APRENDER A DESAPRENDER / por JUAN MANUEL QUERO
La influencia de los evangélicos en la cultura y en el progreso
"En España se aplicaría el castigo físico como parte de la pedagogía, pero, esto estaba en el polo opuesto de lo que sería la Pedagogía de la Reforma… En la infancia los niños tendrían que aprender disfrutando."
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(JUAN MANUEL QUERO, 02/05/2025) | Es importante aclarar, ante las corrientes de falsas enseñas que han querido dejar la idea de que el protestantismo es algo ajeno a la cultura en España, que esto no es cierto. La cultura en España también ha sido imbuida o construida, de forma muy considerable, por el pueblo protestante. En esto también hay que «aprender a desaprender».
La Reforma Protestante del siglo XVI sería fundamental para que el sistema educativo en España y en otros lugares del mundo se modernizara. Durante mucho tiempo esto fue ocultado, o desconocido, incluso desde el ámbito de la Universidad en España. Gracias al esfuerzo de diferentes investigadores en las disciplinas históricas, pedagógicas y en las de otros ámbitos, esto ha ido cambiando. Actualmente se pueden localizar libros en muchas bibliotecas, y existen publicaciones diversas, que documentan con profusión de detalles esta realidad.
Quien estudia magisterio o pedagogía suele conocer a Juan Comenius, Enrique Pestalozzi, Federico Froebel, Karl Christian Friedrich Krause, y otros muchos de referencia obligada; pero lo que no saben es que todos ellos eran protestantes, y sus principios surgieron del entorno de la Biblia, impulsando el desarrollo intelectual y cultural de los pueblos a través de escuelas y pedagogías adecuadas, en diferentes lugares del mundo y también en España.
La Biblia fue el motivo por el que surge lo que se llamó la «Pedagogía de la Reforma». El hombre se tenía que hacer responsable de su fe, siendo la Biblia el centro de toda regla espiritual para su vida. El mensaje de la Biblia sería el mismo causante que impulsaría a tener muy en cuenta lo que dice el Evangelio: «Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Juan 8:32). Uno de los grandes obstáculos sería el analfabetismo que estaba muy generalizado, ya que solamente unos pocos tendrían acceso a la escuela. Por ello habría que hacer algo para que todos pudieran leer la Biblia. La gente debería de tener la posibilidad de buscar por ellos mimos dirección en su fe, por su propia razón personal. Esto conllevó la necesidad de una educación para todos —sin distinción de edad, raza, clase social o sexo— dando posibilidad para que los alumnos tuvieran los recursos necesarios, así como la gratuidad de la educación para quienes no pudieran pagarla.
Con el reformador Martín Lutero a la cabeza, se destacaría la importancia de la educación desde el hogar, y con los padres como máximos responsables. Abogaría así por un control de la enseñanza, centrado no en la iglesia, sino en la autoridad laica. El énfasis en los principios educativos involucrarían siempre a los padres, reforzándose esto en el siglo XIX en España, hasta llegar a lo que serán las actuales «AMPAS» (Asociación de Madres y Padres de Alumnos). Por lo que no se fuerza nada la historia de la educación en España, cuando decimos que el origen del «AMPA» se puede vislumbrar en la Reforma Protestante.
Hace unas décadas, en España, se aplicaría el castigo físico como parte de la pedagogía, pero, esto estaba en el polo opuesto de lo que sería la Pedagogía de la Reforma. Así mismo la pedagogía protestante rechazaría estricta y visceralmente cualquier método violento o constrictivo. Los niños tendrían que disfrutar con los estudios, como si de juegos se trataran. En realidad, todo el sistema que desarrollaría el pedagogo protestante Federico Froebel tendría una base importante en esto. En la infancia los niños tendrían que aprender disfrutando. Así se abrirían centros educativos que serían llamados «Kindergarten», es decir, «jardines de infancia» conocidos actualmente en todo el mundo.
España, en la primera parte del siglo XIX, era uno de los países que tenía mayor analfabetismo en Europa. Esto sería una gran limitación, que habría que contrarrestar, para que pudiese entrar el conocimiento, la cultura, y sobre todo la Palabra de Dios. Algunos entrarían en España para aportar algo al respecto. William Rule, Pastor evangélico, será quien abra en Cádiz la primera escuela evangélica en España, en el año 1835. Esta sería una escuela gratuita y co-educacional[1], algo que en aquel tiempo sería totalmente novedoso e incluso arriesgado, de ahí la fuerte oposición que de forma inmediata tuvo.
Jorge Borrow sería otro personaje protestante que aportó mucho en España. Fue un intelectual que se propuso dar a conocer el Evangelio, y para ello luchar contra el analfabetismo. Dominaba muchas lenguas y además escribiría en los idiomas árabe, armenio, hebreo, galés, euskera y caló. Manuel Azaña, uno de los presidentes de la Segunda República en España, traduciría y prologaría su libro «La Biblia en España». Se relacionó con las clases más altas y las más bajas. Viajará por España entre 1836-1849, intentando sacar de la marginación a los más desfavorecidos. Colaboraría especialmente con el pueblo gitano, con él cual convivió un tiempo.
Santiago Thomson, educador y pedagogo escocés, sería otro que en la España de 1845, como adalid del lancasterianismo o enseñanza mutua, promovería este sistema pedagógico.[2] En este tipo de educación no se enseñaba religión, pero utilizaban la Biblia como manual de lectura. Ya desde 1812, se extendería este método en España.
La aportación de estos protestantes, entre otros muchos, sería seguida por muchos educadores españoles. El protestantismo tuvo a la escuela como una de las instituciones más importantes de la sociedad. Sería a partir de 1868, con la Revolución de la Gloriosa, que España abriría sus fronteras, en un cierto, marco de libertad. Comenzarían a abrirse iglesias evangélicas, y con la creación de estas iglesias, también se abrirían colegios. En poco tiempo, las zonas donde se abrían colegios, la población solía tener una mayor alfabetización de lo que era la media en el país.
Un ejemplo de la influencia que la enseñanza protestante tendría en la sociedad española, la vemos en el mismo Colegio Evangélico de Bilbao, donde estudiaría Indalecio Prieto, Ministro durante los gobiernos de Azaña y Negrín. Incluso Unamuno, el sobresaliente literato español, habla de José Marqués maestro de este colegio, dando a entender, o deduciéndose de lo que explica, que también había sido alumno suyo.
El cristianismo auténtico, el que se basa en Cristo según la Biblia, dignifica las culturas de los pueblos y sus propias razas, sin ningún tipo de discriminación. Cuando hablamos de la Biblia, ‒que para la Reforma Protestante, y para los evangélicos en general, sería la norma vital para transformar las sociedades‒, nos encontramos con algo muy diferente. El cristianismo valora y respeta las culturas y las razas, pero no se ciñe a un pueblo étnico determinado, sino todo lo contrario.
El mensaje de la Biblia se transmite por medio de diferentes culturas y razas, y la Palabra de Dios toma forma de «escritura», transmitiéndose estratégicamente en lugares de paso de culturas y de pueblos muy diversos. En ella podemos ver cómo Dios valora a un etíope africano, a una mujer samaritana, a un pueblo judío, caldeo, latino o griego. El mensaje de la Biblia sería para todos los pueblos, para todas las etnias. La predicación del Evangelio no es el mensaje de una cultura determinada, sino que es la proclamación acerca de Jesucristo que murió por todas las personas y pueblos. El protestantismo manifestaría muy seriamente, que lo que realmente daría valor a los pueblos con sus diversas culturas, sería el mensaje de salvación que implica unidad en la diversidad, que implica un cielo eterno en el que caben todos.
Uno de los dos primeros hombres en recibir el Premio Nobel de la Paz era protestante. Este fue Jean Henri Dunant, el fundador de la Cruz Roja. Procedía de una familia evangélica, destacada también por su entrega por los demás. Él estudió en un colegio calvinista, y siguió el ejemplo de sus padres, para ser un discípulo de Cristo. Como cristiano protestante, tuvo un gran amor a Dios, y su filantropía le hizo desprenderse de muchas riquezas, pasando de millonario a mendigo, fundando la Cruz Roja y la Media Luna Roja. Para ello tuvo que realizar una gran campaña de sensibilización, de manera que los gobiernos pudieran aceptar esa neutralidad en las guerras, que permitiera atender a los heridos. En 1901 sería reconocido, junto a Fréderic Passy, con el primer Premio Nobel de la Paz.
Este no sería el único protestante que lucharía por los derechos humanos, y que serviría así a la humanidad. A lo largo de la historia, y en diferentes lugares han sido otros, los que también tendrían este reconocimiento. Mencionaré solamente algunos, ya que, no hay espacio para mencionar a todos. Martin Luther King Jr., es otro de los protestantes reconocidos no solamente con el Premio Nobel de la Paz, que lo recibió en 1964, cuando tan solo tenía 35 años; al que de forma póstuma le serían concedidos otros muchos premios. Albert Schweitzer, alemán destacado como filósofo, teólogo, músico y médico misionero, sería Premio Nobel de la Paz en 1952. En su filosofía estaba el principio de «reverencia por la vida». Volcado para poner en práctica su fe luterana, dedicó gran parte de su vida para que los más desprotegidos fuesen cuidados. Fundaría con ese propósito un hospital en lo que hoy es el actual Gabón en África. El anglicano Desmond Tutu, Premio Nobel de la Paz en 1984, concedido este por sus esfuerzos para intervenir en Zimbabue, con el propósito de poner fin al «apartheid». Trabajaría, incluso muy cerca del presidente de Sudáfrica Nelson Mandela.
El Premio Nobel de la Paz a tantos protestantes no es la única constancia de que la fe evangélica conlleva este compromiso. Esta realidad se plasma en todas las áreas de la Historia de la Reforma Protestante y del protestantismo en general. Serían muchos los misioneros que entregarían sus vidas aportando a la humanidad lo mejor que Dios les había concedido. Formarían escuelas y hospitales en lugares inhóspitos, y darían a conocer el amor de Dios, amando y presentando el mensaje de salvación que de forma clara enseñan Las Escrituras. Podríamos mencionar algunos ejemplos que, entre otros muchos, tuvieron gran resonancia e influencia social, como Guillermo Carey, Hudson Taylor o John Gibson Paton.
La salvación que se predicaría en la Reforma Protestante no sería solamente algo espiritual, sino que también sería un asunto social; o explicándolo de otra forma, lo espiritual se entendía como algo no solamente vertical, sino transversal, pues en definitiva esto es la cruz. Lo espiritual para la Reforma Protestante trascendería a lo social, al ser humano con sus estructuras internas y externas. Las buenas obras son consecuencia de la autenticidad de la fe; y la Reforma Protestante era auténtica.
*** Notas:
[1] Enseñanza para niños de ambos sexos.
[2] Este era un sistema pedagógico que sobre todo en países de pocos recursos se llevó a cabo y que consistía en preparar monitores entre los alumnos para que fuesen ayudantes del maestro titular y siguiendo las pautas dadas, ayudasen al resto de los alumnos. El nombre de lancasterianismo viene de uno de sus fundadores que fue un evangélico, cuáquero inglés.
Autor: Juan Manuel Quero Moreno
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