"ITINERARIO HEBREO DEL POLITEÍSMO AL MONOTEÍSMO" (PARTE III)
Entre Egipto y Canaán
Tercera entrega de esta serie del Dr. Máximo García que se inscribe en la línea de investigación que el autor ha desarrollado en obras anteriores y propone un recorrido por los principales temas de la Biblia y de la teología cristiana

Foto de Taylor Flowe en Unsplash
(Máximo García Ruiz, 29/10/2025) | Como nómadas que eran, el clan abrahámico ocupó un tiempo impreciso deambulando entre territorios próximos a Egipto y a las propias tierras de Canaán sin fijar un destino definitivo, aunque sin perder de vista Canaán, un territorio que, en todo caso, para poseerlo, debería ser previamente ocupado y conquistado.
Los 400 km. de distancia entre ambos territorios, Egipto y Canaán, y su propia condición itinerante, facilitaban esa movilidad, sin perder el arraigo a sus tradiciones religiosas, sobre las que ya hemos apuntado que no disponemos de evidencias de que hubieran sido sensiblemente modificadas hasta mucho más tarde; todo ello sin perder de vista la idea de instalarse en Canaán de forma definitiva, objetivo de su desplazamiento.
Durante su primera incursión en Canaán, Abraham levanta un altar a Yahvé (así lo relata el texto bíblico). Los santuarios cananeos se hallaban en los montes o collados o en recintos sagrados al aire libre con piedras toscamente labradas erigidas como altar y con troncos de árboles cuyo conjunto recibía el nombre de asera, de donde se deriva el nombre de la diosa femenina Asera a quien se prestaba adoración a través de esos altares.
Parece que Abraham participa de esa costumbre, consistente en levantar altares de ese tipo, una práctica común que aprendieron los hebreos de los pueblos cananeos. Que el altar se levante para honrar a Yahvé es una evidencia de que se trata de un texto redactado posteriormente, cuando el nombre adjudicado al Dios de Israel había sido adoptado por los hebreos. Levantar altares de ese tipo era una práctica muy extendida entre las diferentes religiones de la época que, por supuesto, no acredita una creencia monoteísta desarrollada.
Cabe también la posibilidad de que Abraham esté en el proceso de descubrir el nombre de Yahvé aplicado a un Dios prominente, que tal vez relacionaría con su propia experiencia vivida de forma incipiente en Ur. Y si bien hasta entonces no se le conoce una religión determinada, ese hecho pudo ser considerado como experiencia inicial en el tránsito de una experiencia religiosa más sólida.
Insistimos en que la reiterada alusión a Yahvé por parte del narrador, en ése y otros contextos, es un recurso desde la fe monoteísta que se consolidaría más adelante. En el relato veterotestamentario se convertirá en algo habitual y normal el decir Yahvé dijo o Yahvé me dijo, para indicar el sentimiento personal e íntimo de alguien que considera que está siendo guiado por Dios (Yahvé) y/o haciendo su voluntad; o de alguien que es testigo de sus actos y manifestaciones de fe. Algo semejante ocurre en nuestro tiempo en determinados sectores de cristianos que utilizan el “Dios me ha dicho” para aclarar o justificar cualquier cosa, o cualquier decisión, desde el convencimiento de que Dios es su guía permanente que, con frecuencia, se torna en una mera muletilla del lenguaje religioso.
Los asuntos no le fueron bien a Abraham en esa primera estancia en Canaán a causa de una hambruna que asolaba la tierra y decide encaminarse a Egipto, recorriendo los 400 km. aproximados que separaban ambas regiones, en busca de una situación más confortable. Es entonces cuando se produce la lamentable escena de la falta de ética del patriarca con respecto al peligro que, tal vez, pudiera correr a causa de Sara, dada su hermosura, al ser deseada por los egipcios (cfr. Génesis 12:10 y siguientes), motivo por el que Abraham y los suyos tuvieron que abandonar Egipto, deambulando nuevamente de un lado a otro, tiempo que daría lugar al crecimiento de su patrimonio, al aumento muy considerable de su clan y al desencuentro con su sobrino Lot, además de las trifulcas con los otros clanes que moraban en esos territorios.
El capítulo 14 de Génesis introduce una historia muy singular en lo que al monoteísmo/politeísmo atañe. Su protagonista se llama Melquisedec, un personaje singular que ostentaba dos cargos relevantes: rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo; una duplicidad de funciones que resultaba algo común en la época y cultura que nos ocupa.
Todo hace deducir que se trata de una escena fuera de lugar, un añadido ajeno al relato que analizamos y que, por razones desconocidas, el narrador considera que es conveniente situar en este contexto. ¿Quién era Melquisedec? ¿Qué vínculos mantenía con Abraham? ¿A quién se está haciendo referencia con el título de Altísimo o Dios Altísimo y qué significado y alcance tenía ese título? ¿Por qué ofrece Abraham a Melquisedec el diezmo de su botín de guerra? Aparte de las especulaciones que pudieran ocurrírsenos, no existe una respuesta razonable.
Otro dato curioso que conviene aclarar es el referido a Salem y Jerusalén, así como su alcance y significado. En primer lugar, indicar que cualquier conexión de Salem con Sión o con Jerusalén (cfr. Salmo 76:3) es propia de deducciones posteriores en el tiempo, que no se corresponden con la época de Abraham, aparte de que Salem y Urusalem, en su origen, son nombres de dioses fenicios, disquisición en la que no está justificado que entremos nosotros ahora, puesto que todos esos nombres son, en su origen, nombre teofóricos, es decir, apelativos de la divinidad, en uno u otro momento histórico, como ocurre con El, Elohim, Elyon, con gran relevancia en diferentes relatos de la historia hebrea.
El relato bíblico es suficientemente explícito al mostrarnos que en la Canaán de Abraham y de sus descendientes, convivirán tres manifestaciones divinas: El, Baal, prominentes durante mucho tiempo, y Yahvé, aparte de otros dioses de menor relevancia y protagonismo, como la diosa Aserá, si bien el que con el tiempo fue cobrando mayor protagonismo y terminaría prevaleciendo para Israel, imponiéndose sobre todos ellos sería el representado por Yahvé-Jehová, una vez que se le incorporan las vocales.
La supremacía de Yahvé sobre otros dioses sería una tarea ardua y de no fácil implantación. En el peregrinaje de las tribus hebreas hacia Canaán, bajo el liderazgo de Moisés primero y de Josué después, queda evidente la resistencia por parte del pueblo a olvidar sus prácticas religiosas incorporadas en Egipto. La idea del Dios único parecía ir cobrando adeptos, pero muy lentamente. Ya instalados en Canaán en proceso de identificar al Dios único con Yahvé se produce una evidente resistencia hasta el siglo VI a.C., cuando se instaura el judaísmo como religión única bajo Esdras y sus escribas, ya en el destierro, en tiempos de los persas. Pero antes de llegar a ese momento, seguiremos el itinerario que nos hemos marcado.
La presencia de “otros dioses” será continua, como confirma posteriormente la permanente denuncia de los profetas, cuando la sensibilidad monoteísta se va desarrollando. Podemos apreciar con dos ejemplos paradigmáticos esa vinculación con la idolatría: el becerro de oro que levantan los hebreos cuando la ausencia de Moisés les acobarda (Éxodo 32), y, ya en otro momento histórico, la exhibición de fuerzas de Elías en el monte Carmelo enfrentándose en nombre de Yahvé con los sacerdotes de Baal, (1 Reyes 18:20 ss). Estos y otros episodios semejantes, sin olvidar el frustrado sacrificio de su hijo Isaac, algo que Abraham estaba dispuesto a cumplir en “obediencia a Dios”, muestran que aún están, tanto el patriarca como sus descendientes, muy lejos del monoteísmo yahvista.
Con el frustrado sacrificio de su hijo Abraham muestra estar identificado con prácticas muy comunes entre los cananeos, los fenicios y otros pueblos contemporáneos, que ofrecían a los dioses sacrificios humanos, según ha sido confirmado por los hallazgos arqueológicos realizados en la zona. Los hijos primogénitos eran la ofrenda más preciada.
Dado que la redacción definitiva del texto de Génesis se producirá en fecha muy posterior, a partir de cuatro documentos ya cargados de ideología yahvista[1], todo el texto queda ajustado a identificar a Abraham y a sus descendientes con Yahvé, cuando todo apunta a que, como venimos afirmando, no será hasta la época de asentamiento en Canaán, después de la estancia en Egipto, cuando los hebreos descubran a Yahvé quién, progresivamente, va decantándose como Dios principal, hasta terminar siendo considerado como Dios único.
Otro dato a tener en cuenta es que los sacerdotes y los profetas jugarán un papel muy importante en ese proceso; de los profetas nos ocuparemos más adelante; en lo que a los sacerdotes se refiere, recordar que son concebidos como intermediarios entre una divinidad y una religión determinada que, a su vez, representa los sentimientos y prácticas religiosas de los fieles que se identifican con esa religión y, al igual que ocurre con los profetas, llegarán a ocupar un papel relevante en lo que a la historia de Israel se refiere. Pero tanto unos como, sacerdotes y profetas, otros mostrarán su protagonismo en el conjunto de la historia hebrea más adelante.
Con la expresión “Dios altísimo” atribuida al dios de quien Melquisedec es presentado como sacerdote, parece que se nos está ofreciendo alguna pista en el sentido de que, ya en ese tiempo pudiera empezar a perfilarse la idea de un Dios superior a los otros dioses cananeos. Incluir el nombre de Yahvé en esa presentación tiene toda la pinta de ser una adición posterior, tal y como ya hemos indicado anteriormente. Lo que sí es evidente, es que estamos haciendo referencia a una época anterior a la existencia de una religión monoteísta en el entorno del clan abrahámico. Muy bien podría hacerse referencia a que Melquisedec fuera sacerdote de El, el dios cananeo cuyo nombre terminaría en Elohim, una de las formas utilizadas para referirse al Dios de Israel.
A la pregunta de por qué ofrece Abraham sus diezmos a Melquisedec en su condición de sacerdote del Altísimo, a falta de datos más específicos, únicamente cabe, como ocurre en otros casos, la deducción un tanto especulativa. Abraham mantiene una actitud respetuosa hacia un sacerdote prominente y rey de uno de los reinos de Canaán con el que probablemente mantenía algún tipo de conexión religiosa, previa al desarrollo entre el incipiente pueblo hebreo de una religión propia. Recordemos que, siguiendo el relato bíblico, el primer sacerdote conectado con la práctica religiosa hebrea sería Aarón, el hermano de Moisés, del que aún no se da cuenta en ese tiempo.
Lo cierto es que Melquisedec pasó al imaginario judío como referente de un sacerdocio vinculado a la religión hebrea, a quien se menciona en diferentes libros de la Biblia. El Salmo 110 dice: “…sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”, (vr. 4).
*** Notas:
[1] Según la hipótesis documentaria la Torá, o Pentateuco, fue escrita a partir de cuatro fuentes diferentes: Yahvista(J), siglos X y XI; Elohísta (E), hacia siglo VIII; Deuterocanónica (D) siglos VII y VI; y Sacerdotal (P), entre siglos VI y V.
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(Próxima entrega: IV– Etapa egipcia)
Autor: Máximo García Ruiz. Octubre 2025 / Edición: Actualidad Evangélica
© 2025- Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
*MÁXIMO GARCÍA RUIZ, nacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Historia de las Religiones, Sociología e Historia de los Bautistas en la Facultad de Teología de la Unión Evangélica Bautista de España-UEBE (actualmente profesor emérito), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 31 libros y de otros 14 en colaboración, algunos de ellos en calidad de editor.
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