OPINIÓN / LA HISTORIA DE LA IGLESIA A TRAVÉS DE LOS AVIVAMIENTOS
Continuamos con la novena entrega de esta interesante serie titulada "La historia de la Iglesia a través de los avivamientos", a cargo de Juan Manuel Quero Moreno.
(JUAN MANUEL QUERO, 14/06/2021) | Esta época tendría como protagonistas sobresalientes el Imperio Bizantino, el Califato Omeya y el Imperio Carolingio. Las guerras y las diferencias sociales serían enormes, surgiendo el feudalismo de lo señores, frente a los siervos y esclavos, que trabajarían para los que serían los grandes señores.
Los reyes tendrían un poder compartido con los nobles y con los clérigos, poseyendo grandes extensiones de tierras y una autoridad tiránica. El campesinado, que era el vulgo de la población, serían los vasallos de los nobles y de los clérigos, con todo lo que esto generaba en el orden social. Estos serían explotados por los que estaban en la cúspide de los feudos, pagando impuestos desmesurados mientras que otros, como los clérigos, estarían exentos de todo ello. En este esquema habría que tener en cuenta el papel de la mujer. Ellas como casadas tenían que estar totalmente sometidas al marido, y sus funciones, solamente podrían hacer sus labores en el hogar, aunque, en este tiempo también trabajan como campesinas. Su realización social se entendía solamente dentro del matrimonio. La soltería estaba mal vista. Las alternativas eran acceder a la iglesia como monjas o dedicarse a la prostitución.
Las clases sociales estarían muy determinadas por el nacimiento. Quien era hijo de campesinos seguiría siéndolo de por vida, y los que eran hijos de nobles seguirían este linaje. La distinción en este caso se da con relación a la iglesia, que no se daba por nacimiento, aunque el nepotismo fuese muy frecuente. En realidad, el clero, para las clases más bajas, así como para las mujeres, sería un medio de ascender a un estatus social más alto. En este contexto, es interesante mencionar la historia que ha quedado registrada de una mujer que llegó a ser “Papa” a mediados del siglo IX. Esta fue conocida posteriormente como la «papisa Juana»; aunque, se refiere al Papa Juan VII, que ostentó dicho cargo durante algo más de dos años entre los papados de León IV y Benedicto III. Se ha difundido que esto fue una leyenda que surgió en el Medievo, pero la trascendencia histórica es importante tanto en documentación de respaldo como en todo lo que se ha manifestado en otros escritos, así como en los ecos artísticos tales como, esculturas, ilustraciones medievales y comentarios en diferentes épocas. Hay que recordar, que fue algo muy tenebroso y delicado para la Iglesia Católica, ya que se dice que fue descubierta cuando en una procesión sufrió contracciones de parto. Además, a partir de entonces y durante un corto tiempo se instauraría la costumbre de que los papas pasaran por «sella stercoraria», que tenía un hueco donde podrían examinar el sexo del papa para confirmar que era un hombre. Aunque parezca algo anecdótico y absurdo, esto ilustra también la situación a la que se había llegado en esta etapa de la Alta Edad Media[1].
Aunque parezca contradictorio, este tiempo, de la Alta Edad Media, se circunscribía a una cultura muy «teocéntrica». Esto parece indicar algo bueno pero, sin embargo, no será más que una ironía, pues el teocentrismo que se daría en las costumbre y mores sociales, así como en la misma filosofía de la época, se entendía a través de los clérigos, de la jerarquía religiosa y de sus cátedras. Todo ello estaba mediatizado por interés, unido a propósitos egoístas y desajustados totalmente de lo que la Biblia enseñaba. Además, a esto habría que añadir el fanatismo y la persecución a todas las personas y a todo aquello que era contrario al sistema establecido. Todos los males se podían interpretar como castigo de Dios y se podrían achacar a posesiones demoníacas, brujerías y otras acciones esotéricas. Todo ello daría sentido, en esa época, a la creación de la Santa Inquisición, aunque esto sería ya en la Plena Edad Media[2] y que daría un recurso más a la teocracia, para investigar cualquier asunto que fuese sospechoso para la iglesia medieval.
Muchos de los baluartes del cristianismo cederían al avance del islam, pero, al mismo tiempo la labor misionera y la proclamación del Evangelio continuarían. En las islas británicas se estaba gestando un avivamiento que repercutiría en un avance misionero, que sería un cortafuego para los avances disidentes que se estaban dando. Patricio llevaría el Evangelio con anterioridad a Irlanda (siglo IV) y, Columba (521-597), que sería nieto del rey que reinó en tiempo de Patricio, sería considerado como el apóstol de Escocia. En este caso seguiría siendo importante la fundación de monasterios como base de operaciones para impulsar la obra misionera. Columba fundaría un nuevo monasterio en la isla en la que nació: Iona. Esto fue posible por su llamamiento al servicio evangelístico y misionero, en el que fue acompañado por 12 monjes. Es así que surgiría también la misión céltica, que llevaría el Evangelio a una buena parte de las Islas Británicas. Otro monje, llamado Agustín, llegaría a los anglosajones presentando a Cristo. Este llegaría junto con otros 40 monjes del monasterio que fundaría en Roma por Gregorio el Grande, quien haría esta magnífica contribución en las misiones. Jesse Lyman dice lo siguiente sobre Gregorio I: «Gregorio I fue el eclesiástico del que se cuenta la conocida historia de que, al ver algunos cautivos en Roma de cabello claro y de ojos azules, y al preguntar quiénes eran, se le contestó que eran "angli" (ingleses). A esto respondió: "Non angli, sed angeli" ("no anglos, sino ángeles"). Después, cuando llegó a ser Papa, envió misioneros a Inglaterra para cristianizar al pueblo»[3]. En los informes que Agustín diera a Gregorio se habla de unos 10.000 convertidos que fueron bautizados[4].
En Inglaterra cundiría el Evangelio y la vida de aquellos cristianos supondría un avivamiento que llevaría la fe cristiana a otros lugares de Europa. Destacan algunos personajes como Willibrordo y Bonifacio. El primero junto con otros 11 monjes llegaría a final del siglo VII a los Países Bajos. El segundo, Bonifacio, se unió a Willibrordo con el propósito de llegar a Alemania. Fueron muchos los que llegarían también de Inglaterra para apoyar esta labor en Alemania. Desde este lugar, conforme creció el Evangelio, una vez más se daría la misma secuencia donde los que recibieron la fe cristiana serían movidos por el Espíritu de Dios para avanzar con su Palabra, en este caso hacia el centro de Europa.
Se hace necesario destacar en este tiempo la creación del Imperio Carolingio. Carlomagno, monarca de los francos, era uno de los más destacados jefes de gobierno de aquel tiempo. En él se vio la oportunidad de volver a lo que fue la iglesia imperial de Roma en tiempos de Constantino. El papa Adriano le pidió ayuda frente a los lombardos, y este acabó con ellos. Así surgió la oportunidad de volver a vincular la iglesia con la política; el poder terrenal, con el espiritual, y en la navidad del año 800 Carlomagno sería coronado por el papa León III como emperador del Imperio Carolingio.
La Marca Hispánica del Imperio Carolingio sería importante por motivos de defensa, pero también de conquista. Los marquesados, condados y caudillos dependientes del emperador estaban ligados religiosamente. El conjunto de condados al sureste de la cordillera pirenaica, conocida como Cataluña, dependerían también del poder eclesiástico que caminaba de la mano del Imperio. Lo que se desarrollaba era una sociedad con fuertes surcos sociológicos, con todos los elementos religiosos y políticos que animaban «el renacimiento carolingio». Un renacimiento que redibujó el Imperio Romano fortaleciéndolo de una cultura más amplia, pero con las hendiduras religiosas que desde el Emperador Constantino el Grande se darían. Hay que tener en cuenta que a Carlomagno se le conocería históricamente como el «Padre de Europa». Este emperador todavía en contexto medievalista mantendría la rigidez que configuró una sociedad diferente, con sus poderes civiles o religiosos que acaudillaban estas «marcas» con vasallaje que se iría desarrollando en el tiempo. La sede de este imperio se encontraría en Aquisgrán, donde terminaría muriendo Carlomagno. Aquí se ubicaba su palacio y su capilla, además de otras dependencias e instituciones; pero, palacio y capilla destacarían como emblema de lo que sería este imperio[5].
En el siglo VIII la fe cristiana llegaría a ávaros, eslavos, croatas, eslovenos y checos, llegando al segundo milenio con nuevas esperanzas para un mundo que necesitaba ser restaurado. Aquí también, hay que recordar, algo fundamental para la permanencia del cristianismo, la traducción de la Biblia a las lenguas de aquellos que tendrían que ser evangelizados. El rey Ratilav I o Rastislao (820-870), reina en un vasto territorio de la Europa central. Estos territorios estaban compuestos especialmente de eslavos que ocupaban lo que en nuestros días serían los países bálticos, Polonia, Rusia, Chequia, Eslovaquia, Croacia, Eslovenia, Bosnia y Herzegovina, Bosnia, Serbia, Montenegro, Macedonia y Grecia. Su potencia podría presentar una amenaza al Imperio Carolingio y mutuamente se necesitaban frente a las hegemonías de los diferentes pueblos que se formaban, por lo que llegaron a entenderse. Rastislao solicitó apoyo al emperador de Bizancio, Miguel I, pues entendió que sería importante la cristianización de sus territorios desde sus propias directrices para que estos no fuesen el objetivo de otros pueblos cristianos, fuera de sus propios territorios, evitando así la desestabilización de sus dominios. Miguel I enviaría como misioneros a Constantino, o Cirilo, como también se le conoce, junto con su hermano Metodio, en la segunda mitad del siglo IX. Fueron ellos los que tuvieron la responsabilidad de traducir la Biblia al eslavo para lo cual tuvieron que crear el alfabeto glagolítico, que con el trabajo que realizó uno de sus discípulos evolucionaría al alfabeto cirílico, nombre que se le dio en honor a Cirilo, siendo así misioneros en la Gran Moravia[6].
En el desierto de cualquier etapa histórica o vital, Dios sigue obrando; pero ¿cuáles son los recursos que Dios usa para ello? Quizás pensemos que estos avivamientos han de pasar por una institución determinada, pero, los protagonistas humanos de estos avivamientos, ¿no serán aquellos que ante el llamamiento de actuar sigan diciendo «heme aquí, envíame a mí?
Notas:
[1] Cf. «El papa que fue mujer: La papisa Juana». [En línea] Disponible en: https://www.coursehero.com/file/43314485/el-papa-que-fue-mujerpdf/ [Consultada el 10 de junio de 2021]. Michael E. Habicht, y Marguerite Spycher. Papisa Juana ¿El pontificado encubierto de una mujer o una leyenda ficticia? Sturt Rd, Bedford Park SA 5042, Australia: Edita, Flinders University, 2018. P.
[2] Se fundó el año 1184 para combatir a los cátaros o albigenses.
[3] Jesse Lyman Hulbut. Ob. cit. p. 60.
[4] Pablo Deiros. Ob. Cit. Pp. 59-60.
[5] Juan Manuel Quero Moreno. «EL CESAROPAPISMO DE CARLOS V UNA REALIDAD QUE TRASCIENDE AL EMPERADOR (I)» En: Cuaderno de Reflexión Teológica, Año 1; Volumen I, verano 2019. Edita: Facultad Teológica Cristiana Reformada, Madrid, 2019, p. 30.
[6] Justo González. «Historia del cristianismo: Desde la era de los mártires hasta la era de los sueños frustrados. Miami: Editorial Unilit, 1994, volumen I, p. 336.
Autor: Juan Manuel Quero Moreno
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