OPINIÓN / MÁXIMO GARCÍA RUIZ
ADVIENTO: Regreso a casa
Isaías 2:1-5.
(Máximo García Ruiz, 07/12/2018) La Navidad forma parte de nuestro calendario cristiano por más de 16 siglos. Cada año millones de personas en el mundo detienen sus actividades para recordar el nacimiento de Jesús. Adviento forma parte de ese calendario como tiempo de preparación.
En medio del ajetreo casi incontrolable de la vida cotidiana, la época de Adviento es una oportunidad para la reflexión en temas transcendentales. Y en tiempo de Adviento, nos topamos de lleno con el profeta Isaías. El profeta hace sonar la trompeta y lanza un llamamiento al mundo: “¡Venid, oh casa de Jacob y caminaremos a la luz de Jehová!”. Es un llamamiento hacia una nueva visión tan llena de esperanza y paz, que sólo puede ser concebida por Dios, quien la hará realidad.
La venida del Niño representa la paz de Dios que vuelve, que desea instalarse entre nosotros. Vuelve a nuestro mundo. Vuelve, o así lo pretende, a nuestra casa. Pero vuelve, o al menos desea volver, a nuestros corazones.
I.- Formas diferentes de regresar a casa
La venida de Jesús es una llamada a enmendar nuestros errores: los errores de las guerras, los errores de la destrucción, los errores del odio, los errores del hambre de tres cuartas partes de la humanidad, los errores de la corrupción, los errores de las personas divididas y separadas por el rencor, por el egoísmo, por la ambición. El error de llamarse los unos a los otros enemigos en lugar de llamarse amigos. Y es, además, una oportunidad para evitar pagar el precio que ese odio, que ese cúmulo de errores, se cobra en nuestro propio planeta.
El profeta, como todos los profetas, nos conduce a la utopía. Pero la utopía es la única esperanza de este mundo. El reto está en transformar las espadas destructoras en arados útiles. Es una llamada a reparar los pactos rotos y restaurar, para todos, la posibilidad de vivir una vida de verdadera libertad y esperanza. Esta venida que recordamos de forma especial en época de adviento es un acto que se repite cíclicamente, cada año. Dios lo intentó antes en la época de Noé; muchos no prestaron atención a la advertencia de Dios. Volvieron la espalda.
Y así año tras año, vez tras vez, hombre tras hombre. ¿Pasará este año lo mismo con nosotros? ¿O acaso hemos aprendido algo del pasado? ¡Dios viene! ¡El Hijo del Hombre viene! ¡El reino de paz se aproxima! ¿Qué haremos?
Adviento es como un perro guardián ladrando fuerte, tratando de despertarnos de un profundo sueño, alertándonos sobre la presencia de un intruso en nuestros hogares, en nuestro mundo. ¿Estamos despiertos? ¿Estamos alerta? Es hora de preparar la casa. ¡El Señor está muy cerca!
II.- Preparar el camino
La utopía forma parte del mensaje de Isaías. Todo cambia hacia un mundo de justicia, que es sinónimo de paz. Todos los adversarios y enemigos se vuelven amigos. El lobo y el cordero, el tigre y el niño; la cabra y el león; la vaca y el oso; la serpiente y el niño. No hay daño; no hay violencia... ¡sólo paz!
Conseguir eso tomará tiempo: cambios, arrepentimiento, restauración del orden, sanar las heridas... Este es un trabajo lento de los profetas, de la Iglesia, de las personas de buena voluntad, del Espíritu Santo... Empieza con la confesión, reconociendo los propios pecados...; las injusticias, el engaño... Y obliga a enderezar y poner en orden los laberintos y callejones sin salida en nuestro mundo y en nuestro corazón.
Hace ya 70 años (1948) que se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Europa acababa de salir de una guerra cruenta. El odio y el ansia de venganza eran las señas de identidad de sus gentes. La miseria y la destrucción eran la herencia común. Unos cuantos hombres volvieron su mirada a la Biblia, a sus propios corazones, y proclamaron unos principios humanamente imposibles. La gran utopía: los pueblos, las naciones, tenían que entenderse.
Hoy sigue habiendo guerras, pero seguramente el mundo es algo mejor que entonces. Empezamos a hablar no ya sólo de derechos sino también de obligaciones; no sólo para nuestra generación, sino para las generaciones venideras. Sigue habiendo guerras, pero nos avergonzamos de ellas.
La época de Adviento nos invita a seguir soñando y construyendo la utopía. Hay que luchar por conseguir un mundo mejor. Éste es el mensaje central de Adviento. Hay esperanza. Jesús viene.
III.- Fortalecer nuestra fe y esperanza.
La venida de Jesús hace posible nuestra fe y esperanza. El Señor viene a restaurar. Los ciegos ven; los sordos oyen; los cojos saltan; los mudos gritan y cantan; los leprosos son sanados; los muertos vuelven a la vida; los pobres reciben buenas nuevas. ¿Puedes creer esto? ¿Es acaso creíble? Los desiertos se convierten en un jardín, y las calles son ahora una carretera de santidad. Éste es el mensaje de Adviento. ¡Estos sí son buenos regalos de Navidad!
Juan el Bautista conoce estas promesas. Está en la cárcel por proclamar la verdad y por decir que todo cambiará drásticamente, que el Señor está a punto de hacer algo nuevo y que la justicia se acerca. Y se hace la pregunta que todos nos hacemos. ¿Eres tú aquél que había de venir o esperaremos a otros? Juan está sufriendo injustamente. El tiempo es oscuro y cruel; Juan duda. Todos tenemos nuestros límites, cuando parece que ya no podemos seguir adelante.
Nuestro mundo está marcado por la crueldad y la injusticia. Es difícil ver a través de la oscuridad, del odio, rodeados de desigualdad y sufrimiento. ¿Eres tú aquél? ¿Cómo podremos saberlo? En realidad es fácil saberlo: cualquier lugar que se incline hacia la justicia, la compasión, la libertad y la esperanza, sabremos que ahí está Dios presente, cercano.
IV.- Simplemente un niño.
Navidad se acerca. Todo está preparado. Todo lo hemos planeado cuidadosamente. Esperamos que no haya sorpresas. Y en el frontispicio, el anuncio de su nacimiento. El nombre es Emmanuel: Dios con nosotros, Dios morando entre nosotros, Dios viniendo a casa a quedarse para siempre.
¿Lo puedes creer? ¿Estás dispuesto a creerlo? En medio de la maldad, en una tierra dividida, hipócrita, viene Aquél que está dispuesto a alterar el curso de la historia. Sin homenajes, sin públicos, sin posiciones de poder. La señal, la única señal: Un niño, simplemente un niño. Un niño que rechazará la maldad y escogerá el bien, que amará la virtud. Un niño que, como tantos otros niños hoy, también nacerá bajo amenazas, en secreto, entre pesares y angustias. Pero que, a pesar de todo, dispersará el temor y nacerá del Espíritu de Dios y cuya sola presencia traerá paz y esperanza para aquellos que han estado anhelando su venida por mucho tiempo.
Conclusión.
El tiempo está cerca. Ahora es el momento para las decisiones difíciles. ¿Qué es lo que estamos esperando? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida?
Cuentan la historia de una mujer que padecía neumonía y estaba muriendo lentamente. Solía ver desde su ventana cómo las hojas de un árbol iban cayendo, arrebatadas por el frío y el viento. Ella estaba resignada a morir y una vez dijo a sus amigos que moriría al caer la última hoja de ese árbol. Pero la última hoja se resistía a caer. Y, con ella, fue prolongándose la vida de aquella mujer. Luego supo que esa hoja había sido pintada en la ventana por un amigo mientras ella dormía.
Nuestra historia es aún mejor que ésta. El Señor hizo y está haciendo los sueños y las visiones realidad. La justicia, la paz, la esperanza cobran vida. Un niño que nacerá en medio nuestro, Dios... hecho persona, entre nosotros, en nuestro corazón.
Ahora es nuestra oportunidad. Nuestro tiempo de vivir. Ya casi es el tiempo. El Señor viene a nuestros hogares, a nuestros corazones. Es tiempo de paz y esperanza. Una sola condición: ¡Creerlo! Creerlo y abrir la puerta para dejarle entrar.
Autor: Máximo García Ruiz. Diciembre 2018 / Edición: Actualidad Evangélica
© 2018 - Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
*MÁXIMO GARCÍA RUIZ, nacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Historia de las Religiones, Sociología e Historia de los Bautistas en la Facultad de Teología de la Unión Evangélica Bautista de España-UEBE (actualmente profesor emérito), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 21 libros y de otros 12 en colaboración, algunos de ellos en calidad de editor.
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Lucas10:25-37.