APRENDER A DESAPRENDER / por JUAN MANUEL QUERO
La misma Biblia, pero sin libros o textos apócrifos
"La Biblia usada por la Iglesia católica es la misma que la utilizada por las iglesias protestantes o evangélicas. Sin embargo, se cuentan 66 libros en las biblias protestantes, y 73 en las biblias católicas..."
Sección de biblioteca de Biblias de Juan Manuel Quero. Una ilustración de la importancia de tener una buena colección de Biblias, que son trabajos de traducción e investigación que enriquecen en su conjunto. / Foto: Juan Manuel Quero
(JUAN MANUEL QUERO, 01/03/2024) | ¿Cuántas Biblias hay? ¿Quiénes las escribieron? ¿Existen textos originales para hablar con propiedad de este tema? ¿Es la Biblia un vetusto libro que nada tiene que ver con nuestro tiempo?
Estas son preguntas que no debemos contestar de forma baladí, aunque podamos llegar a la conclusión de que la Biblia es una, a pesar de todo el proceso que se ha seguido para su formación. Ahora bien, toca, una vez más aprender a desaprender todas aquellas ideas que no corresponden referidas muchas veces a una vieja Biblia que nada tienen que ver con nosotros, pues fue escrita para que cada uno podamos conocer a Cristo en cualquier etapa del transcurso de la vida.
La Biblia[1] como el compendio de libros que de forma especial Dios reveló al hombre y que se conocen así como libros inspirados, es originalmente una, pero tuvo un proceso de elaboración que conllevó en torno a 1.400 años[2]. Su transmisión inicial sería oral: «6 Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes». (Deuteronomio 6:6-7). Fue escrita originalmente en hebreo y algunas porciones en arameo (Antiguo Testamento), además del griego koiné, que era el griego popular que se entendía mejor por el pueblo, ya que el propósito era dar a conocer la voluntad de Dios (Nuevo Testamento).
La Biblia ha tenido muchas revisiones para mantenerla en un lenguaje actual y comprensible. En la imagen, una Biblia desgastada por el mucho uso y un dispositivo móvil como soporte más actual de la Biblia. Foto: Juan Manuel Quero
Los soportes o materiales de escritura fueron desde su inicio muy diferentes. Se usaría la escritura cuneiforme en arcilla y en tablas de piedra, y posteriormente en pergaminos, palimpsestos y papiros, hasta llegar alcódice o libro. Actualmente se pueden disponer de ellas en formato digital, pudiendo llevar con nosotros una biblioteca de biblias diferentes en nuestro dispositivo móvil. Las personas que Dios usó para escribir la Biblia fueron de diferentes generaciones y estatus sociales. Él usará los códigos de comunicación de cada ápoca y a las personas escogidas para ello, pudiendo hablar así de autoría humana para distinguir características concretas en la forma de escribir la revelación recibida. Pero el autor del mensaje que se transmitía, era Dios mismo:
19 Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; 20 entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, 21 porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. (2ª Pedro 1:19-21).
Como decía al principio, para no quedarnos en una respuesta superflua a la preguntas iniciales es importante seguir estudiando sobre cuestiones hermenéuticas y sobre las diferentes teorías de revelación: 1ª) La mecánica o por dictado, que enfatiza la inspiración de lo escrito y no tanto de las personas; 2ª) la teoría de la intuición o iluminación que rebaja la intervención divina; y 3ª) la teoría dinámica o mediadora, con la que más me puedo identificar. Esta enfatiza que las personas fueron inspiradas por Dios para escribir con sus propias palabras el mensaje revelado.
La complejidad que se da para la transmisión bíblica hasta nuestros días no la hace menos creíble sino todo lo contrario, pues muestra su veracidad, así como que Dios es el autor. No es la invención de un hombre en un tiempo determinado, sino que Dios, que es eterno y omnipresente, pudo revelar Su Palabra existiendo un hilo conductor que es claro en todo lo escrito y que tiene el propósito de guiar al hombre a la salvación y a los propósitos para los cuales han sido creados.
Desde Génesis a Apocalipsis, el texto fue cuidado en la transmisión y protección de posibles invenciones humanas y de textos espurios. Dios usó a diferentes personas, como a los Padres Apostólicos o Padres de la Iglesia, así como a su Iglesia, y se formarían listas (cánones) que en distintos momentos y concilios se reconocerían y que aclararían, en medio de los intentos de confundir, cuáles eran los libros inspirados, ya que muchos libros que se escribieron eran seudoepigráficos, es decir, textos que se atribuían falsamente a algunos de los autores de los textos aceptados pero que realmente no lo eran. Otros, se intentarían colar como inspirados y serían rechazados, protegiendo así los textos bíblicos. Es así que los escritos originales se han ido reproduciendo hasta llegar a nuestros días.
Esto nos ha de hacer valorar mucho más la Biblia, como libro sagrado, como Palabra que viene de Dios y que es fidedigna. Tuvo un proceso complejo, pero, ¿no es así con los materiales más valiosos, como un diamante o como el mismo oro? Elementos preciosos de los que se hacen muchas copias o sucedáneos, pero esto no les hace menos valiosos sino todo lo contrario.
Hay muchas versiones, traducciones y diferentes publicaciones de la Biblia; esto también puede enriquecernos en tanto y en cuanto podemos contrastar traducciones en otros idiomas para comparar los diferentes giros lingüísticos y así seguir investigando en la profundidad de la Palabra de Dios. No obstante, el mensaje bíblico en términos generales es para el pueblo, para todas las personas, y no para uso exclusivo de la iglesia o de teólogos o eruditos. El sencillo mensaje de salvación es diáfano en la Palabra de Dios, aunque luego podamos adentrarnos para descubrir múltiples tesoros en el estudio de sus detalles: «Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí» (Juan 5:39).
Quizás algunos tengan en mente el motivo por el cual actualmente se pueden encontrar Biblias con contenido diferente al revelado originalmente. No se puede impedir, y más actualmente con las nuevas tecnologías, que cualquier persona escriba el contenido que quiera y le ponga nombre de «Biblia» a lo que realmente no lo es. Esto puede ser realizado por algunas sectas o grupos que buscan intereses personales, ideológicos o de otro tipo. Por ello, es importante sospechar de ediciones personales o de grupos que puedan tener intenciones partidistas o que no usen con rigor los conocimientos necesarios para publicar una Biblia. Hemos de contar con el respaldo de sociedades bíblicas, agencias y editoriales acreditadas y reconocidas en consonancia con la propuesta de las mismas iglesias cristianas y que apliquen la disciplinas necesarias para cuidar la publicación de Las Escrituras, para poner en manos de todos la Palabra de Dios.
La Biblia usada por la Iglesia católica es la misma que la utilizada por las iglesias protestantes o evangélicas. Sin embargo, se cuentan 66 libros en las biblias protestantes, y 73 en las biblias católicas. Esta variante se da en el Antiguo Testamento, ya que las iglesias católicas seguirán el contenido del Canon Alejandrino, que comprende algunos libros que se escribieron en el periodo que se conoce como «Intertestamentario»[3] y que se tradujeron en la Septuaginta (III a.C. hasta el I d.C.). Esta fue una traducción del Antiguo Testamento al griego, que incluye libros que entendemos como no inspirados pero con contenido histórico que podría ser de ayuda para entender algunos acontecimientos de ese tiempo. La Iglesia Católica recogió en sus biblias estos libros aun sabiendo que originalmente no formaban parte de los libros reconocidos como inspirados, siendo aceptados estos como libros deuterocanónicos (aceptados en un segundo canon, es decir en el Concilio de Florencia 1442 y en finalmente en el Concilio de Trento 1546). También las iglesias ortodoxas tendrán unas variantes en este sentido por motivos similares. Sin embargo, para los evangélicos o protestantes se mantendrá el mismo criterio de libros no inspirados o apócrifos para aquellos que no formaban parte del Canon Palestinense, que comprendía según entendemos los libros que el pueblo de Dios usó antes de Cristo y posteriormente por los primeros cristianos, siendo estos referenciados en el Nuevo Testamento.
La Biblia es para los creyentes evangélicos esa palabra viva que nos orienta y que asumimos como directriz y regla para nuestra fe y conducta. En ella tenemos la voluntad de Dios para nuestras vidas. En la Reforma Protestante del XVI fue la protagonista de todo lo que se realizó, asumiendo que las Escrituras son las que determinan lo que la iglesia y cada uno de nosotros debemos de hacer. Uno de los postulados de la Reforma, es que la Biblia es la que ha de determinar lo que la iglesia tiene que decir, y no la iglesia la que determine lo que la Biblia dice. Por ello se comenzó a traducir a lengua vernácula. Y en España, sería la Biblia del protestante de Casiodoro de Reina, conocida como la Biblia del Oso, la primera Biblia que se publicaría en castellano (28 septiembre de 1569).
Hoy seguimos teniendo el reto de comunicar la Palabra de Dios, según los formatos, la cultura y los medios en la que actualmente se mueve la sociedad. Un reto sigue siendo que la Palabra de Dios se siga traduciendo a los idiomas de aquellos pueblos que todavía no tienen posibilidad de tenerla. Nuestra labor evangelizadora y misionera ha de seguir procurando lo que nos enseña el evangelio: Que la Palabra de Dios corra y sea glorificada (2ª Tesalonicenses 3:1)[4].
*** Notas:
[1] El concepto de «Biblia» hace referencia en su propia etimología, a conjunto de libros, de donde se forman otros vocablos como «biblioteca».
[2] El número de años que se suele indicar para el proceso de elaboración de Las Escrituras, suele variar según diferentes estudios, pero los que indican menos tiempo empleado, están en torno a los 1.000 años.
[3] Este nombre se refiere al periodo que existe entre los dos testamentos de la Biblia, es decir, desde la profecía de Malaquías, hasta el nacimiento de Jesús o el ministerio de Juan el Bautista. Sería en torno a 400 años, tiempo en el que surgieron una serie de instituciones religiosas y políticas, que sin estar registradas en el Antiguo Testamento, nos las encontraremos en el Nuevo Testamento con plena vigencia.
[4] Juan Manuel Quero Moreno. Vigencias y valores de la Reforma Protestante. Málaga: Impreso en Read On Time, 2017, p. 123.
Autor: Juan Manuel Quero Moreno
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