LA HISTORIA DE LA IGLESIA A TRAVÉS DE LOS AVIVAMIENTOS - POR JUAN MANUEL QUERO
La Historia Contemporánea: Un avivamiento integral (I)
"Es interesante observar que durante este tiempo la mayoría de las personas que se convertían y que se tomaban más en serio lo que suponía seguir a Cristo eran las mujeres"
(JUAN MANUEL QUERO, 20/10/2022) | Hemos hablado del llamado «Primer Gran Avivamiento», conocido también como ese «Gran Despertar» que a mediados del siglo XVIII trajo frescura y revitalización a las vidas de los creyentes produciendo cambios muy significativos, en EE. UU. y por extensión en otros muchos lugares. Pero, medio siglo después surgiría el «Segundo Gran Despertar» (1790-1841), desencadenando un nuevo empuje en el avance del reino de Dios.
Su característica especial sería la proyección misionera, en medio de un ánimo evangelizador que movido por el Espíritu Santo ajustó las vidas de los creyentes y trajo multitud de conversiones. Esto no solamente produjo la extensión del Evangelio, sino que también polarizó al pueblo evangélico en diferentes denominaciones que atendían a unas características comunes, en las decisiones que se tomaban en este contexto de avivamiento y de transformación.
En estos «despertares» la influencia fue muy transversal, afectando muchos ámbitos sociales. Como comenta el historiador Williston Walker, se trata de movimientos similares al mismo pietismo alemán: «[...] fue análogo al pietismo en Alemania o al Metodismo en Gran Bretaña. Acentuó el concepto de un cambio regenerativo, una “conversión”, como método normal de entrada al reino de Dios. Dio difusión general al concepto bautista o congregacional de la iglesia como una compañía de cristianos por experiencia»[1].
Este «Segundo Gran Despertar», como comenta Walker, no tendría predicadores como Whitefield pero sería un movimiento genuino y muy práctico. Este marcaría la historia de la iglesia contemporánea ya que, en la última década del siglo XVIII, concretamente en el año 1792, se daría un nuevo vigor espiritual que especialmente desde Nueva Inglaterra cundiría por toda América del Norte.
Serían diferentes los predicadores de este Despertar, tales como James McGready, (1758-1817); Barton W. Stone (1772-1844); Thomas Campbell (1763-1854); Lyman Beecher (1775-1863); Asahel Nettleton (1783-1844); Bennet Tyler (1783-1858); Nathaniel William Taylor (1786-1858); Alexander Campbell (1788-1866).
Creo que cabe destacar también a Francis Asbury (1745-1816) que sería un presbiteriano inglés designado por Juan Wesley como obispo metodista para para EE. UU. Fue quien emprendió el circuito de predicación. Se trataba de un trabajo itinerante de los predicadores en las zonas fronterizas donde habría que ir regularmente para contactar con nuevas personas, que de otra forma no escucharían el mensaje de salvación del evangelio.
También hemos de dedicar unas líneas a Timothy Dwight, de Massachusetts (1752-1817), que era nieto de Jonathan Edwards y que tuvo un trabajo muy definido en las universidades, dándose también en el ámbito educativo lo que supondría el avivamiento que formaría parte de esta etapa. Fue un poeta que compondría diferentes himnos para ser cantados en las iglesias.
Con Charles Finney de Connecticut (1792-1875) nos detenemos algo más. Era un abogado que se convirtió a la fe cristiana al conocer el mensaje bíblico, teniendo una experiencia muy notoria. Él mismo diría:
Pero, mientras me volvía y estaba a punto de sentarme cerca del fuego, recibí un poderoso bautismo del Espíritu Santo. Sin esperarlo, el Espíritu de Dios descendió sobre mí de tal modo que parecía pasar a través de mi cuerpo y de mi alma. Podía sentir como si una descarga eléctrica tras otra me atravesase. En verdad, parecía venir como oleada tras oleada de amor líquido... como el mismo soplo de Dios, era como ser abanicado por unas enormes alas.[2]
Entendió que Dios lo llamaba para servir como pastor y fue consagrado como tal en la iglesia presbiteriana. Destacaría como uno de los más influyentes predicadores del Segundo Gran Despertar. Llegaría a ser un gran evangelista con mensaje muy bíblico pero al mismo tiempo social, manifestándose como abolicionista y por lo tanto contrario a la esclavitud que se estaba permitiendo entre los cristianos. Buscaba que sus predicaciones fueran productivas y no tanto estéticas o aclamadas por su oratoria o mensaje agradable.
Fue él quien movería a las personas que aceptaban a Cristo a hacerlo público, poniéndose de pie o saliendo adelante ante los demás. Daría también un destacado lugar a la mujer para que participara en los cultos. Dios lo usaría para crear y promover un avivamiento que llevó a multitudes a aceptar a Cristo. Eran tan masivas las reacciones de avivamiento y conversión, que las zonas en las que multitudes se convertían se llamarían «distritos quemados».
Sería también un profesor destacado en Oberlin (Ohio), con alumnos tanto blancos como negros y con un pensamiento teológico con un enfoque personal en el que daba gran importancia a la acción del Espíritu Santo, siendo catalogada su teología como de «calvinismo arminiatizado». También animaría a las misiones y a la evangelización, destacando que el hombre tenía que tomar la decisión de arrepentirse y volverse a Dios, lo que tendría que ver con el libre albedrío para decidir por Cristo.
En este caso se buscaba una más fuerte consolidación, creando colegios evangélicos e introduciendo en las iglesias lo que se conoció como «La Escuela Dominical» que, introducida en Filadelfia el año 1791[3], tendría un desarrollo mucho mayor convirtiéndose en algo prácticamente universal, tanto en el mapa geográfico como en los diferentes grupos, movimientos o denominaciones evangélicas.
El tiempo de oración y la dinámica evangelizadora tendría un carácter regular y natural como parte de la vida cristiana, y no como simples elementos organizativos o esporádicos. Hubo un gran esfuerzo para implementar una educación cristiana acorde a las necesidades sociales de este tiempo. Esto supondría que se conformara a finales del siglo XIX un evangelio con carácter más social. Los creyentes que habían aceptado a Cristo en sus vidas, además de arrepentirse de sus pecados, también tendrían que hacer lo necesario para disipar la inmoralidad en su contexto. Esto significaría un énfasis en la moral cristiana.
Es interesante observar que durante este tiempo la mayoría de las personas que se convertían y que se tomaban más en serio lo que suponía seguir a Cristo eran las mujeres. Además, serían ellas las que destacarían con su apoyo a las misiones y en la extensión del evangelio. En el aspecto social serían las mujeres también las que destacarían en muchos aspectos. Como ejemplo, vemos que formarían asociaciones y grupos de voluntarias. Sería el caso de la «Women's Missionary Society» y «la «Maternal Association», ambas en Utica, Nueva York.
Estos momentos históricos, nos llevan a la reflexión actual. ¿Qué papel debe jugar en la predicación de las iglesias actuales la denuncia de lo que socialmente se puede permitir, pero, que entendemos contrario a la voluntad de Dios?
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** Notas:
[1] Williston Walker. Historia de la Iglesia Cristiana. Missouri, EE. UU.: Editorial: Casa Nazarena de Publicaciones, s.d., p. 570.
[2] Basil Miller. Charles Finney: El hombre que originó un avivamiento que cambió el curso de la historia. Miami, Florida: Editorial Peniel, 2002, pp. 22, 23.
[3] Sería en 1785 cuando en Londres se organizó la Sociedad para la promoción de Escuelas Dominicales, dentro de las fronteras inglesas.
Autor: Juan Manuel Quero Moreno
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