EL CAMINO EXCELENTE / por JORGE FERNÁNDEZ BASSO
Oscuras nubes en el horizonte
"Las dudas no son pecado; son naturales y muy humanas. Y a veces pueden servirnos para corregir un camino errado. Pero cuando las dudas ponen a prueba nuestra confianza en la Palabra de Dios, entonces allí tenemos un reto para nuestra fe".
Imagen Mateus Andre en Freepik
(JORGE FERNÁNDEZ, 26/09/2024) Hoy salí a caminar, como me gusta hacer siempre que puedo, por las mañanas, hacia el Paseo de Los Chopos, en San Fernando de Henares (Madrid), donde vivo desde hace más de 20 años. Una caminata de algo más de 5 km. en total.
Durante casi 15 años salí a correr, a hacer running, pero después de mi último episodio de lumbalgia aguda este verano, los médicos me han desaconsejado deportes de impacto. Así que ahora camino. Es lo que tiene “acumular juventud”.
Antes de salir, suelo consultar siempre el estado del tiempo con el móvil, más que nada para comprobar la temperatura que hace y si anuncian precipitaciones. Hoy a las 7:30 de la mañana lo miré. Indicaba 19 ºC (que para la hora que era, puede considerarse “calor”); y 5% de posibilidades de precipitaciones (con menos de 40% es difícil que llueva, según mi experiencia).
Así que, me puse una sudadera ligera y renuncié a llevar chubasquero o paraguas, por considerarlo innecesario.
Al salir a la calle comprobé que, efectivamente, no hacía frío, tan solo una brisa suave que resultaba agradable para dar un paseo a esa hora temprana del día. Pero cuando llevaba andados unos cien metros, me encontré con un panorama en el cielo realmente impresionante: un horizonte cubierto de enormes y amenazantes nubes negras (no opacas o grisáceas, sino negras).
Entonces me asaltó la duda… Recordé que el pronóstico decía "5% de posibilidades de lluvia", nada más. También recordé que la estadística era favorable a esas predicciones. Casi siempre acertaban. Sin embargo, dudé. "¿Me vuelvo a buscar el paraguas y el chubasquero…? ¿Me quedo en casa? ¿O sigo adelante confiando en las predicciones?”.
Decidí seguir adelante. Avancé hasta quedar debajo de las nubes negras por completo. Para entonces ya eran casi las 8 de la mañana, pero parecía de noche. Y seguí, seguí… hasta que al final las nubes fueron dando paso a algunos finos rayos de sol… Ya de regreso, el cielo estaba completamente abierto, y el día luminoso.
***
No pude evitar pensar en cómo esta anécdota cotidiana se parece a algunas experiencias de la espiritualidad cristiana.
Leemos en la Biblia promesas de victoria para nuestro caminar diario, promesas que alimentan nuestra fe y traen paz, seguridad y alegría a nuestros corazones… hasta que un día, de pronto, en el horizonte aparecen amenazas de “tormentas” (económicas, laborales, familiares, de salud, etc.), como oscuros y amenazantes nubarrones que nos hacen detener y dudar… Dudar de lo que nos dice la Palabra de Dios acerca de, por ejemplo, que “a los que aman a Dios todas las cosas ayudan a bien”… que “nada falta a los que le temen”…, que “confiad, yo he vencido al mundo”… o “no temáis”, “yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”, etc., etc.
Entonces, las dudas nos paralizan y nos hacen reconsiderar si seguir adelante o, detenernos y volver atrás.
Esto es muy normal y frecuente en nuestro caminar con Dios. Las dudas no son pecado, son naturales y muy humanas. Y a veces pueden servirnos para corregir un camino errado. Pero cuando las dudas ponen a prueba nuestra confianza en la Palabra de Dios, entonces allí tenemos un reto para nuestra fe. ¿Le creo a Dios y a su Palabra, con una visión espiritual, eterna? ¿O le creo a las amenazas que veo por delante, con mi sentido común, con mi limitada visión temporal y humana?
A esto se refiere la Palabra cuando dice que, “por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7).
Lo dije y lo reitero: las dudas no son necesariamente pecado, pero si se trata de dudas que van a provocarnos temor, detener nuestro caminar con Cristo y paralizar nuestro progreso espiritual, entonces tenemos que echar mano de la fe, que es nuestro recurso en el Espíritu para vencerlas. “Esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe” (1 Juan 5:4).
Y es maravilloso comprobar cómo, cuando decidimos creerle a Dios y a su Palabra y, en el nombre de Jesucristo marchamos adelante, no tardamos mucho en ver los primeros destellos de la luz abriéndose paso en medio de la oscuridad, como anticipo de un día luminoso y de un nuevo horizonte: un horizonte de esperanza.
© Jorge Fernández – Madrid, jueves 26 de septiembre de 2024.-
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