Anécdotas de un pastor jubilado (5) / por MÁXIMO GARCÍA RUIZ
“Curas obreros”
“Aquí estamos muy contentos contigo, pero yo te aconsejo que busques otra salida, porque aquí lo tienes muy difícil a causa de tu religión”.
Foto de Eric Wang en Unsplash
(Redacción, 26/06/2024) Durante la mayor parte de mi vida como adulto, mi familia y yo hemos comido de mi trabajo secular mientras desarrollaba, simultáneamente, mi vocación como pastor, profesor y sus derivados: funciones de gestión y dirección en la UEBE[1], Comisión de Defensa Evangélica (predecesor de FEREDE), Consejo Evangélico de Madrid y, como complemento, concejal en el Ayuntamiento de mi residencia, fundador de una sociedad para asesorar y gestionar empresas y promotor de viviendas sociales en colaboración con el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid.
Pero vayamos a lo esencial. Combinar la condición de pastor (y sus derivados), aparte de que puede ser valorado positivamente en algunos sectores y criticado en otros, tiene su precio bastante alto para quien lo ejerce, que es preciso pagar.
En ámbitos católicos surgen los “curas obreros” en el entorno de las nuevas corrientes teológicas que se desarrollan a raíz de la puesta en marcha del Concilio Vaticano II, con una relevancia significativa en Francia y en América latina. En el ámbito protestante se dan casos aislados, aparte de la precariedad frecuente que sufren algunas iglesias para atender un salario pastoral. En estos casos, a las dificultades que entrañaba en tiempos de la posguerra el hecho de ser protestante en una España fanatizada por el nacionalcatolicismo, se unía el ser pastor y tratar de desarrollar su vocación, por vocación o por necesidad, en ámbitos laborales en los que la suspicacia producida por el desconocimiento era exponencial.
En la anécdota que rememoramos en esta ocasión, enlazamos dos partes, una referida a la etapa de asunción de la fe evangélica y la otra la devenida por el ejercicio de la vida laboral combinada con el ministerio pastoral. Ambas son experiencias complementarias.
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Mi hábitat es y ha sido Madrid. Al poco tiempo de haber cumplidos los 17 años, menor de edad, por lo tanto, recién incorporado a la Iglesia bautista, fui desterrado por mi familia a Gijón, con el propósito de “desvincularme de las malas influencias en las que había caído”, algo que resultó inútil, porque allí me vinculé inmediatamente con una iglesia local.
En mi nueva residencia comencé a trabajar en las oficinas de un cine perteneciente a una potente empresa ubicada en Vigo, con cines y teatros en varios lugares de España, entre otros en Madrid. Allí estuve apenas dos años; mi afán era regresar a Madrid cuanto antes. Por supuesto, tanto el gerente del cine como el resto del personal conocían mi filiación religiosa. No perdamos de vista que estamos refiriéndonos a los años 1955-1957.
A principios de 1957 el gerente viajó a Vigo, convocado para asistir a una reunión general de los gerentes de la empresa. Tal y como pude deducir posteriormente, en esa reunión salió a relucir mi persona, resalando mi condición religiosa. Así me lo transmitió mi jefe a su regreso. Y añadió: “Ya sabes que don Isaac -el dueño- es muy católico”. Lo supe entonces. Y añadió: “Aquí estamos muy contentos contigo, pero yo te aconsejo que busques otra salida, porque aquí lo tienes muy difícil a causa de tu religión”. Una recomendación objetiva y honesta.
Un mes más tarde pude tomar unos días de vacaciones y ¡por fin! pasarlas en Madrid. Aproveché el viaje y, ni corto ni perezoso, fui en busca de una entrevista con don Isaac que tenía sus oficinas y despacho en uno de los teatros más notables de Madrid. Me recibió. Cortés pero distante me escuchó atento, le expliqué quién era obviando lo que el gerente en Gijón me había dicho y le hablé de mi pretensión de ser trasladado a Madrid, si hubiera ocasión, para ocupar algún puesto de trabajo que pudiera surgir. No me dijo ni que sí ni que no y ahí terminó, aparentemente, todo. Consumidas las vacaciones regresé a Gijón y, al cabo de unos quince días, el gerente volvió a llamarme a su despacho y me dijo: “Han llamado de Madrid para informar que tienen allí un puesto de trabajo”.
¡Insólito!, un puesto de confianza como Contador en uno de los cines de la capital, a mis 19 años, cuando los colegas de otros cines o teatros superaban en cualquier caso los 30 o 40 años. Es indudable que los informes que llegaron de Gijón fueron muy positivos. No me lo podía creer. ¡Pero sucedió!
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El otro caso, que paso a narrar brevemente, sucedió cuando trabajaba en las oficinas de Iberia. Solicité una excedencia cuando iba a ingresar en el Seminario algo que, por lo insólito, sirvió de comentario durante bastante tiempo (¡cura protestante y casado!).
Regresé siendo ya pastor en ejercicio. Los índices de sorpresa aumentaron especialmente entre los mandos de la empresa, aunque ya estábamos en la década de los 60 y, si bien seguía imperando en todos los ámbitos la ideología nacionalcatólica, la sociedad había evolucionado bastante.
A los pocos días de mi reingreso, fui requerido por el director de personal (un personaje inaccesible para mí entonces en condiciones normales) quien, muy solemnemente, me conminó: “Confío en que en el centro de trabajo no se dedique a hacer proselitismo”. “Efectivamente -le respondí- yo vengo a trabajar, pero al igual que se habla de fútbol, de toros o de cualquier otra materia, si surge el tema religioso, por descontado que yo daré mi opinión”. Cero represalias.
Cuando habían pasado bastantes años y yo ocupaba en la empresa a la sazón un puesto destacado como jefe de personal en un área de unas dos mil personas, en un ámbito en el que todos conocían mi doble dimensión, profesional y pastoral, coincidí, silla con silla en una comida de trabajo, con el director de esa área, con el que ya había un trato profesional cordial, pero se ve que, al igual que ocurría con otros, mantenía la curiosidad sobre mi persona y, tímidamente, me dijo: “Oye Máximo, ¿tú eres obispo?”. Una estupenda ocasión para darle una cumplida información, como así ocurrió.
[1] UEBE: Unión Evangélica Bautista de España
Autor: Máximo García Ruiz. Junio 2024 / Edición: Actualidad Evangélica
© 2024- Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
*MÁXIMO GARCÍA RUIZ, nacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Historia de las Religiones, Sociología e Historia de los Bautistas en la Facultad de Teología de la Unión Evangélica Bautista de España-UEBE (actualmente profesor emérito), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 31 libros y de otros 14 en colaboración, algunos de ellos en calidad de editor.
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