APRENDER A DESAPRENDER / por JUAN MANUEL QUERO
Una mayordomía acorde a la fe evangélica (las finanzas)
"¿Cómo se mantienen los ministros de culto y pastores de las congregaciones?... Independientemente del concepto de «diezmos», cada iglesia local ha de asumir su presupuesto con la responsabilidad y actitud de dar culto a Dios, para poder sufragar los objetivos que se proponen para la evangelización y el servicio"
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(JUAN MANUEL QUERO, 26/07/2024) | Algunas preguntas que surgen con frecuencia y que pueden llevar a conjeturas equivocadas, son: ¿cómo se sustentan las iglesias evangélicas o protestantes? ¿Cómo se mantienen los ministros de culto y pastores de las congregaciones?
Como en otros temas, la respuesta es algo compleja, ya que dependerá del sistema de funcionamiento, de gobierno y de eclesiología de algunas iglesias o denominaciones evangélicas. No obstante, hay un principio que se asume de forma general, en el que participan la mayoría de evangélicos o protestantes; este es, que «el coste de la fe» tiene que ser soportado por los mismos creyentes y no por terceros, asumiendo los mismo feligreses un compromiso responsable al respecto. Partiendo de esto, espero poder ayudar a «aprender a desaprender» algunos prejuicios, en cuanto a que las iglesias sacan el dinero a sus miembros, y que los líderes, los pastores o aquellos que las presiden, tienen el propósito de «vivir del cuento».
La necesidad espiritual, es una realidad en todas las personas. Esto puede ser una oportunidad de especulación y de explotación engañosa para aquellos que no tienen escrúpulos y que de manera fraudulenta utilizan la fe de estas personas para aprovecharse de ellos. En todas las esferas sociales podemos encontrarnos personas corruptas, y podemos pensar en oficios de todo tipo, pero, por poner algún ejemplo, podemos decir que si hay un médico malintencionado esto no significa que se prescinda siempre del cuidado médico que requiera nuestra vida. Precisamente, fue desde el ámbito protestante que en la Reforma del Siglo XVI se denunció el tremendo dispendio que realizaba la Iglesia Católica en aquel tiempo. Uno de los puntos más destacados en esa época fue la delación en cuanto a la venta de indulgencias y de otras bulas para perdonar pecados con el propósito de disponer de un dinero, para usarlo en lo que no correspondía.
El concepto de «mayordomía» en las enseñanzas evangélicas, conlleva la idea de la buena administración de lo que tenemos, asumiendo que lo que somos y lo que poseemos pertenece a Dios, nuestro creador y sustentador. Es por ello que en la formación que se imparte sobre este tema en las iglesias, se puede usar como regla nemotécnica «las tres tes»: «tiempo, talentos y tesoros», para tratar así el tema de la mayordomía. Aquí estamos tratando solamente un aspecto, el del «tesoro» o las finanzas de las iglesias, que por muy poco espiritual que parezca requiere una gestión responsable al respecto, que también ha de ser espiritual.
Una vez más, hemos de abrir el Evangelio para adentrarnos en las enseñanzas que se dan al respecto, pues, también en esto las iglesias evangélicas o protestantes asumen esto como parte de nuestro servicio o culto a Dios. En el Antiguo Testamento una de las ofrendas más generalizadas tenía que ver con los diezmos: «Traed los diezmos íntegros a los almacenes del Templo para que no falten víveres en él; ponedme a prueba procediendo así —dice el Señor del universo— y veréis cómo abro las ventanas del cielo para derramar sobre vosotros bendiciones a raudales» (Malaquías 3:10).
Hay quienes argumentan que la práctica del diezmo es más propia de las enseñanzas de Antiguo Testamento, pero lo cierto es que también en el Nuevo Testamento parece ser sancionada por el mismo Señor Jesús: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, y habéis dejado lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello» (Mateo 23:23).
Independientemente del concepto de «diezmos», cada iglesia local ha de asumir su presupuesto con la responsabilidad y actitud de dar culto a Dios, para poder sufragar los objetivos que se proponen para la evangelización y el servicio. La forma de hacerlo suele ser muy variada, pero será siempre de manera voluntaria siendo los responsables todos los que componen la iglesia, incluyendo a los mismos pastores, misioneros y líderes que puedan estar sostenidos económicamente por la misma congregación u otras iglesias o denominaciones.
Las iglesias locales, en algunos casos también se agrupan en diferentes denominaciones, en las que pueden tener otras fórmulas para gestionar las finanzas de las iglesias. No obstante, los principios serán los mismos: «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre». (2ª Corintios 9:7). Es por ello que en las iglesias se utiliza tanto el término de diezmo como de ofrenda, para asumir con responsabilidad aquello que se propone para cumplir con la misión: «Cada uno dé conforme a lo que propuso en su corazón». Relacionado con esto, es necesario aclarar cómo se sufraga el sostenimiento de los pastores y pastoras que son llamados por una iglesia para que se puedan enrolar a la pastoral de la misma, a tiempo completo o parcial.
Algunas congregaciones, de forma excepcional, prefieren no tener pastores, siguiendo una pastoral o dirección desarrollada por varias personas que como presbíteros asumen esa responsabilidad, manteniendo su trabajo secular. Son las mismas iglesias las que consideran lo que pueden aportar, siendo lo más asumido, como reto, ofrecer una digna asignación económica. No obstante, son muchos los pastores y pastoras que son sostenidos con un sueldo muy por debajo del salario mínimo establecido en el país, por no existir unos recursos suficientes, por el tamaño de la congregación o por otras circunstancias. Es por este motivo que hay muchos que tienen trabajos seculares además de la dedicación pastoral que desarrollan en sus congregaciones. Es importante que los ministros de culto, pastores, pastoras, misioneros y cualquier otro ministerio que sea liberado de un trabajo secular para poder dedicar más tiempo a la obra del Señor, sea sostenido con suficiencia; pero esto en ningún momento debe suponer que el pastor sea un empleado, que al recibir la designación de la iglesia tenga como jefes a todos los miembros, consejo o presbiterio de la iglesia. El mismo pastor o familia pastoral también debe ofrendar o diezmar, y de lo que aporta salen los fondos para sufragar «los gastos de la fe». Es evidente que tiene que dar cuentas al consejo directivo o a la iglesia, según corresponda, de lo que hace en la labor para la que ha sido encomendado.
Un problema subyacente en el contrato de los pastores y pastoras es la cobertura que les ofrece una seguridad social, que sin bien en muchos países no supone ningún problema, en otros, como al día de hoy ocurre en España, sigue siendo una dificultad. Simplificando bastante, solamente decir que actualmente existen pastores jubilados que no tienen ninguna pensión por no haberles permitido cotizar para tener esta cobertura. Desde hace muchos años, sigue siendo un escollo a resolver con el Estado. Se ha conseguido avanzar bastante, y se ha podido recoger un epígrafe con el nombre de «Ministro de culto», que se regula de forma especial, con prestaciones restringidas, al reconocer la labor pastoral no como una profesión sino como una vocación. Claro que es una vocación, pero también es una profesión. Esta palabra «profesión» que utilizamos para las clasificaciones laborales de los trabajadores tiene connotaciones muy ligadas al ámbito religioso y también evangélico. Profesar conlleva la idea de identificarse con una fe o confesión. Incluso en esto seguimos con los principios bíblicos que para los evangélicos son guía para todas las áreas de la vida. Esta nos dice también que el obrero es digno de su salario, con todo lo que esto supone (1ª Timoteo 5:18).
Es cierto también, que un pastor o pastora evangélicos lo son por vocación y no por el salario, pues el que sirve solamente por tener una contraprestación mejor que se dedique a otra cosa, pues lo que ha de primar es el llamamiento o vocación de Dios para servirle a Él en el ámbito de su iglesia. Es por esto que la Biblia también enseña, que el que sirve solamente por la motivación del salario no es apto para el ministerio: «12 El asalariado no es el pastor, y a él no le pertenecen las ovejas. Cuando ve que el lobo se acerca, abandona las ovejas y huye; entonces el lobo ataca al rebaño y lo dispersa. 13 Y ese hombre huye porque es un asalariado, no le importan las ovejas.» (Juan 10:12-13).
Por otro lado, y para terminar, hay que referir uno de los principios que se destacó en la Reforma Protestante del siglo XVI, y es la separación de Iglesia y Estado, defendido tanto por los reformadores magisteriales como los radicales. Hay quienes enfatizan esto para no esperar ningún apoyo económico para las iglesias ni para sus pastores; pero, esto puede ser un error importante si generalizamos, sin tener en cuenta el estado de derecho donde vivimos. Una cosa es que el Estado sostenga a las iglesias económicamente, lo que crearía una sujeción o dependencia, que podría afectar la fe y misión de la iglesia. Otra cosa es, que la administración pública cumpla con las coberturas sociales y culturales, con los creyentes y sus iglesias, los cuales, también pagan sus impuestos, teniendo derechos, igual que obligaciones.
Autor: Juan Manuel Quero Moreno
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