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OPINIÓN / HISTORIA / POR PABLO BEDROSSIAN

¿Quiénes fueron los Hugonotes?

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En este artículo, publicado con permiso de su autor, el Dr. Pablo Bedrossian evoca la historia de este grupo de protestantes franceses que pese a las persecuciones, acoso y matanzas que sufrieron a lo largo de la convulsa historia gala, consiguieron sobrevivir al despotismo y a la intolerancia religiosa y transmitir su legado hasta nuestros días

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Francisco I, por Jean Clouet (1530) actualmente en el Museo del Louvre

(MADRID, 07/05/2021) En 1517 comenzó la  por iniciativa del monje alemán Martín Lutero. A medida que su pensamiento teológico evolucionaba el papado perdía preminencia no solo religiosa sino política. En todo Europa muchos apoyaban con entusiasmo la ruptura con la Iglesia Romana pues la libertad que les otorgaba abría el camino para forjar su propia identidad nacional.

Francisco I fue consagrado rey de Francia en 1515; su política religiosa se acomodaba según la conveniencia. Aunque no quería el protestantismo en su país, veía con simpatía los avances de los luteranos en Alemania pues mitigaban el poder de su adversario, el emperador Carlos V. Por momentos fue tolerante con sus compatriotas protestantes y en otros los persiguió. Esa política pendular obligó a muchos franceses a exiliarse, tal es el caso de Juan Calvino, uno de los impulsores de la Reforma en Suiza. En cambio, la hermana del monarca, Margarita de Angulema, esposa del rey Enrique II de Navarra, apoyaba desde su reino el movimiento reformador, acogiendo en su corte a los que huían de las persecuciones de su hermano[1].

Francisco I murió en 1547; lo sucedió en el trono su hijo Enrique II quien fue mucho más cruel con los protestantes de su país. Sin embargo, la influente predicación de los reformados llegados desde países vecinos generó un movimiento de vertiginoso crecimiento. En 1559 se organizó secretamente el primer sínodo de iglesias de Francia[2] donde se redactó una Confesión de Fe y una Disciplina para sus congregaciones.

LOS GUISA, NUEVOS ACTORES

Enrique II murió en 1559, el mismo año del Sínodo. Lo sucedió en el trono su hijo Francisco II, un adolescente que un año antes había sido casado con María Estuardo, por aquel entonces una princesa escocesa criada en Francia. El joven monarca, con la anuencia de su influyente madre, Catalina de Medicis, delegó el manejo del Estado en el general Francisco de Guisa y en su hermano Carlos, cardenal de Lorena, tíos de su esposa, quienes habían sido los principales consejeros de su padre. Los Guisa eran férreos católicos que persiguieron a los protestantes, ordenando allanamientos, arrestos y confiscaciones.

Este giro político generó una enorme resistencia en la nobleza y en los príncipes de linaje real por haberse visto desplazados[3].  Entre ellos se encontraban Luis de Condé y su hermano Antonio de Borbón, quienes se habían hecho calvinistas. Ellos junto a varios nobles tramaron lo que se conoce como “la conspiración de Amboise” cuyo propósito era secuestrar al rey, liberarlo de la tutela de los Guisa e imponer una nueva política en Francia. Cuando el complot fue descubierto en marzo de 1560, los cabecillas, entre los que había hugonotes[4], nombre de origen incierto que se les daba a los protestantes franceses, fueron puestos en la cárcel. La mayoría de los conjurados fue asesinada; se estima que por las represalias hubo 1200 muertos.

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“Los discípulos Pedro y Juan corren al sepulcro”, obra del pintor protestante suizo Eugène Burnand, descendiente de hugonotes franceses; la obra es propiedad del Musée d’Orsay.

Para menguar esa imagen sanguinaria, durante algún tiempo el Estado francés intentó una política de reconciliación, pero el irrefrenable crecimiento de los protestantes llevó a encarcelar a sus líderes, lo que produjo violentos disturbios en toda la nación. Los hugonotes se organizaron en milicias e incluso intentaron tomar la ciudad de Lyon. A pesar de ser un príncipe de sangre, Luis de Condé fue encarcelado por los Guisa a finales de octubre de 1560, lo que aterrorizó a la nobleza que vio en ese gesto una amenaza para sus privilegios.

Inesperadamente, el rey murió a principios de diciembre de ese año por una infección. Lo sucedió su hermano Carlos IX, que tenía 10 años. Su madre, Catalina de Médicis, retomó el poder como regente y los Guisa tuvieron que abandonar la corte. Tras una negociación, Luis de Condé fue liberado. Se estima que por aquella época los hugonotes ya contaban con unas 2,000 congregaciones.

EL EDICTO DE SAN GERMÁN Y LAS GUERRAS RELIGIOSAS

En 1562 la reina madre hizo promulgar el Edicto de San Germán donde, según el historiador Justo L. González “les concedía a los hugonotes la libertad de continuar en el ejercicio de su religión, pero les prohibía tener templos, reunirse en sínodos sin permiso del estado, recoger fondos, mantener ejércitos, etc. Luego, lo único que se les permitía a los hugonotes era reunirse para sus cultos, siempre que esto tuviese lugar fuera de las ciudades, de día y sin armas”[5].

Los Guisa, que seguían mandando en Lorena, hicieron caso omiso al edicto. Su estrategia fue terminar con la paz religiosa para retomar el control del Estado. Su acto más cruel lo constituyó la impiadosa matanza de unos hugonotes reunidos en un establo de la aldea de Vassy. Este hecho desencadenó una guerra religiosa entre los católicos, liderados por el duque Francisco de Guisa (poco después asesinado por un hugonote miembro de la nobleza), y los protestantes, conducidos por el almirante Gaspar de Coligny. A las batallas les sucedían breves treguas que eran rotas por nuevos actos de violencia fratricida.

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Monumento al valiente Almirante Gaspar de Coligny, mártir dek movimiento hugonote. Imagen de DEZALB en Pixabay

Catalina de Médicis veía en los hugonotes potenciales aliados para limitar el poder de los Guisa. El Almirante Coligny fue recibido en la corte y hasta se pensó en casar a una de las hermanas del rey con un príncipe protestante. Sin embargo, esta bonanza aparente ocultaba la llegada de la noche más oscura. Confluyeron los celos de Catalina de Medicis por el Almirante Coligny, quien había cautivado al rey, y el deseo de Enrique, el nuevo duque de Guisa, de vengar la muerte de su padre.

LA NOCHE DE SAN BARTOLOMÉ

Tras las bodas de Enrique de Borbón, rey de Navarra, con Margarita Valois, hermana del rey de Francia, el Almirante Coligny fue herido en un atentado organizado por los Guisa. Aunque el rey estaba indignado, la reina madre lo convenció de que había una conspiración de los hugonotes en su contra. El ingenuo monarca lo creyó. El 23 de agosto de 1572, con su aprobación y las instrucciones de Catalina de Medicis, el duque de Guisa organizó a los guardias de la ciudad indicándoles qué casas y personas debían atacar. Más de 2,000 hugonotes fueron masacrados esa trágica noche. El Almirante Coligny que aún estaba convaleciente fue atacado en su propia casa. Ya herido, lo arrojaron por la ventana a la calle donde el propio Duque de Guisa lo mató a patadas. Luego mutilaron su cuerpo y colgaron lo que quedaba. Se dice que en el palacio del Louvre corría sangre. Enrique de Borbón, rey de Navarra, y cuñado del rey de Francia, y el príncipe Luis de Condé salvaron sus vidas abjurando de su fe calvinista. Las matanzas se replicaron en las demás provincias francesas muriendo decenas de miles e hugonotes[6]. Ese fatídico día se recuerda hasta hoy como la Noche de San Bartolomé, una mancha imborrable de crueldad infinita en la historia de Francia. Aunque buena parte de Europa se vistió de luto, el papa Gregorio XIII ordenó que se cantara un Te Deum en celebración de la noche de San Bartolomé, y que se conmemorara anualmente el “glorioso” acontecimiento.

LA LUCHA CONTINÚA

Los hugonotes quedaron descabezados. Sin embargo, se reagruparon para pelear contra el rey Carlos IX a quien consideraron el culpable de las atrocidades. Incluso muchos católicos que creían en la convivencia pacífica los apoyaron. Sin embargo, el monarca murió en 1574 a los 24 años. Lo sucedió su hermano menor, coronado como Enrique III, quien hábilmente negoció con los protestantes. otorgándoles libertad de culto, excepto en París. Los Guisa reaccionaron y con el apoyo de España crearon una “Santa Alianza” a la que incluso adhirió el monarca. Nuevamente se produjo una guerra intestina en la que ninguna de las partes pudo prevalecer.

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Iglesia Protestante Unida del Marais, París

Al morir Francisco, el último de los hijos de Enrique II y Catalina de Médicis, el heredero de la corona pasó a ser Enrique de Borbón, quien, como habíamos visto, bautizado católico se volvió calvinista y, para salvar su vida, se reconvirtió al catolicismo la Noche de San Bartolomé. Había huido en 1576 y se había vuelto a declarar calvinista, representando la resistencia protestante. Como para los católicos franceses era intolerable la idea de un rey protestante, convenientemente apareció en Lorena, donde los Guisa eran amos y señores, un “documento” que “probaba” que los Guisa descendían de Carlomagno por lo que eran los legítimos herederos de la corona de Francia. Se produjo, entonces, la Guerra de los Tres Enriques. Finalmente, el duque Enrique de Guisa tomó París, pero el 23 de diciembre de 1588 fue asesinado por orden del rey Enrique III en el mismo lugar desde donde quince años atrás había dirigido la Noche de San Bartolomé. 

Forzado a huir, el monarca se refugió en el campamento de su viejo adversario Enrique de Borbón, pero un dominico recalcitrante se infiltró en el lugar y le dio muerte. Entonces, el calvinista Enrique de Borbón se convirtió en el rey Enrique IV, pero sin París ni palacio. Los católicos franceses no iban a permitir un hugonote como monarca.

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Cementerio hugonote en Dublin, Irlanda

Después de cuatro años y convencido que era su única opción para alcanzar el trono, volvió a cambiar por quinta vez de religión. A él se le atribuye la famosa frase “París bien vale una misa” que ilustra con cinismo la renuncia de una persona a sus principios para obtener objetivos personales[7]. Al año siguiente entró en París poniendo fin a décadas de guerras religiosas. Trató muy bien a los protestantes y con el Edicto de Nantes de 1598 les concedió libertad de cultos en todos los lugares donde habían tenido iglesias hasta el año anterior, excepto París. Su reino fue muy próspero, pero murió asesinado en 1610 por un fanático católico que creía que su rey era aún un hereje protestante.

EL TRISTE DESTINO DE LOS HUGONOTES

Desde 1661 el famoso Rey Sol, Luis XIV comenzó a perseguir a los hugonotes, privándoles de sus derechos más básicos, lo que forzó la emigración masiva de hugonotes. En 1680 inició un monstruoso experimento, que luego reprodujo en todo el país, llamados las dragonadas: instalar militares en casa de protestantes para obligarlos a dejar su fe mediante torturas, vejámenes y expropiaciones. Pueblos enteros se rindieron presas del terror. Finalmente, el 18 de octubre de 1685 el mismo monarca decidió revocar el Edicto de Nantes mediante el Edicto de Fontainebleau, obligando al resto de los hugonotes a convertirse al catolicismo o exiliarse. Luis XIV, símbolo el absolutismo monárquico resumido en su frase “L’Etat c’est moi” (“El estado soy yo”), en su afán de una Francia exclusivamente católica se volvió un terrible perseguidor de su propio pueblo.

Sin embargo, quedó un heroico remanente llamado la Iglesia del Desierto que se reunía clandestinamente, tanto en hogares como en lugares apartados donde celebraban reuniones masivas. Hemos leído que hay cuevas del sur de Francia, conocidas como “cuevas de los hugonotes”, utilizadas los predicadores itinerantes para esconderse y evitar ser encarcelados.

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Iglesia Protestante Unida de Paris – Béthania, actualmente activa, cercana al cementerio de Père-Lachaise

Recién en 1787, bajo Luis XVI, se permitió a los protestantes practicar su religión en forma privada y acceder al registro civil mediante el Edicto de Versailles. La Revolución Francesa trajo nuevos aires. La Constitución de 1791 permitió la libertad de culto, pero recién fue plenamente reconocida recién en 1802. Dice el historiador Justo L. González “La persecución continuó hasta que se decretó la tolerancia religiosa. Durante todo ese tiempo fueron millares los hombres enviados a las galeras y las mujeres condenadas a prisión perpetua. Pero los que pronunciaron las palabras ‘me reúno’ (lo que significaba volver a la Iglesia Católica Romana) no fueron más que un puñado. Entre los muchos pastores condenados a muerte, solo dos abandonaron su fe. La ‘iglesia del desierto’ había logrado sobrevivir”.[8]

Aunque golpeado y diezmado, el legado de los hugonotes sobrevivió. En 1905 se organizó la Federación Protestante de Francia que existe hasta la fecha. También existe la Federación Evangélica de Francia (FEF), organizada en 1969. Se estima que en Francia hoy viven 1,500,000 de protestantes y evangélicos.

© Pablo R. Bedrossian, 2021. Todos los derechos reservados.

REFERENCIAS

[1] González, Justo L., “Historia del Cristianismo” Tomo 2, Unilit, Miami, Florida, Estados Unidos, Edición revisada, 1994, p.53

[2] La primera iglesia protestante en Francia de la que se tiene conocimiento es de 1555. En solo cuatro años se habían multiplicado exponencialmente. Un dato adicional es que 1538 ya había una iglesia protestante en Estrasburgo, pero en aquel momento no era territorio galo. Se congregaban allí franceses que habían huido de la persecución en su país.

[3] Los Guisa eran vistos como extranjeros ambiciosos (Francisco I le había otorgado la nacionalidad francesa a su padre). Si bien recibieron el gobierno en una calamitosa situación financiera, su plan de austeridad contribuyó a su impopularidad.

[4] Hay varias teorías acerca de la etimología de la palabra hugonote, en francés huguenot, pero ninguna ha demostrado ser la verídica.

[5] González, Justo L., Op. cit., p.54

[6] González, Justo L., Op. cit., p.55

[7] No hay evidencia que testimonie que hay pronunciado la frase, pero en ella se resume su decisión política.

[8] González, Justo L., Op. cit., p.134

CRÉDITOS MULTIMEDIA

Las fotografías de la pintura de Francisco I en el Louvre, Iglesia Protestante Unida del Marais y de la Iglesia Protestante Unida de París fueron tomadas por el autor de esta nota y es el dueño de todos sus derechos.

* La fotografía del Monumento al Almirante Gaspar de Coligny, es una imagen gratuita de DEZALB en Pixabay

* La fotografía de la pintura “Los discípulos Pedro y Juan corren al sepulcro”, de Eugène Burnand es de dominio público.

* La fotografía del Cementerio Hugonote de Dublín fue tomada por Pablo Colazurdo, cuñado del autor de esta nota, y a él le pertenecen todos los derechos.

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Pablo Bedrossian

(*) DR. PABLO BEDROSSIAN

El autor y protagonista de este relato, Pablo Bedrossian, pertenece a una familia bautista, de la diáspora armenia en la Argentina. Médico de profesión y creyente comprometido, Bedrossian es, además, un músico y compositor reconocido. Actualmente vive con su familia en Honduras, donde compagina su trabajo en una empresa farmacéutica con su amor por la naturaleza y por la música, entre otros muchos intereses que le inspira su espíritu curioso y audaz, ese mismo que le impulsó, un día, a llamar por teléfono a Borges y pedirle una cita para hablar de literatura y de fe.

Autor: Pablo Bedrossian (Más contenidos del autor en su Blog) | Edición: ACTUALIDAD EVANGÉLICA

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