SIN ÁNIMO DE OFENDER
Biblias intactas; mala señal...
(JORGE FERNÁNDEZ, 30/03/2012)
La encontré en el facebook y me emocionó.
Y debo reconocer que, a la saturada y sobreinformada parte de mi cerebro que recoge a diario información de Internet y de las redes sociales (lo que constituye parte de mi labor profesional), hay pocas cosas que la estimulen al extremo de provocarle una emoción. Y lo digo con todo respeto hacia los amigos que –algunos de forma casi compulsiva, diría yo- retuitean o comparten todo tipo de imágines, fotos y vídeos, cada cual más creativa y novedosa, con mensajes (¡en todos los idiomas!), eventos o aplicaciones recreativas de las más variadas.
Con semejante cantidad de reclamos audiovisuales, al cabo de unas horas y unos días, uno queda un poco insensibilizado –¡ahogado, cabría decir!- ante la magnitud del tsunami informativo.
Para sobrevivir a ello, pues..., no cabe otra cosa que ser selectivos. Y yo creo que ni hace falta proponérselo; el propio cerebro de uno desarrolla los ‘anticuerpos’ necesarios para rechazar o aceptar, de forma casi refleja, todo aquello a lo que nuestra escala de valores, instalada en lo más profundo de nuestra conciencia (o inconciencia), concede un lugar de prioridad o preferencia.
Por eso, creo yo, cuando uno es todavía un novato en el uso de las redes sociales, se siente en la obligación de comentarlo todo y marcar ‘me gusta’ en todos los enlaces que cuelgan nuestros amigos. ¡Aunque solo sea por cortesía! Pero, conforme va pasando el tiempo, el usuario experimentado se da cuenta de que los códigos son otros y que no se pierden amigos por ‘olvidarse’ de comentar un enlace. Y al final, es el cerebro el que decide, como comentaba antes, de forma casi automática.
Pero sucede que, de vez en cuando, hay una imagen, un comentario, o un pensamiento, que sacuden y despiertan a nuestra adormecida conciencia. Normalmente, ese despertar lo produce algo que nos provoca una emoción. Puede que sea una emoción negativa –enojo, indignación, rechazo-, o puede que sea una emoción positiva –alegría, risa, empatía, entusiasmo...-.
Y, emoción fue lo que me causó ver la imagen de esta Biblia subrayada que acompaña a estas líneas. La imagen, y por qué no decirlo, la frase que la acompaña, atribuida al ‘príncipe de los predicadores', el inglés Charles Spurgeon.
Pensé en la primera Biblia que dejé en ese estado; y las que le sucedieron después, hasta la que uso hoy día en mis lecturas devocionales diarias. Con huellas y anotaciones de todos los colores y, en mi caso, con alguna gota verde de mate mañanero. ¡Es que hay hábitos que se adoptan juntos! Y sucede que, en el país donde yo aprendí a amar la Palabra de Dios, se leía con mate, se oraba con mate, se estudiaba con mate e, incluso, en algún rincón del litoral argentino (¡y perdón a los hermanos sensibles!), ¡se celebraba la Santa Cena (eucaristía) con mate!
Como dice una conocida canción popular de Pancho Martell: “La Biblia el mate y el amanecer, renuevan mi fervor por Él...” [*].
Pero, dejando el mate a un lado y volviendo a la imagen... y a la frase de Spurgeon, ¡cuánta verdad encierran!
Vivimos tiempos muy difíciles, donde muchos de nuestros sueños más hermosos se están rompiendo a nuestro alrededor, delante de nuestros propios ojos. Y también hay muchas personas rotas... quebradas por el dolor, la tristeza y la desesperanza. Sin embargo, ante ese panorama, se ven muchas biblias “intactas”, luciendo hermosas en las estanterías de elegantes Bibliotecas públicas, en los escaparates de las librerías cristianas, o en los bancos de las iglesias... sin que nadie las lea, las subraye y “las rompa” de tanto usarlas...
También –triste es reconocerlo- demasiadas biblias intactas en las casas de muchos creyentes.
¿No será por eso que, a veces, se ve a tantos creyentes “hechos pedazos”?
Autor: Jorge Fernández
[*] “Las cosas sencillas de la nueva vida” (Pancho Martell y el Trío Mar del Plata)
© 2012. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.
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