SIN ÁNIMO DE OFENDER / por JORGE FERNÁNDEZ
Si huele a lobo, anda como un lobo, y aúlla como un lobo… ¡entonces es un lobo!
“La posibilidad de que los cristianos podamos ser engañados por Satanás y sus servidores es un peligro mucho mayor del que nos gustaría admitir y sobre el que se nos advierte solemnemente a estar muy alertas..."
(JORGE FERNÁNDEZ, 07/03/2025) La figura del lobo, como se sabe, es utilizada en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, para describir las cualidades depredadoras de gobernantes crueles y tiranos, derramadores de sangre inocente.
Así la utiliza el profeta Ezequiel, por ejemplo, para referirse a los gobernantes de Israel:
He aquí que los príncipes de Israel, cada uno según su poder, se esfuerzan en derramar sangre (…) Sus príncipes en medio de ella son como lobos que arrebatan presa, derramando sangre, para destruir las almas, para obtener ganancias injustas. (Ezequiel 22:6,27)
La misma expresión es utilizada por Sofonías para describir a los jueces de Judá y Jerusalén, que con nocturnidad y alevosía prevaricaban en lugar de impartir justicia:
… Sus jueces, lobos nocturnos que no dejan hueso para la mañana. (Sofonías 3:3)
Siglos después de estos profetas, encontramos a Jesús usando la figura del lobo, pero con un matiz muy importante. El énfasis en este caso no se hace sobre la crueldad depredadora del lobo, lo que para sus oyentes es una obviedad, sino en una clase de lobo muy particular cuya sola imagen se antoja bastante inverosímil: un lobo que se disfraza de oveja para destruir el rebaño. Ése es el falso profeta.
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. (Mateo 7:15)
En parecidos términos utiliza la figura el apóstol Pablo en su discurso de despedida ante los líderes de la iglesia en Éfeso, advirtiéndoles sobre la previsible actuación, en su ausencia, de falsos hermanos y de falsos pastores:
28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. 29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. 30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. (Hechos 20:28-30)
Cristianos engañados
La posibilidad de que los cristianos podamos ser engañados por Satanás y sus servidores es un peligro mucho mayor del que nos gustaría admitir y sobre el que se nos advierte solemnemente a estar muy alertas:
Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. (Mateo 24:24)
Personalmente, me tomo esta advertencia con la mayor seriedad. A mis 65 años -más de 50 en la Iglesia Evangélica- he sido engañado más de una vez por lobos disfrazados de corderos, aunque sin consecuencias graves para mí y los míos, por la misericordia de Dios.
Soy tan consciente de que puedo ser engañado con facilidad por el diablo si no estoy muy alerta, que a veces tengo que luchar conmigo mismo para no ser un cristiano desconfiado y escéptico, actitudes tóxicas, éstas, que contaminan el manantial del espíritu.
Pero tampoco es cuestión de ser un crédulo. Creyente, sí. Crédulo, es decir, alguien que se cree cualquier cosa, no. “Mansos como palomas y prudentes como serpientes”. Pues, eso.
Foto de Anthony Sebbo en Unsplash
El desparpajo del lobo contemporáneo
En estos días, estamos asistiendo a un hecho realmente insólito (iba a calificarlo de inédito, pero me corregí, porque esto no es nada nuevo; ya ha pasado muchas veces y pasará).
Lo que estamos viendo hoy es cómo los lobos se exhiben sin pudor y se pasean entre los rebaños con total impunidad y sin disimulos , sin que ello parezca inquietar o preocupar a las ovejas. Al contrario, a éstas incluso les parecen divertidos, les ríen las gracias y les aplauden las ocurrencias. Más aún, aquellos les han hecho creer que ¡ellas también son lobos! (O, al menos, ovejas empoderadas y, por supuesto, muy diferentes -y superiores- al resto de las ovejas).
Vemos con estupor cómo las naciones de la tierra, rebaños que tras muchos fracasos, dolor, sufrimiento y guerras fraticidas, abrazaron los ideales de la democracia, los derechos humanos y la libertad, hoy toleran (e incluso aplauden) liderazgos que ya no necesitan la piel de cordero para imponerles “azotes y escorpiones”[1], sino que se los anuncian a la cara, con total desparpajo y sin disimulos. Un presidente de un gran país inmensamente rico (que hoy inexplicablemente está en ruinas) afirma que “la justicia social es una aberración”. ¡Y las ovejas tan campantes! Otro líder mundial anuncia que va a contaminar el planeta, que va a violar flagrantemente los derechos humanos y va a negar la asistencia social y médica a las personas más vulnerables, y se le vota y aplaude. Las grandes potencias ya no necesitan fabricar excusas falsas, ni de la labor de espías que tramen complejas y ocultas conspiraciones para justiciar la invasión a un país más débil y despojarlo de sus riquezas naturales; hoy se hace, ¡y punto! No hay nada que justificar ni que explicar. “Al fin y al cabo, nosotros somos lobos y ellos son ovejas”, piensan.
Son lobos y no lo ocultan, y por eso pueden destruir los pilares de la democracia ante nuestras propias narices -separación de poderes, justicia, derechos humanos, justicia social, convivencia, igualdad, libertad, fraternidad- antes de que el rebaño tenga reflejos para, ni tan siquiera "dudar" sobre "si eso es bueno o es malo"...
¿Y en la Iglesia de Jesucristo?
A veces me imagino a Jesús hoy, en lo alto del Everest, mirando desde allí a todo el planeta, y sintiendo la misma compasión que sintió hace 2.000 años por las multitudes que vagan perdidas, como ovejas sin pastor. Pero luego recuerdo que no lo necesita. Hoy está en un lugar mucho más alto, en su trono a la diestra del Padre, liderando a su Iglesia -su verdadera Iglesia- y cuenta con ella para apacentar su rebaño.
Con todo, me pregunto qué pensará el Señor cuando ve hoy tantos lobos en las iglesias (con alcance global, gracias a Youtube, Instagram y Tik-tok), que, igual que pasa en el mundo, ya ni siquiera esconden con disimulo sus intenciones ni sus vergüenzas -su narcisismo, vanidad, orgullo, ira, adulterios, codicia y hambre de poder-, sino que las han convertido en “virtudes”, en las señas de identidad de los “líderes fuertes”. (Eso es, las cualidades que el mundo honra y aplaude).
Es cierto que muchas cosas han cambiado con el tiempo y que hay diversidad de estilos de liderazgo eclesial, eso lo acepto. Pero hay algo que no cambia: Si huele a lobo, y anda como un lobo, y aúlla como un lobo… ¡entonces es un lobo!
*** Notas:
[1] 1 Reyes 12:11 (Discurso de Roboam, hijo de Salomón, rey en Israel)
© Jorge Fernández – Madrid, viernes 7 de marzo de 2025-
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