EL CAMINO EXCELENTE / por JORGE FERNÁNDEZ BASSO
“Dios está conmigo, entre los que me ayudan” (Salmo 118:7)
“¿Dónde está Dios cuando se produce una catástrofe? Esta es una pregunta inevitable cuando una fatalidad personal o colectiva nos atropella de forma súbita e inesperada, como ha ocurrido estos días con la DANA"
Foto: Decisión
(JORGE FERNÁNDEZ, 08/11/2024) ¿Dónde está Dios cuando se produce una catástrofe? Esta es una pregunta inevitable cuando una fatalidad personal o colectiva nos atropella de forma súbita e inesperada, como ha ocurrido estos días con la DANA.
Las respuestas varían según la fe o la no-fe de las personas afectadas.
Los cristianos sabemos que Dios está en todas partes, pero mucho más con los afligidos y quebrantados de corazón: “El Señor está cerca de los que tienen quebrantado el corazón; él rescata a los de espíritu destrozado”. (Salmos 34:18 - NTV).
Cierto es que cuando nos hacemos la pregunta, “¿Dónde está Dios…?”, lo que realmente nos estamos preguntando es, “¿Por qué Dios no impidió esta catástrofe?”. Para esta segunda pregunta la mayoría de las veces no tenemos respuesta. O, al menos, no tenemos una respuesta sencilla. El obrar de Dios en la historia, en el mundo, aún pertenece en gran medida al ámbito del misterio.
Pero a la primera pregunta sí la Biblia nos responde con claridad: “Dios está con nosotros en Emmanuel”, esto es, en su Hijo Jesucristo, muerto por nuestros pecados, resucitado y sentado hoy a la diestra del Padre, atento a nuestras circunstancias e intercediendo a nuestro favor.
Con todo, la idea de que nuestro Señor esté “sentado”, nos puede transmitir una impresión de pasividad poco consoladora cuando estamos pasándolo mal. Igual que les pasó a los discípulos en medio de la tormenta en el Mar de Galilea, la idea de un Dios “durmiendo”, en actitud “pasiva” en la popa de la barca no era suficiente para aportarles la paz y la serenidad necesarias. “¿No te importa que perecemos?”, fue el grito desesperado con el que le despertaron.
Cierto es que a veces nos cuesta, porque somos humanos, ver al Dios que “es nuestro guardador, que no se adormecerá ni se dormirá” (Salmos 121:3-4). Y nos cuesta, en medio de una catástrofe como la que hoy castiga a tantas familias en Valencia, afirmar que “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza”. (Salmo 46:1-3).
Y comprendemos que se requiere de una fe sobrenatural, que a veces nos falta, para confesar con Habacuc que,
“Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya frutos,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;
Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación”.
Habacuc 3:17-18
Somos creyentes, sí, pero no dejamos de ser humanos, y por lo tanto, necesitamos “entender” y “sentir” la presencia de Dios cerca nuestro, cuando estamos sufirendo una situación de agonía.
Y entonces es cuando descubrimos que la presencia de Dios no se manifiesta necesariamente en un arrobamiento espiritual o una experiencia mística, sino de forma mucho más “natural” y próxima.
“Dios está conmigo, entre los que me ayudan”[1], dice el salmista.
Eso sí me resulta más cercano. ¡Allí si puedo "ver", "tocar" y "sentir" a Dios! En cada hermano o hermana que me aloja en su casa o me ayuda a limpiar el barro de la inundación, o que me abraza y llora conmigo…
Y no solo en los “creyentes”, puedo ver a Dios (que por supuesto, faltaría más). Sino que también puedo verlo en ese policía amable que me ayuda y protege mi casa de saqueos, cualquiera sea su fe; o en aquel bombero que me rescata de las aguas a punto de ahogarme arriesgando su vida; o en cada vecino o voluntario que ayuda a una persona mayor que ha quedado aislada; o en una madre que abraza a un niño que llora asustado…
En fin, que puedo ver a Dios en cada gesto de humanidad, que me recuerda que todos somos criaturas de Dios, reflejo en mayor o menor medida de su imagen, objetos todos de su amor, porque "por todos murió" Cristo.
Resumiendo, que Dios está siempre muy cerca de todos nosotros, y muy especialmente de los abatidos y quebrantados de corazón.
Y está muy cerca hoy de los damnificados de la Dana. Solo hay que saber mirar…
*** Notas:
[1] Salmo 118:7
© Jorge Fernández – Madrid, viernes 8 de noviembre de 2024.-
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