RESEÑA BIBLIOGRÁFICA / por ALFONSO PÉREZ RANCHAL
"Jesús, ¿realidad o ficción?", de John Dickson. Editorial Clie, 2021, 173 páginas.
"No existen dudas sustanciales sobre el curso general de la vida de Jesús: cuándo y dónde vivió, aproximadamente cuándo y dónde murió, y el tipo de cosas que hizo durante su actividad pública". E. P. Sanders
(Alfonso Pérez, 10/01/2022) Aunque pueda sorprender, al presente todavía hay algún que otro estudioso que niega la existencia histórica de Jesús. No faltan tampoco los que le conceden nulo crédito a los evangelios por ser escritos teológicos, o los que llevados por determinados presupuestos no son capaces de ver el bosque ya que tienen los árboles delante.
El libro de John Dickson va a adentrarse en las anteriores cuestiones y otras derivadas para mostrar un camino del todo satisfactorio tanto con la crítica histórica como con la fe. Del contenido de los diez capítulos que componen este libro voy a resumir a continuación lo principal, enlazando uno con otro en sus ideas esenciales.
El cristianismo, en claro contraste con otras religiones, se basa en supuestos sucesos históricos que ocurrieron. Es en esto en donde sostiene su plausibilidad. Podemos decir frases tales como que Dios te ama y no pasaría nada, se puede creer o no, pero si decimos que Jesús fue crucificado en tiempos de Poncio Pilatos la cosa cambia, ya que se ha entrado en terreno histórico.
La historia no es algo ficticio, no se trata de cuentos sino de algo real. Además de real es conocible, aunque debemos tener presente que solo queda menos del 1 % de los restos antiguos. De todas formas, este 1 % es suficiente para conocer muchas cosas de manera firme y concluyente.
Debemos también diferenciar entre nuestras creencias y las de otros. Por ejemplo, igual no creemos en el pecado, lo cual no significa que Jesús no creyera en él ni que no hablara del mismo. Al presente hay consenso entre los especialistas de que conocemos bastantes cosas sobre Jesús. Así podemos decir que "La investigación histórica es la ciencia y el arte de discernir cuántos de estos sucesos tangibles del pasado se pueden saber hoy" (p. 24). Pero a diferencia de lo que muchos creen hay una relación entre la fe y la historia que podríamos llamar la “fe” en la historia.
La fe es algo que usamos en la vida cotidiana. No es posible vivir sin ella, no podemos ir dudando de todo a nuestro alrededor ni de todo lo que nos dicen. El conocimiento académico funciona de la misma forma. Casi todo lo que aprendemos en la escuela o la universidad lo hacemos por fe, esto es aceptando, confiando en los testimonios y en el contenido tanto de los libros como de los profesores. Por tanto, es así como aprendemos en la clase de historia e incluso en la de ciencias. Se puede acceder al conocimiento de forma directa tan solo en algunas cosas en relación al mundo antiguo tales como los idiomas, algunos textos y lo hallado por la arqueología. Por supuesto, no es una confianza ciega, sino que los testimonios antiguos deben ser evaluados para ver si son dignos de confianza.
Dicho lo cual, la información pasa por nosotros y se da una interpretación de la misma. Esto es resultado tanto de realidades psicológicas como intelectuales, no es cierto que seamos pura mente, somos seres sociales, psicológicos y físicos. Tenemos preferencias, experiencias, escuchamos otras opiniones e incluso el estar cansados o no nos influye a la hora de abordar la información. Es esencial que seamos conscientes de toda esta complejidad humana que estará presente cuando evaluemos los hechos. De todo esto que hemos apuntado también debe quedar claro que la fe no es lo opuesto al conocimiento.
No faltan aquellas personas que niegan la existencia de Jesús. Esto indica que el escepticismo y el fundamentalismo cristiano pueden llegar a ser igual de dogmáticos. En el presente existe consenso entre los académicos de que los rasgos generales de la vida de Jesús tienen un sustento histórico. En los dos siglos anteriores entre los que se dedicaron al estudio del Jesús histórico las imágenes cambiantes sobre él fueron algo común. Actualmente hay menos escepticismo que en el pasado.
Se suele hablar de tres fases o tres búsquedas en el estudio de la vida de Jesús. La primera búsqueda es el Jesús racionalista. Los antecedentes de esta búsqueda están en la Ilustración que se extiende por Europa durante los siglos XVII y XVIII. La razón ocupa el lugar central y se rompe con las tradiciones y la autoridad del pasado. La segunda búsqueda comenzó a mediados de la década de los 50 con la idea de dejar sentados algunos datos sobre la vida histórica de Jesús. Se basó en una nueva metodología llamada el criterio de la doble similitud. La tercera búsqueda tuvo otro enfoque, algo que la anterior búsqueda no se atrevió a realizar. Así, tomaron a Jesús y lo estudiaron en el seno del judaísmo del periodo romano. Con ello se logró ver cómo no pocos textos evangélicos eran perfectamente plausibles. Estos datos dejan que sean iluminados por todo lo que sabemos sobre la cultura, la política, la religión, etc. de la Galilea y la Judea del siglo I. Esta forma de proceder es siguiendo el conocido como criterio de plausibilidad histórica.
La tercera búsqueda sigue el mismo método que los historiadores usan para estudiar otros personajes del pasado. Esto saca a la luz la plausibilidad de los testimonios que nos llegan, incluidos los evangélicos. Por supuesto, esto no demuestra que Jesús dijera estas o aquellas palabras, pero lo que sí hace es elevar la confianza hacia los textos evangélicos que las contienen.
Los especialistas así valoran y analizan la información (sobre todo textos) de la antigüedad que nos han llegado, es el proceder propio, no únicamente en relación a Jesús. Esta información nos llega por un lado por un pequeño número de inscripciones y de muchas monedas. Pero la gran mayoría de la información proviene de fuentes escritas que se fueron realizando y copiando en manuscritos a través del tiempo.
“Hay al menos tres aspectos de las fuentes escritas antiguas que suscitan el interés de los eruditos modernos, tanto si estudian a Alejandro Magno como a Jesús de Nazaret: ¿Cuál es la fecha de redacción? ¿Qué fuentes previas se emplearon en esa redacción? ¿En qué grado están bien conservadas las copias manuscritas de las obras? Respecto a estos tres criterios, los evangelios y las cartas de Pablo contenidas hoy en el Nuevo Testamento salen (por no exagerar) bastante airosos” (p. 97).
Nos han llegado algunos retazos de la vida de Jesús por fuentes externas al Nuevo Testamento, pocas pero relevantes, y sin duda tenemos en el apóstol Pablo una llave -en sus escritos- para acceder a Jesús, a pesar de lo que algunos afirman.
La conversión de Saulo fue en torno al 31, 32 y en sus escritos hay algunos testimonios muy importantes sobre el Jesús terrenal. Pablo se relacionó con los primeros discípulos así que es una fuente primaria de información. El Apóstol no narra la vida de Jesús, sino que realiza referencias de pasada, lo que evidencia que no hacía falta entrar en detalles ya que los oyentes debían estar familiarizados con ellos.
La arqueología también ha aportado una importante luz. La arqueología ya no es una disciplina que se usa para ir confirmando o respaldando la Biblia. En la actualidad esta disciplina de investigación rescata los restos materiales de tiempos pasados y estos descubrimientos los une, los combina, con la literatura de su tiempo para así aportar luz a la sociedad de entonces en todos sus aspectos, desde económicos hasta el día a día de las personas.
Pero al hablar de historia y lo histórico parecería que deberíamos descartar todo relato milagroso, ya que estos no pertenecen precisamente a lo histórico, sino a la fe. Este proceder parece haberse impuesto en algunos círculos que se refieren a sí mismos como independientes, científicos y académicos no sin, debo decir, cierta dosis de orgullo intelectual.
Relatos de milagros hay en otro tipo de literatura antigua que no es la evangélica. A los mismos emperadores romanos se les atribuyen como hace, por ejemplo, Tácito con Vespasiano. Esto ni quita ni suma a la credibilidad del resto de su obra, sencillamente los historiadores aceptan que en la antigüedad las personas creían en los milagros.
En cuanto a si los milagros son realmente posibles esto viene más determinado por las creencias del historiador que por otra cosa. Si nuestro universo se rige solo por causas naturales no será posible, y esa lectura será la adoptada frente a la información que tengamos delante. Si partimos de la existencia de un Creador, la resurrección sería posible y la evidencia que nos habría llegado sería histórica. Esta es la diferencia entre evidencias científicas y las históricas. Las primeras aparecen por medio de la observación directa; las segundas por testimonios fiables. Y es por evidencias testimoniales que nos ha llegado casi todo de nuestro conocimiento histórico.
“Y esta es la conclusión -nos dice el autor- doble de este libro. En primer lugar, el hecho de que una persona acepte o no la fe cristiana depende de mucho más que de la evidencia histórica (o de cualquier tipo de evidencia, ya puestos). Un libro de historia no puede convencer a nadie de que Jesús es el Hijo de Dios, hizo milagros, murió por nuestros pecados, resucitó para garantizarnos la vida eterna, y todo lo demás.
Que aceptemos (o rechacemos) tales cosas dependerá de nuestras experiencias vitales, nuestras preferencias, nuestro paradigma filosófico y nuestra composición psicológica, tanto como depende de cualquier evaluación objetiva de los hechos. Esto quiere decir que cualquiera que quiera examinar las afirmaciones únicas del cristianismo (que se centran antes en la persona de Jesús que en una filosofía religiosa, la moral o los rituales), debería hacerlo realizando una evaluación honesta de sí mismo además de las evidencias.
Por otro lado (y esta es mi segunda idea), las mejores líneas del razonamiento histórico moderno pueden conducir (y lo hace, y probablemente deberían hacerlo) a los investigadores ecuánimes a la conclusión de que el Nuevo Testamento contiene un buen testimonio sobre la figura de Jesús” (pp. 168, 169).
Llegado a este punto solo me queda recomendar este libro. A pesar de ser un volumen de 173 páginas para un tema tan extenso como el que pretende tratar no desmerece su contenido. Con ello me refiero a que se trata de una buena introducción sobre el sustento histórico de Jesús que se enfoca en aspectos concretos y sin apenas notas al pie de página. Es, como digo, una interesante y adecuada introducción y orientación para después seguir ampliando conocimientos a este respecto.
Autor: Alfonso Pérez Ranchal. Enero 2022 / Edición: Actualidad Evangélica
© 2022- Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
Alfonso Pérez Ranchal es Diplomado en Teología por el CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas), Licenciado en Teología y Biblia por la Global University y Profesor del CEIBI. Vive en Cádiz.
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