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OPINIÓN / HISTORIA / POR JUAN MANUEL QUERO
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(JUAN MANUEL QUERO, 20/08/2019) | Hablar de la Reforma Protestante, es evidente que nos lleva, no solamente a tratar la situación de la Iglesia Católica sino también de la sociedad, de la política y de los gobiernos. Es en esa línea tan intrincada y mixtificada, que se enturbiaría y haría muy laberíntica la secuencia que se daba ante los reformadores protestantes.

Después de haber tratado, en reflexiones anteriores, ese cesaropapismo donde difícilmente se podría marcar la divisoria de la Iglesia y del Estado, se hace necesaria una disección que con «el bisturí» del historiador y «la sutura» del teólogo pueda ordenarse, como dijera el evangelista Lucas del evangelio, del que fue autor humano.

Este sería uno de los motivos de la llamada «Reforma Radical» que entre sus principios se enfatizaría la separación de la Iglesia y del Estado; pero, también la separación del desarrollo institucional de una supra-iglesia, que marcara las líneas a seguir de las iglesias locales compuestas por creyentes, que después de depositar su fe en Cristo, se bautizaban de adultos integrándose en la congregación.  La cuestión no sería fácil, pues los creyentes y la iglesia viven en el «Estado»; pero, mantener un equilibrio sería y sigue siendo necesario y saludable. «Dar a césar lo que de césar y a Dios lo que es de Dios» tiene que ver con esa armonía, que no es exactamente una separación, como un entendimiento respetuoso y colaborador donde no se cree una interdependencia nociva.

Pensando en esto, creo que, aunque sea su lectura algo tediosa, se hace necesario traer a la mente, a quienes fueron los papas de aquel tiempo en el que vivió Lutero y Carlos V. Quizás esta sección histórica sea suficiente, para después llegar a algunas conclusiones que también nos sean útiles en la actualidad. Estos papas serían: Leon X, Adriano VI, Clemente VII, Paulo III, Julio III, Marcelo II (tan solo 21 días) y Paulo IV.

Leon X (11 de marzo de 1513 a 1 de diciembre de 1521). Este papa encontraría a su lado al nuevo emperador Carlos V. Maximiliano acababa de morir y tenía que ceder el trono de su imperio, pero dos hijos se lo disputarían, Francisco I de Francia y Carlos I de España. ¿Por quién se decidiría el Papa para apoyar? Los juegos de poder se tienen en cuenta. Inicialmente parece que sería a Francisco I; ya que existía un acuerdo previo después del «galicanismo», período en el que Francia se mantenía independiente de la iglesia. Se realizó el «Concordato de Bolonia» que pondría fin a ese «galicanismo», y que permitiría al rey francés elegir obispos, y el Papa simplemente podría confirmarlos. Pero, viendo León X el poder de Carlos I se decantó finalmente por éste. Efectivamente, ese extravagante «cesaropapismo» se daba de formas muy diversas. El astuto Papa subvencionaría con buena suma de dinero las campañas militares italianas de Carlos V. Esto suponía una deuda para el Rey. Este juego de alterne sería parte de esta modalidad, aunque a veces entraría en complejas encrucijadas de difícil solución.  Además, el miedo que podría existir, frente a los emergentes nacionalismos, puso en el mismo camino a la iglesia de León X y al Imperio de Carlos V. La unidad era una forma de mantener dominio más allá de pequeños pueblos, o de algunas naciones. De la familia de los Medici fue erudito renacentista, amante del arte y de los placeres. Este papa fue el emprendedor del proyecto de la ambiciosa construcción de la Basílica de San Pedro. Instrumento famoso en sus manos sería Johann Tezzel, un monje alemán que fue un entusiasta vendedor de indulgencias para sufragar los gastos de las iniciativas de León X, a costa de un pueblo depauperado y con una débil fe que creaba dependencias y que sería muy manipulable.

Este fue el Papa que condenó las 95 de tesis de Lutero, y quien le excomulgaría mediante la bula que Lutero quemaría públicamente, y que se conocía como «Exsurge Domine». Carlos V sería quién convocaría y presidiría la Dieta de Worms, en la que comparecerían el conjunto de los príncipes entre el 28 de enero al 25 de mayo de 1521, finalizando con el Edicto de Worms que condenaría a Lutero como a un delincuente. En la formulación de esta condena estaban los intereses de los poderes eterno y terrenal, es decir de la iglesia y de los reyes, que sabían, que unidos serían más fuertes.

Adriano VI (9 de enero de 1522 a 14 de septiembre de 1523). Ni siquiera llegó a un año su jefatura en la iglesia, pero es interesante la forma en la que llegó al sillón papal. Su ilusión no sería llegar a ser Papa, más bien era un estadista. Fue mentor de Carlos I de España y su relación con él sería especial. Fue maestro de Carlos por decisión de su abuelo, Maximiliano de Austria, desde que tenía 6 años y hasta los 16 años de edad. Cuando llegó el momento de asumir el reinado de España, le concedió diferentes privilegios para impulsarlo en la carrera eclesiástica, llegando a ser obispo de Tortosa, y posteriormente inquisidor general de la corona de Aragón y de Castilla después. Así llegaría al solio pontificio. El desarrollo y enfoque de la iglesia y del Imperio seguiría en esa interrelación, si no a veces también interdependencia manifiesta en la Historia.

Clemente VII (26 de noviembre de 1523 a 25 de septiembre de 1534). Este sería otro de los papas de la familia Medici, lo que significa que la influencia para llegar al papado era magnífica. Sobrino de Lorenzo el Magnífico y primo del papa León X. Si bien este Papa se coloca inicialmente al lado de una coalición contraria a Carlos I, después de la derrota sufrida («El Saco de Roma» 6 de mayo de 1527) sería él mismo quien llegaría a coronar a Carlos V como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

Paulo III (3 de noviembre de 1534 a 10 de noviembre de 1549). Procedente de la nobleza, concretamente de la familia Farneso, tuvo muchos apoyos en su rápida carrera pontificia. Fue un Papa que practicaría el nepotismo, llegando incluso a nombrar a dos de sus nietos como cardenales. Inicialmente parecía mantenerse neutro entre el posicionamiento con respecto a Francisco I y Carlos V, pero, todo dependía de las ventajas o desventajas políticas. Cuando ambos, reyes llegaron a un acuerdo en Niza, por influencia también de Paulo III (Tregua de Niza, 1538). El tema protestante seguía siendo muy especial en el ámbito espiritual; pero, también en el político. Unas veces la decisión la tomaba Paulo III; pero otras sería Carlos V. El Concilio que se pretendería con el papa anterior Clemente VII, no se llegó a celebrar, y la preocupación de Carlos V por mantener estable sus dominios en general, y en especial los alemanes, le impelía a ello. Paulo III sería quien convocaría este Concilio Ecuménico de Trento, el 13 de diciembre de 1545. Serían diferentes papas los que participarían, ya que fueron 25 sesiones desde 1545 a 1563. Carlos V no llegaría al cierre del mismo con el papa Pío IV. Paulo III sería el último Papa coetáneo a Lutero, ya que, el reformador protestante moriría el 18 de febrero de 1546.

Julio III (7 de febrero de 1550 a 23 de marzo de 1555). Este Papa no era uno de los propuestos y promovidos por Carlos I, sino que más bien su apoyo vendría del Rey francés. Las paces y las beligerancias entre Francia y el Imperio Germánico con el eje de coalición para mantener su política de extensión, no lo recomendaba. Sin embargo, en ese momento se seguía en período de tregua; aunque de frágil bonanza. Rápidamente lo tuvo como buen aliado. Reinició el Concilio de Trento. No hay que olvidar que Trento era un lugar del Imperio Germánico. Trento tenía siempre impronta del emperador de Carlos V, y la Iglesia estaba centrada en estas reformas y debates. Los obispos franceses no asistieron a esta convocatoria de Trento, el rey francés, Enrique II, no lo permitió. Ahora los franceses se replegaban apoyando a los turcos y oponiéndose a Roma. El juego de tronos, ya en esa época jugaba con un tipo de globalización que tenía matices muy interesantes, marcados por la Modernidad y llegando hasta el Nuevo Mundo.

Paulo IV (23 de mayo de 1555 a 18 de agosto de 1559) era hijo de condes, de las familias más destacadas de Nápoles, fue impulsado por su tío el cardenal Oliviero al puesto de obispo. Tras el papado de 21 días del papa Marcelo II, ya que este murió repentinamente de un infarto, fue propuesto por el Colegio Cardenalicio como Papa. Cercano a Leon X colaboró muy fervientemente en contra del protestantismo. Justificó la condena de Lutero, y fue nuncio del papa León X, en España. Carlos V lo promocionó al arzobispado de Bríndisi en 1518. Antes de ser Papa desarrolló una larga carrera en la Iglesia Católica, colaborando con los papas anteriores del tiempo de Lutero y del Emperador Carlos V. Este Papa sería uno de los reformadores destacados dentro de la Iglesia Católica. Paulo IV sería el último de los papas del tiempo de Carlos V, pero, además el único que se manifestó como su enemigo acérrimo. Eso significaba su alianza con el rey francés Enrique II y las nuevas iniciativas para los enfrentamientos y cese de las paces.

En esta breve descripción de la situación monárquica de la Iglesia Católica, se manifiesta una clara corrupción donde parece ser muy normal el nepotismo, como notamos con el papa Paulo III y con otros; ya que, aquellos que eran nombrados papas eran familiares o personas muy cercanas a las que tenían el poder para promocionarlos. Se hace notable la corrupción que llevaría a enriquecerse buscando placeres e intereses personales. Los burdeles, los hijos bastardos y un sinfín de extravagancias pecaminosas formaban parte de las desviaciones no solamente de la Iglesia, sino de aquellos que ostentaban el poder. Las 95 tesis de Lutero, que en realidad sería el sentir de pueblos enteros, significarían una denuncia ante todos estos abusos y corruptelas. Esto evidentemente crearía gran resquemor en los líderes que condenarían a aquellos protestantes.

Quizás la insidia y el disgusto hacia los papas de aquel tiempo, pueda hacerse manifiesta cuando hablamos de la «Reforma Protestante». Sin embargo, hay que tener en cuenta, sin excusar sus abusos y excentricidades, que el germen de la corrupción con sus diferentes variantes, surge no simplemente en el ámbito de un sistema teológico o doctrinal, sino que tiene un contagio muy sutil, que se puede generar de forma exponencial cuando el poder es ostentado por aquellos que pueden comprar o vender con sus propias «monedas de cambio».

QUERO

En nuestro tiempo «los papas» que fueron revestidos de infalibilidad o impunidad, pueden representar hoy a todos aquellos, que llegan al poder, en cualquier ámbito. Las alianzas perniciosas del imperio de la iglesia, además se darían en un juego, donde el poder humano era el protagonista, y aún ejerciendo en el nombre de Dios, el Cielo se quedaba muy lejos. Esto nos lleva a ver nuestro tiempo con el cuidado debido. La Iglesia no puede depender de familias especiales, por su nombre o por su poder fáctico, donde unos son elevados al estrado de la espiritualidad y otros deban seguirles y obedecerles. La iglesia debe ser una voz profética para la sociedad y para el Estado, pero sin doblegarse a intereses pactados, que dejen a Dios en segundo lugar. En este punto cabe también un énfasis en uno de los principios que surgirán y de los que seguiremos hablando, como es «el sacerdocio universal de todos los creyentes», sean hombres o mujeres, de un estatus social alto, medio o bajo. Cuidémonos de ese germen de poder corrupto que en todos sitios puede estar acechándonos.

Autor: Juan Manuel Quero Moreno

 

© 2019. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estrictamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

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Todos los cristianos evangélicos debemos mucho a la Reforma Protestante, estando más unidos a esta de lo que podríamos pensar. Yo no me considero ni luterano, ni calvinista, ni zwingliano, ni seguidor de algunos de los reformadores más o menos destacados de ese tiempo tan significativo; pero,  me puedo identificar con una buena parte de sus enseñanzas, pues, hay algo común, y es la base de Las Escrituras.

Muchos evangélicos podríamos decir que nos convertimos en un contexto que nada tiene que ver con la Reforma Protestante, y que Cristo se nos reveló a través de la lectura de la Biblia, o de una predicación o mensaje que tenía esta base, sin más datos, o planteamientos de terceros. Esto que es lo que yo llamo «evangelicalismo», es decir, el surgimiento de creyentes e iglesias por un encuentro con el evangelio, y por tanto con Cristo, no está ajeno de una realidad, que queramos o no, nos une con la Reforma Protestante, --a pesar de que esto no suponga que seamos iglesias reformadas en el sentido histórico a lo que se refiere esta clasificación.

 

El encuentro con la Palabra de Dios ha sido facilitado, porque muchas personas no escatimaron esfuerzo, --especialmente desde esta Reforma del siglo XVI--, para que la Biblia pudiera ser asequible a todas las personas. Esto significaría traducirla a las lenguas vernáculas, en el idioma de cada pueblo, pues solamente podría encontrarse la traducción en latín, de La Vulgata, realizada por uno de los Padres de la Iglesia, como fue San Jerónimo.

 

Pocos, sabían leer, pero más distante se haría el conocimiento de la Biblia en latín, que solamente estaba al alcance de muy pocos, además del clero. Por otro lado habría que liberalizarla de la posesión de los que habían hecho de ella un monopolio de su traducción, lectura e interpretación, para que pudiesen adquirirla y leerla todas las personas. Por ello entre las «cinco solas» de Reforma Protestante, que marcan los énfasis de la misma, la primera era «Sola scriptura».

Así podríamos hablar de La Biblia de Lutero, de la que ya he comentado diferentes cuestiones en otras reflexiones. Esta última, en la que trabajó hasta su muerte, sería la base para muchas versiones y biblias en el idioma germano y en otros lugares.



Juan Manuel Quero Moreno. «Un nuevo descubrimiento relacionado con la Biblia de Lutero». En: Actualidad Evangélica. [En línea]. Disponible en: <https://www.actualidadevangelica.es/index.php?option=com_content&view=article&id=8501:un-nuevo-descubrimiento-relacionado-con-la-biblia-de-lutero&catid=37:pensamiento> [Consultada el 10 de junio de 2016];

Nathalie Rabines Rodríguez. «Proceso de la traducción de la Biblia de Martín Lutero». Facultad de Traducción e Interpretación Universitat Autònoma de Barcelona. [En línea]. <https://ddd.uab.cat/pub/tfg/2015/tfg_25863/RABINES_RODRIGUEZ_NATHALIE_1268864_TFGTI1415.pdf>. [Consultada el 10 de junio de 2016].

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