logra con el contacto emocional, la confesión íntima, la comunión espiritual y el contacto físico del abrazo, la contención, la fidelidad a sentimientos, el cuidado de guardar lo que los otros nos pidieron que guardemos y no traicionar la fe que algunos hayan depositado en nosotros”.

Escribo –te habrás dado cuenta ya– como quien dice cosas que intentan ser sinceras y a su vez lejanas de las magias prometedoras de nuestros días. Por supuesto que no puedo –ni quiero– escindir quien soy para complacer a todos. Le escapo a los disfraces para “caer bien” y a las obviedades religiosas que echan mano de una fraseología espantadora. Sí, escogí un camino distinto para expresarme. Hablar sin eufemismos pero sin obviedades. Compartir mis convicciones de fe sin fundamentalismos que agiten el diálogo. Aprender a escuchar, aprender a conocer, aprender a aprender de mi prójimo.

Y si luego de todo esto llegara a tener la ventura de servir como iniciador de una chispa, por más pequeña que fuera, ¡qué alegría!

Autor: Cristian Franco

© 2012. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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