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OPINIÓN / POR MÁXIMO GARCÍA RUIZ

Revolución ética

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"[El Alcalde] ...escuchó con una atención levemente impaciente la información que el portavoz de los pastores le transmitía y, cuando consideró que todo había sido dicho, preguntó: “Y ustedes, ¿qué tienen para Madrid?".

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Alcalde Enrique Tierno Galván ("el viejo profesor") / Imagen mural conmemorativo / Ayuntamiento de Madrid

(Redacción, 19/12/2024) Aún parecen resonar en la Plaza de la Villa de Madrid (anterior e histórica sede del Ayuntamiento de la capital), las palabras del “viejo profesor” Enrique Tierno Galván, a la sazón alcalde de Madrid (lo fue desde 1983 hasta 1986).

Fue con ocasión de la visita que le hicimos un grupo de pastores, con el propósito de hacerle partícipe de una campaña de evangelización programada por las iglesias evangélicas; una campaña de las muchas que se llevaban a cabo en esa época.

Revestido de la pachorra que le caracterizaba, dentro de su perenne terno clásico de chaqueta cruzada, escuchó con una atención levemente impaciente la información que el portavoz de los pastores le transmitía y, cuando consideró que todo había sido dicho, preguntó: “Y ustedes, ¿qué tienen para Madrid?".

Ya he comentado en alguna ocasión anterior esta anécdota que hoy quiero convertir en categoría, ya que la pregunta a la que estamos haciendo referencia no ha dejado de bullir en mi mente desde entonces. A mi juicio, sigue siendo una pregunta asaz pertinente para la que es preciso encontrar algún tipo de respuesta que resulte medianamente convincente.

Por supuesto, manejamos una contestación contundente. Claro que tenemos algo para Madrid, para España y para el mundo entero, un mensaje de salvación para todos aquellos que acepten por fe la oferta de Jesucristo. Es decir, un mensaje de contenido espiritual y trascendente vinculado a Jesús de Nazaret.

¿Seguro? ¿Es suficientemente válida esa respuesta? Si la pasamos por los filtros de los evangelios, en busca de la forma como Jesús planteó y desarrolló su propia respuesta, comprobaremos que a él le preocupaba no sólo la dimensión espiritual de sus oyentes, sino que mostró un interés relevante por las personas de forma integral, tomando en consideración sus circunstancias personales; mostró interés por todo cuanto acontecía a su alrededor (cfr. curó a los enfermos, alimentó a los hambrientos, condenó a los sátrapas, abogó por la justicia social intercediendo por los pobres y marginados, denunció a los corruptos…).

Es preciso investigando acerca de la importancia que tiene la ética, la ética personal y la ética social, así como la necesidad de incorporar ciertos valores humanos, que tienen que ver con la ética, como son la defensa de la verdad y la condena de la mentira; la honradez y la honestidad social frente a la corrupción, tomando en consideración el “vuestro sí sea sí y vuestro no, no” del Galileo. Para llevar a cabo este ejercicio es necesario conocer el mundo en el que vivimos.

Vamos pues a mostrar, por medio de unos breves pantallazos históricos, algunos acontecimientos producidos en el siglo veinte en diferentes partes de Europa, acontecimientos que han fracasado a la hora de dar forma a una sociedad virtuosa, antes bien, han dado como resultado sociedades decadentes en las que prevalece la mentira y la corrupción como norma de conducta.

Las dos mitades del siglo XX son, en la historia de España y de Europa, claramente diferenciables entre sí. Por una parte, la primera mitad quedó marcada por las dos guerras de alcance mundial, precedida la segunda por la guerra civil española, en las que se perpetraron los crímenes más execrables de los que la humanidad tenía constancia hasta entonces: los horrores del Holocausto y las bombas sobre Japón (Hiroshima y Nagasaki son el exponente máximo).  Ninguno de los dos acontecimientos tiene parangón posible. Las cicatrices que dejaron en la población mundial tardaron mucho tiempo en ser restañadas.

Superados, en parte, los horrores de las guerras, recuperada en buena medida la paz social, restaurada de la ruina la economía de una Europa devastada, asumida por las mayorías la democracia como sistema ideal de gobierno -salvo en lugares como España y algunos otros países europeos en los que se tardaría más tiempo en librarse de las dictaduras-, emerge ya en la segunda parte del siglo veinte una nueva generación de hombres y mujeres que bajo el grito de ¡libertad!, exigen avanzar con mayor contundencia en los valores de una democracia que respete los derechos humanos y las libertades en toda su amplitud, entre ellas la libertad religiosa.

Veamos, aunque sea sucintamente, de qué se trata; una prospección de los acontecimientos más relevantes que definen y contribuyen a configurar la Europa de mediados de siglo en adelante; una Europa cuyos valores éticos han ido diluyéndose con el paso del tiempo y en la actualidad dejan mucho que desear. Nos fijamos especialmente en el entorno más próximo, como es España.

***

El primer grito de libertad, al menos el más sonoro, se produce en Francia con el conocido como Mayo del 68, para algunos motejado como “Revolución fallida”. Se trata de la suma de protestas surgidas en círculos de estudiantes universitarios a los que terminarían uniéndose las fuerzas sindicales y otros movimientos sociales; protestas producidas durante los meses de mayo y junio de 1968. Al grito de libertad se une la denuncia contra la sociedad de consumo surgida al amparo del capitalismo. Bajo los gritos contra el imperialismo y el autoritarismo, se produjo la mayor huelga general conocida en Francia y en Europa.

La protesta tuvo un eco que se extendió más allá de las fronteras francesas, convirtiéndose en un movimiento contracultural que fracasó en su propósito de abolir la sociedad de consumo y las clases sociales como pretendía, si bien su influencia se extendió por otros países europeos, como la República Federal Alemana, Suiza, España y algunos países americanos, sin lograr en ninguno de esos países implantar sus objetivos. Efectivamente, se trata de una revolución fracasada.

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Otro hito importante, aunque circunscrito a un solo país, si bien podríamos decir que representativo de todo un universo político, como era por entonces la Unión Soviética, es la conocida como Primavera de Praga, acontecimiento fechado entre marzo y agosto de 1968. Ésa fue otra revolución frustrada, en este caso un grito de libertad de un pueblo ahogado económica y socialmente por el socialismo utópico y atraído por otra parte por el capitalismo occidental que el propio Occidente denostaba. Dos son sus objetivos: libertad política capaz de engendrar otras libertades y desarrollo económico en un marco de democracia política. La revolución apenas si duró medio año, sometida finalmente por las tropas y tanques soviéticos, dando fin a la llamada Revolución de terciopelo; los valores que pretendía incorporar no fueron lo suficientemente consistentes como para producir un cambio social.

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Más cercana geográfica y culturalmente está la Revolución de los Claveles, la experiencia política de Portugal, producida el 25 de abril de 1974. Pacífica, incruenta, posiblemente el ejemplo más consistente de cambio político y social producido en el entorno europeo en el siglo veinte. Lo más parecido a un nuevo amanecer en el que el tránsito de la dictadura a la democracia se produce sin violencia y enarbolando una fraterna comunión entre las tropas del ejército y el pueblo, que intercalan entre sí claveles como símbolo de paz.

El espíritu del 25 de abril parece haber librado a los portugueses de rencores históricos y revanchas frustradas, produciendo transiciones políticas pacíficas y respetuosas; es decir, se trata de lo más parecido a un nuevo sistema de respeto ético semejante al que propugnamos; un espíritu que fue aplicado igualmente a la concesión de independencia a las colonias portuguesas en África y Oriente.

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Ahora bien, el acontecimiento político-social más destacado de la segunda mitad del siglo veinte fue, sin duda, la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, que llevó consigo el desmantelamiento de la Unión Soviética, con la deriva que tal acontecimiento supuso, provocando situaciones de inestabilidad, de guerras locales y desajuste social que aún dejan sentir sus efectos en nuestros días.        

La Segunda Guerra Mundial dejó en Europa la ignominiosa herencia de un muro, tanto ideológico como físico, que la dividía en dos grandes bloques: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, bajo el liderazgo de Rusia, al este, y la Europa occidental, bajo la influencia de los Estados Unidos, al oeste. Casi medio siglo de “telón de acero” que aparte de otras funestas consecuencias dividió Alemania en dos mitades, división que llevó aparejada la separación de familias y la implantación de dos formas contrapuestas de concebir la política, la economía y las libertades, o la falta de ellas.

***

Por último, y en este caso referido únicamente a España.  mencionaremos el Movimiento 15-M, también conocido como Movimiento de los indignados, producido en mayo de 2011, ya fuera del siglo XX, que sería capitalizado, políticamente por un grupo de jóvenes profesores de Ciencias Políticas y Sociología, bajo el eslogan de que “el cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”.

Un movimiento utópico que, éste sí, propugnaba una restauración ética de la vida social capaz de dar un vuelco a un sistema corrompido, restaurando valores como la honradez, la lucha contra la corrupción y la defensa de la justicia social, procurando una distribución de la renta justa y el uso de la verdad como emblema y estandarte de su conducta. Un mensaje que, asfixiado por el poder alcanzado en las urnas gracias al voto de sectores jóvenes que hicieron suyo el mensaje de renovación ética, apenas si ha durado un lustro sin ser absorbido por el sistema y haber renegado con su conducta de la ética que propugnaban.

***

Esos son los acontecimientos más relevantes que han contribuido a formar el mundo en el que vivimos. Los valores éticos brillan por su ausencia y, como consecuencia, sin valores éticos la moral se corrompe y el conjunto de la sociedad va adaptando sus objetivos a la moda imperante degradando su conducta hasta límites no conocidos con anterioridad; especialmente se acrecienta esta situación entre aquellos que nos gobiernan. La mentira ocupa el espacio de la verdad propiciando con ello la desconfianza y el desapego de los ciudadanos.

Para completar esta imagen de nuestro entorno social, cabe añadir un comentario en torno a la religión. No debemos olvidar que Europa es la cuna del cristianismo. Toda ella se siente identificada históricamente con alguna de las ramas de la fe cristiana. El cristianismo ha marcado la historia de Europa y en su celo por defenderla han sido libradas guerras y resuelto muy diversos conflictos. España participa de esa cultura, em su rama católico-romana, por lo que es copartícipe del conflicto ético al que venimos haciendo referencia, juntamente con el resto de países y sus respectivas religiones.

***

Para cerrar estas reflexiones volvemos a la pregunta de Tierno Galván. ¿Qué pueden aportar los cristianos evangélicos del siglo XXI a una sociedad carente en buena medida de valores, una aportación que pudiera contribuir positivamente a leudar la masa social, rescatándola de la corrupción y de la mentira?

Para responder a esa pregunta debemos antes de nada recordar lo esencial de la enseñanza de Jesús, quien propuso como respuesta un concepto atemporal y sin fronteras: el Reino de Dios que, aunque no procede de este mundo, se acerca a nosotros para compartir una forma diferente de vida. El Reino que se acerca es el compendio de los evangelios, una nueva manera de vivir que no se circunscribe a determinadas prácticas religiosas, sino que abarca prioritariamente el conjunto de la vida sea en el ámbito personal, familiar, laboral o social. El mensaje del Reino fue lo esencial que Jesús quiso transmitir a sus discípulos, un mensaje con vocación universal que permite al ser humano percibir a Dios.

Pues bien, una de las columnas básicas del Reino que anuncia Jesús es la práctica de la verdad (cfr. Mateo 5:37); y es precisamente la práctica de la verdad lo que nos brinda la oportunidad de ser libres (cfr. Juan 8:31,32); verdad y libertad van de la mano. El resto de las enseñanzas de Jesús, convertidas en valores universales del cristianismo, como puedan ser la honradez, la lealtad, el amor, la justicia, la paz, la compasión, están íntimamente vinculados a la práctica de la verdad; valores necesarios a la hora de pretender la implantación de una revolución ética. Los antónimos de esos valores, es decir, los contravalores, forman parte de la siembra que se viene haciendo de forma profusa en la actualidad por parte de una buena parte de los políticos y otros agentes sociales.

Por consiguiente, lo que nuestra sociedad está necesitando es una revolución ética auspiciada por la implantación de los valores cristianos. Ahora bien, no estamos refiriéndonos a un posible partido político denominado cristiano, a semejanza de lo ocurrido en algunos países de Europa años atrás. El cristianismo como religión formalmente establecida tampoco ha demostrado ser una respuesta pertinente, no sólo en la Europa católica, la protestante u ortodoxa, países en los que la corrupción y la falta de valores cristianos a la vida política y social es evidente. Y algo semejante podemos afirmar con respecto a países de fuerte implantación evangélica, como pueden ser los Estados Unidos, Brasil, México, Guatemala, Nicaragua y otros países latinoamericanos, en los que tanto el número de evangélicos como su vinculación, en muchos casos, a la política y otros ámbitos de influencia social, ocupando posiciones prominentes, ha dejado mucho que desear.

Entonces, ¿qué deberían aportar los evangélicos españoles a la vida política y social de España? ¿Cómo contribuir a producir una revolución ética? El camino es proveer a las instituciones -ayuntamientos, comunidades autónomas y otras entidades públicas, así como a los centros educativos, a las empresas, al arte, al deporte y a cualquier otro ámbito de influencia- de hombres y mujeres capaces de hacer visibles en sus personas los valores éticos, no tanto religiosos, que dan sentido a sus vidas y, para ello, especialmente en lo que al ámbito político y sus derivados se refiere, hay que estar dispuestos a tomar conciencia de que son parte de este mundo, parte activa de esas entidades, asumiendo el riesgo de que el barro les salpique. 

Ciertamente planteamos una utopía, pero ya estamos saturados de distopías que nos conducen cada vez con más ímpetu al fracaso de una sociedad maltrecha. Si la fe cristiana tiene algún valor, y lo tiene, ha de contribuir a que el Reino se haga cercano, renunciando a disquisiciones religiosas e incorporando a la vida diaria los valores que Jesús dejó como herencia.

Autor: Máximo García Ruiz. Diciembre 2024 / Edición: Actualidad Evangélica

© 2024- Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

20120929-1*MÁXIMO GARCÍA RUIZ nacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Historia de las Religiones, Sociología e Historia de los Bautistas en la Facultad de Teología de la Unión Evangélica Bautista de España-UEBE (actualmente profesor emérito), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 31 libros y de otros 14 en colaboración, algunos de ellos en calidad de editor.

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