APRENDER A DESAPRENDER / por JUAN MANUEL QUERO
La Primera Comunión de nuestros hijos y la de todos
"El significado de la comunión, también llamada en la Iglesia Católica «eucaristía», tiene una sentido muy diferente para los creyentes evangélicos."
Imagen de Tobias C. Wahl / Pixabay
(JUAN MANUEL QUERO, 01/06/2025) | «La primera comunión» se considera, ya por muchos, como algo que forma parte no solamente de los sacramentos de la Iglesia Católica, sino también de lo cultural. El motivo de esto, es que ha adquirido una serie de connotaciones y costumbres que se siguen en muchos países.
Recuerdo, en los años 60, y más concretamente en torno al 1967, cuando, yo mismo hice mi primera comunión. Vestido con traje de gala de marinero, con crucifijo, guantes blancos, rosario y «libro de la primera comunión», que contenía un pequeño misal con encuadernación de nácar. Vienen a mi memoria las fotos, que como recuerdo de este acto se entregaban a los invitados que venían a la celebración y que ha cambio te daban algún regalito. No voy a valorar todas estas cosas, pero lo cierto es que no tengo memoria nada más que de lo mencionado, y no de lo que realmente tenía que ver con la comunión en sí, y de lo que esto implicaba.
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Foto de Juan Manuel Quero, haciendo la primera comunión, con unos 7 años de edad (1967). Siguiendo las costumbres, o imposiciones de los años 60 en España. |
Cabe esta reflexión, porque lo cierto es que esto con el paso del tiempo ha adquirido un tremendo eco social. Las fiestas que se realizan llegan a parecerse, en muchos casos, como a las de una boda. Cuantiosos y valiosos regalos que crean gran expectación en los niños, así como vestidos y trajes que, con todos los detalles de la celebración, supone un gran desembolso para los padres.
Sobre todo lo anterior se podría hacer un análisis muy interesante, pero como no es tampoco el propósito ahora ni hay espacio para ello, se invita a que cada uno lo haga de forma personal. Lo que sí hemos de decir, es que los evangélicos también tienen su primera comunión, pero que nada tiene que ver con lo anterior, tanto en sus formas como en la doctrina que la motiva.
El significado de la comunión, también llamada en la Iglesia Católica «eucaristía», tiene una sentido muy diferente para los creyentes evangélicos. En la teología católica se entiende que la sagrada forma, o ese pan ácimo u hostia que es consagrada, se transustancia en la misa en el mismo cuerpo de Jesús. Los creyentes que han sido bautizados previamente y que no están en pecado —por lo que es recomendable confesarse y recibir la absolución del sacerdote—, participan así cada domingo de la comunión para recibir a Cristo. Es por ello que tanto en la primera comunión, como cuando los creyentes en general comulgan, se cree que se está recibiendo literalmente a Jesús.
Para el pueblo evangélico o protestante en general no es así. Aunque los evangélicos no son contrarios al nombre de «eucaristía» usado más bien por los católicos, el nombre más habitual en el contexto protestante es el de «santa cena», o «cena del Señor», o «partimiento del pan», entre otros. Los evangélicos no creen que el pan y el vino se transustancien en el cuerpo y la sangre de Jesús[1]. En términos generales se cree que es un acto conmemorativo, por medio del cual se recuerda la crucifixión de Jesús, para redimirnos, simbolizando el pan su cuerpo, y el vino su sangre. Están invitados a participar todos los que ya han sido bautizados, como parte del culto. Los que son bautizados, posteriormente podrán participar por primera vez de este acto. No obstante, la cena del Señor no es imprescindible en todos los cultos; y para los evangélicos tampoco entraña un sacramento, con la significación que le da la Iglesia Católica. Hay iglesias que tienen esta celebración todos los domingos, pero otras la tienen mensualmente, o cuando hay eventos especiales.
En las iglesias reformadas o históricas y las de confesión anglicana, suelen existir algunos matices diferentes en la significación de este acto, apuntando sobre todo a la presencia de Cristo en esta celebración, pero, no como transustanciación. Como no es tampoco el propósito aquí, no entraré a tratar los diferentes conceptos que se dan al respecto, como es la presencia dinámica, o la consustanciación, que menciono para quien quiera ahondar más en ello, pueda considerarlo.
Hablando de los evangélicos o protestantes, se hace necesario ir de nuevo al Evangelio, para poder descubrir el trasfondo y enseñanza de esta celebración. Está muy arraigada en el origen de la fiesta de la Pascua (Éxodo 12). Una fiesta de carácter familiar, en la que el día 10 de Nisán se conseguía un cordero, el 14 se sacrificaba y se recogía la sangre para untarla en los dinteles y postes de las puertas, y el día 15, primer día de pascua se formaba el gran banquete que era acompañado de salsa, pan ácimo, hierbas amargas, vino, etc.
El padre tenía que explicar el sentido del ritual para que todos lo recordaran bien, y esto es lo que Jesús, en una actitud paternal y con una nueva enseñanza hace, pero no sin antes mostrar la satisfacción de estar en ese momento con ellos (Lucas 22:15). Todos aquellos corderos eran el antitipo de Jesús[2]. Aunque cada año se sacrificaban unos 250.000 corderos por los judíos, siempre se hablaba del sacrificio del cordero dirigiendo así este acto «al Cordero de Dios» el único que quita el pecado del mundo.
El Señor Jesús estaba dando gracias por esos momentos, por el tiempo que estaba teniendo con los suyos. Jesucristo no se sentía desdichado, sino al contrario gozoso por poder entregar la vida por todos, por poder ponerse en lugar de un cordero, que ya no solamente hablaría de un pueblo liberado, sino de una salvación eterna que sería extendida a partir de entregarse en la cruz por todos. Por eso nosotros también debemos dar gracias cuando celebremos la cena del Señor, porque estamos recordando el amor tan grande que Cristo siente por nosotros, ya que, aún en el borde de la muerte decía: «¡Cuánto he deseado comer con vosotros!»
El pan siempre había representado el alimento por excelencia. Partir el pan con el hambriento no era darle pan literalmente, sino alimentarle, cuidarle. El pan era un símbolo de alianza (Génesis 31:54). El pan que se utilizaba en la pascua era ácimo, ya que en esta fiesta estaba prohibida la levadura (Éxodo 12:15, 19). La levadura fermentaba el pan y en la fermentación se concebían síntomas de descomposición, y como consecuencia de impureza. La levadura ilustraba el pecado. El pan simboliza el cuerpo de Cristo, que no teniendo pecado es entregado por todos como si lo tuviera. Comer de este pan exige que antes nos hayamos arrepentido de nuestras faltas y nos hayamos entregado al único que nos limpia de todo pecado (1ª Corintios 5:7, 8).
Palestina tenía fama de ser una de las zonas más importantes de la producción vitícola. Parece que además el vino que bebían era tinto (Génesis 49:11). Formaba parte de algunos sacrificios y ofrendas, y era fermentado (Números 28:7; Éxodo 29:40 s.). Con el vino se simbolizaba la sangre de Jesús en la nueva celebración. Jesús pudo ver en ese vino su propia sangre derramada. La sangre nos indica la expiación. La sangre del cordero en los dinteles de las puertas era lo que señalaba la expiación. En los sacrificios de expiación se derramaba sangre (Éxodo 30:10; Hebreos 9:22).
El partimiento del pan nos habla de algo muy importante en la cena del Señor, y es lo que señalamos al principio, esa unidad práctica, es decir, la participación: «Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan» (1ª Corintios 10:17). La Santa Cena también nos habla de una misma doctrina en nuestra unidad práctica, tal como vemos en Hechos 2:42, que nos dice que «perseveraban en la doctrina de los apóstoles»; o como nos indica Efesios 2:20 «edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo». Es básico tener una misma enseñanza, donde Cristo sea la base. Y es necesario así participar del significado real y personal que suponga para mi vida lo que Dios nos ha legado para servirle.
La cena del Señor no nos expía de pecados; no nos reconcilia, nos habla de lo que ha ocurrido por nosotros. Nos indica dónde está la base de la reconciliación del perdón; quién es el único que tiene todo el poder para salvarnos. Nos confirma y nos reorienta en nuestra forma de vivir recordando cómo Jesús vivió y murió entregándose por todos.
Tomar la cena del Señor es darle gracias a Dios, confirmando el compañerismo y el amor que tenemos como familia. El Señor no pudo comer el pan en el templo, como era la costumbre, porque estaría lleno de gente, pero Él estaba gozoso porque aunque no estaba en «la casa de su Padre», a partir de su resurrección estaría en la vida de muchos. «¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!» (Lucas 22:15). Los evangélicos expresan así también, lo que supone una invitación de Jesús, para que todos podamos participar, con el significado que ello tiene.
*** Notas:
[1] Para no repetirnos y ver otros aspectos relacionados con este tema remitimos a la sección anterior: «No hay sacrificios ni altares».
[2] De forma muy resumida, podemos decir que un antitipo en teología es una prefiguración de una cosa o persona, que se presenta posteriormente.
Autor: Juan Manuel Quero Moreno
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