LUCES Y SOMBRAS - por Juan Manuel Quero
Emperadores de ayer y de hoy, siguen en el control de la iglesia: Constantino I
N.d.R: Este artículo es el primero de una serie titulada "Luces y sombras", a cargo del historiador protestante, Juan Manuel Quero Moreno
Constantino el Grande ofreciendo a la Virgen la ciudad de Constantinopla. Mosaico de la Basílica de Santa Sofía, Estambul
(JUAN MANUEL QUERO, 19/03/2018) | Al acercarnos a todo lo que podríamos decir que era el ambiente histórico que circunscribía tanto a la persona de Carlos V, como a los procesos sociales, culturales, políticos y religiosos de su época, nos encontramos con todo un conjunto de proyectos, ambiciones y luchas por mantener el poder, y todo ello también frente a lo que sería la Reforma Protestante.
Este poder respondía a unos cánones muy ligados al Medievo a pesar de la época que nos ocupa. Las reviviscencias del Imperio Carolingio no se han de perder de vista en ningún momento. Tres emperadores en épocas muy diferentes serán protagonistas a lo largo de los siglos por el hilo de la ideología de un imperio que tenía que mantenerse unido por la religión y el poder armado. Carlos V (1550-1558), Carlomagno (748?-814) y Constantino I (272-337).
El Imperio Romano con Constantino I supondría, no solamente la unificación del Imperio Romano con el fuerte influjo del cristianismo, sino que sería también la motivación para invadir y reunir a los pueblos bárbaros... |
Centrémonos ahora en Constantino el Grande. El Imperio Romano con Constantino I supondría, no solamente la unificación del Imperio Romano con el fuerte influjo del cristianismo, sino que sería también la motivación para invadir y reunir a los pueblos bárbaros, así como todo el politeísmo con sesgo diferenciador y desmembrador. Su signo sería la cruz, el cual introdujo en el estandarte del imperio, después de tener una visión de una cruz y un mensaje que decía lo siguiente: «con este signo vencerás» («In hoc signo vinces»). Posteriormente tendría un sueño, donde supuestamente Cristo le explicaría que sería con este signo con el que tendría que hacer frente a sus enemigos en las diferentes batallas, para poder vencer [1]. Así el crismón, que era un monograma formado por las dos letras en griego del nombre de Cristo, formaría parte de escudos de armas, monedas, banderas, etc. Era muy característico en el lábaro que comenzaría a portar Constantino I y los emperadores posteriores.
Sería Constantino I después del Edicto de Milán quien regalaría el Palacio Imperial Lateranense al Papa Silvestre I. Este palacio sería residencia de otros papas. Junto a éste, Constantino ordenaría la edificación de la primera basílica romana, la Basílica Laterana. Sería en el 324 que mandaría construir otra basílica en Roma, donde supuestamente sería sacrificado San Pedro, lugar en el que actualmente está la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
Constantino se consideraría un emperador elegido por Dios, y como valedor incluso de la iglesia, convocaría el Concilio de Nicea en 325, el cual tuvo una gran importancia...
|
Constantino se consideraría un emperador elegido por Dios, y como valedor incluso de la iglesia, convocaría el Concilio de Nicea en 325, el cual tuvo una gran importancia por diferentes motivos. En este también se definió y fortaleció la relación del estado y de la iglesia, con el Credo Niceno. Lo cierto es que el cesaropapismo se puede entender en todo este proceso tan mixtificado entre los poderes temporales y eternos, que difícilmente podrían separarse. En este tiempo no es que simplemente el jefe de la iglesia se debiera al emperador, es que prácticamente se consideraba al emperador como jefe o cabeza de la iglesia. Como dice Williston Walker: «[…] poco antes de su fallecimiento se hizo bautizar por Eusebio de Nicomedia […] y el emperador había asumido una autoridad en cuestiones eclesiásticas, que estaba cargada de amenazas para el futuro de la iglesia»[2].
Pero, lo cierto es que asumió como ocurriría también en otro sentido con Carlos V, un papel eclesiástico para el que no estaba preparado, pues ni si quiera fue bautizado antes de esta labor, sino cuando estaba a punto de morir. En realidad sería Teodosio I quien posteriormente declararía de forma oficial que el cristianismo sería la religión oficial del Imperio Romano; para algunos, motivo importante para el declive del mismo Imperio, que concluiría el año 476 con la destitución de Rómulo Augusto. En Oriente, y como una pervivencia del anterior, continuaría lo que posteriormente se conocería como Imperio Bizantino, cuya capital sería Constantinopla, nombre recibido en honor a Constantino.
Este es un gran eslabón en la concatenación de acciones políticas y sociales que se mixtificarían con la iglesia de una forma un tanto extraña, y que llegarían no solamente hasta el emperador Carlos V en la Reforma Protestante, sino que en nuestro tiempo aún queda el viso de estas realidades donde se sueña con la grandeza de poder alcanzar lo que da prestigio. Estos son los intereses de aquellos que tienen posibilidad de exigir y controlar. La cruz es usada por muchos para fines personales, y la religión se convierte en un instrumento que tiene mucha fuerza psicológica, que mueve a las masas por un camino u otro.
El problema surge cuando se sustituye a Dios por los poderes religiosos, y a César por los poderes palaciegos de familias y prestigios o prerrogativas de los partidos políticos, que se quieren mantener por el sometimiento forzoso del pueblo.
|
En el tiempo de la Reforma Protestante, y a pesar de la protesta y de la lucha de los reformadores, se verá la importancia de dirimir asuntos espirituales por los representantes civiles y no religiosos, así como también se vería lo contrario. A fin de cuentas esto no es simplemente algo exclusivo de grandes emperadores, pues el hombre «per se» es también un ser espiritual; pero, el problema es serio, y tiene trascendencias mayores cuando se institucionalizan estos poderes y se forjan estructuras sociales. Carlos V sería «la pantalla» en la que se verían otras muchas acciones pasadas y futuras, donde también hoy vemos cómo el hombre pretende controlarlo todo, bien desde el trono de la religión o de la iglesia; o bien desde el trono del gobierno o de poder civil, si esto le ayuda a tener una proyección más grande.
Las Escrituras dicen que «demos a Dios lo que es Dios y a César lo que es de César». La responsabilidad de los creyentes es ante las estructuras sociales, pero también, y por encima de ello ante los designios divinos. El problema surge cuando se sustituye a Dios por los poderes religiosos, y a César por los poderes palaciegos de familias y prestigios o prerrogativas de los partidos políticos, que se quieren mantener por el sometimiento forzoso del pueblo. En definitiva hablamos del hombre organizado desde la religión o desde la política, quien más fuerza tenga en momentos dados se impondrá y en otras ocasiones pactará, todo ello por mantener un estatus que no tiene nada que ver con la redención de Cristo en la cruz, pero donde se utiliza la cruz para para intentar vencer. Dos caras de la misma moneda, y esto de forma figurada, pero también de forma literal, como hemos contemplado en España y en otros muchos lugares.
Es el propósito de ese crismón, de por «esa cruz vencerás» o podrás someter a otros muchos. Actualmente seguimos viendo a gran escala como los políticos asumen un papel religioso, y los religiosos un papel político; y a pequeña escala como esta especie de «cesaropapismo» lo notamos en situaciones más cotidianas, donde los que tienen más dinero («poder»), o saben introducirse en posiciones de autoridad controlan en momentos dados en las esferas que no les corresponden. La iglesia debe seguir moviéndose por vías de libertad religiosa, sin que las alianzas con unos u otros poderes hipotequen la fe, o menoscaben la responsabilidad civil que todos los ciudadanos debemos asumir.
[1] El lábaro era una especie de lanza que en su parte superior tenía un pequeño pendón cuadrado y de color púrpura. En su parte superior una corona imperial dorada y con brillantes. El crismón con las palabras «In hoc signo Vinces», sería tan común en el lábaro, que este y crismón se convertirían en un tipo de sinónimo.
Autor: Juan Manuel Quero
© 2018. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estrictamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
Otros Artículos de Juan Manuel Quero |
---|
Todos los cristianos evangélicos debemos mucho a la Reforma Protestante, estando más unidos a esta de lo que podríamos pensar. Yo no me considero ni luterano, ni calvinista, ni zwingliano, ni seguidor de algunos de los reformadores más o menos destacados de ese tiempo tan significativo; pero, me puedo identificar con una buena parte de sus enseñanzas, pues, hay algo común, y es la base de Las Escrituras.
Muchos evangélicos podríamos decir que nos convertimos en un contexto que nada tiene que ver con la Reforma Protestante, y que Cristo se nos reveló a través de la lectura de la Biblia, o de una predicación o mensaje que tenía esta base, sin más datos, o planteamientos de terceros. Esto que es lo que yo llamo «evangelicalismo», es decir, el surgimiento de creyentes e iglesias por un encuentro con el evangelio, y por tanto con Cristo, no está ajeno de una realidad, que queramos o no, nos une con la Reforma Protestante, --a pesar de que esto no suponga que seamos iglesias reformadas en el sentido histórico a lo que se refiere esta clasificación.
El encuentro con la Palabra de Dios ha sido facilitado, porque muchas personas no escatimaron esfuerzo, --especialmente desde esta Reforma del siglo XVI--, para que la Biblia pudiera ser asequible a todas las personas. Esto significaría traducirla a las lenguas vernáculas, en el idioma de cada pueblo, pues solamente podría encontrarse la traducción en latín, de La Vulgata, realizada por uno de los Padres de la Iglesia, como fue San Jerónimo.
Pocos, sabían leer, pero más distante se haría el conocimiento de la Biblia en latín, que solamente estaba al alcance de muy pocos, además del clero. Por otro lado habría que liberalizarla de la posesión de los que habían hecho de ella un monopolio de su traducción, lectura e interpretación, para que pudiesen adquirirla y leerla todas las personas. Por ello entre las «cinco solas» de Reforma Protestante, que marcan los énfasis de la misma, la primera era «Sola scriptura».
Así podríamos hablar de La Biblia de Lutero, de la que ya he comentado diferentes cuestiones en otras reflexiones. Esta última, en la que trabajó hasta su muerte, sería la base para muchas versiones y biblias en el idioma germano y en otros lugares.
Juan Manuel Quero Moreno. «Un nuevo descubrimiento relacionado con la Biblia de Lutero». En: Actualidad Evangélica. [En línea]. Disponible en: <https://www.actualidadevangelica.es/index.php?option=com_content&view=article&id=8501:un-nuevo-descubrimiento-relacionado-con-la-biblia-de-lutero&catid=37:pensamiento> [Consultada el 10 de junio de 2016];
Nathalie Rabines Rodríguez. «Proceso de la traducción de la Biblia de Martín Lutero». Facultad de Traducción e Interpretación Universitat Autònoma de Barcelona. [En línea]. <https://ddd.uab.cat/pub/tfg/2015/tfg_25863/RABINES_RODRIGUEZ_NATHALIE_1268864_TFGTI1415.pdf>. [Consultada el 10 de junio de 2016].