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DESDE EL MONTGÓ EN ADVIENTO

Amunt, siempre Amunt

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"La silla vacía es diferente para cada persona. Para algunos, representa la tristeza por una persona que se fue con un portazo. Para otros, el recuerdo de lo que fue y ya no será. Puede simbolizar una pérdida reciente, una relación rota o incluso el silencio de una convivencia hostil que se ha vuelto insostenible"

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Foto de Allec Gomes en Unsplash

(JORGE J. PASTOR-MUT, 29/11/2024) El pasado fin de semana tuve el privilegio de participar en las V Jornadas sobre Cáncer, Investigación y Sociedad, organizadas por la asociación dianense AMUNT. Año tras año, esta admirable organización demuestra su compromiso y excelencia en la lucha contra esta enfermedad mediante múltiples actividades e iniciativas.

En el panel donde compartí mi testimonio como persona curada de cáncer, me sentí profundamente honrado y conmovido. El nivel del evento fue extraordinario, con la participación de científicos, oncólogos e investigadores de gran prestigio, muchos de ellos jóvenes que lideran la batalla contra esta terrible enfermedad desde el ámbito de la investigación y el compromiso personal. Su dedicación y conocimiento me llenaron de esperanza sobre el futuro de la oncología.

La asociación AMUNT organizó este foro de manera impecable, destacando la importancia de sensibilizar a la sociedad sobre la necesidad de priorizar no solo los cuidados paliativos en las etapas terminales de la enfermedad, sino también la prevención. Este enfoque promueve cambios en nuestro estilo de vida, especialmente entre las generaciones más jóvenes, para reducir riesgos y apostar por una vida más saludable, con menos probabilidades de enfrentarnos al cáncer.

AMUNT, siempre AMUNT[1] podría ser el lema perfecto para esta asociación. Este grupo incansable de mujeres no solo trabaja con una admirable organización, sino que también llega de manera personal y humana a quienes más lo necesitan. Ofrecen apoyo a pacientes oncológicos y a sus familias a lo largo de todo el difícil proceso que implica enfrentar el cáncer, aportando un rayo de luz en los momentos más oscuros. Además, cada una de sus actividades tiene un objetivo claro: que la investigación contra el cáncer no se detenga.

Todos conocemos a alguien que ha sufrido o está sufriendo esta devastadora enfermedad, si es que no la hemos enfrentado nosotros mismos. El cáncer es implacable y no discrimina, afectando por igual a niños, jóvenes y ancianos. Aunque los avances científicos han permitido combatir sus devastadores efectos, sigue siendo una de las principales causas de muerte, junto con las enfermedades cardiovasculares.

Esta misma semana, una amiga muy querida, Damaris Rodrigo, una mujer llena de vida y energía, perdió la batalla contra un cáncer fulminante que en pocas semanas se llevó su vida, dejando una silla vacía en su hogar. Ayer, visité a Antonio, un anciano cuya enfermedad, agravada por metástasis, no solo ha consumido su cuerpo, sino que lo ha sumido en una profunda depresión. Su ánimo está tan debilitado que parece haberse encerrado en un mundo interior del que nadie logra sacarlo. En ambos casos, la silla vacía no solo simboliza la ausencia física, sino también el impacto emocional y espiritual que el cáncer deja en quienes sobreviven.

Y me pregunto: ¿cómo reconciliar tanto dolor con las luces, colores y celebraciones de la Navidad? Es una reflexión que me acompaña, recordándome que, aunque estas festividades buscan llenarnos de alegría, también son un momento para pensar en quienes enfrentan las ausencias de las sillas vacías, reforzando nuestro compromiso con la solidaridad y el apoyo mutuo.

Porque, mientras celebramos, muchos enfrentan batallas silenciosas. Es aquí donde cobra sentido recordar el nacimiento de Jesús, narrado en el evangelio: un evento humilde y lleno de adversidades. Nacido en un establo, con una familia que enfrentó persecuciones y tuvo que emigrar a Egipto, Jesús llegó al mundo en condiciones que hoy preferimos ignorar. En contraste, la Navidad moderna se ha transformado en una explosión de excesos y ruido que, nos alejan de su esencia. Pero quizás, en las sillas vacías y en el silencio, podemos encontrar una conexión mas auténtica con el verdadero significado de la celebración del Adviento.

La silla vacía es diferente para cada persona. Para algunos, representa la tristeza por una persona que se fue con un portazo. Para otros, el recuerdo de lo que fue y ya no será. Puede simbolizar una pérdida reciente, una relación rota o incluso el silencio de una convivencia hostil que se ha vuelto insostenible. Las divisiones políticas, los desacuerdos teológicos, las fracturas familiares y las inevitables realidades de la mortalidad nos dejan espacios vacíos difíciles de aceptar.

Quizás sea la primera vez que la silla está vacía para ti, o tal vez ya estés acostumbrado a su ausencia. En cualquier caso, duele, y duele mucho. Pero quiero que sepas que no estás solo. Que hay alguien —tal vez más cercano de lo que crees— que te ve, te comprende y se identifica contigo.

Este sería el momento oportuno para ofrecer una reflexión optimista o adornar estas palabras con un lazo rojo de esperanza. Pero no voy a hacerlo. Porque esas lecciones, esa sanidad, la encontrarás a tu manera y en tu tiempo. O tal vez no. A veces, la restauración llega. A veces, la reconciliación ocurre. Pero, a veces, simplemente duele. Y eso también está bien.

En este momento, quiero que sepas que estoy contigo, que veo tu duelo, tu espera y tu dolor. De esta manera, todos nos sentamos juntos, reunidos alrededor de una misma mesa incompleta, donde siempre habrá una silla vacía. Tal vez eso sea lo único que podemos ofrecer: nuestra presencia compasiva ante la ausencia.

En este tiempo de Adviento, cada uno de nosotros aprende a convivir con la tristeza; a celebrar, acompañado por el dolor. Esa es la paradoja de amar y estar herido al mismo tiempo. Como decía Viktor Frankl, sobreviviente del Holocausto:"Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos.” Que este tiempo de Adviento nos inspire a encontrar sentido incluso en las sillas vacías. AMUNT, siempre AMUNT.

[1] "Amunt" significa, "arriba", en valenciano

Autor: Jorge J. Pastor-Mut. Dénia, 27 de noviembre de 2024. El autor es pastor evangélico bautista. (Ver biografía de Jorge J. Pastor-Mut)

Jorge Pastor Mut

Jorge J. Pastor-Mut

© 2024- Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

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