OPINIÓN / SIN ÁNIMO DE OFENDER - por Jorge Fernández
Omisión de socorro
Muertos en las costas libias, en febrero de 2017 / AFP
(JORGE FERNÁNDEZ, 02/07/2017) Esta semana todos los grupos parlamentarios apoyaron la proposición de una reforma del Código Penal que castigue a los conductores que abandonen a un ciclista en el lugar del atropello sin atender a la víctima, es decir, que se tipifique como delito "la omisión del deber de socorro" en los accidentes de tráfico.
Al menos 26 ciclistas han muerto como consecuencia de un atropello en las carreteras españolas en lo que va del año 2017, según datos de la Dirección General de Tráfico. La cifra se acerca a los 33 ciclistas que fallecieron en 2016, año en el que se consiguió un leve descenso respecto a los 43 ciclistas muertos en 2015.
La unanimidad alcanzada en el Congreso de los Diputados en esta materia, que podría llevar a endurecer las penas de
Me parece muy plausible que sea así.
Pero, lamento y me escandaliza que esa misma sensibilidad no exista en nuestra sociedad, ni mueva a consenso ni a iniciativa alguna a nuestros representantes políticos respecto a una “omisión de socorro” frente a la que tenemos una "responsabilidad civil subsidiaria", y es mucho más gravosa en cuanto a número de víctimas mortales. Me refiero a los más de 14.000 migrantes que, según el ACNUR, han muerto en el Mediterráneo desde 2014 hasta la fecha -1.800 en lo que va del año 2017- huyendo de las guerras, las persecuciones y el hambre, en su fallido intento de alcanzar las costas europeas. Muchos de ellos eran mujeres embarazadas, ancianos y niños.
Son nuestras víctimas. Los atropellamos y no los hemos socorrido… Es nuestro delito, como españoles y como europeos. |
Son nuestras víctimas. Los atropellamos y no los hemos socorrido… Es nuestro delito, como españoles y como europeos.
¿Los atropellamos?, cuestionará alguno. Pues sí. Los atropellamos con nuestras “guerras preventivas”; con nuestras políticas de explotación colonialista; con nuestro apoyo cómplice a sátrapas y dictadorzuelos de la peor calaña, violadores de los derechos humanos de sus pueblos a los que vendemos armas para mantener el “desorden establecido”, sin perjuicio de vendérselas al mismo tiempo a los “rebeldes” que luchan por derrocarlos, para que se sigan matando entre sí y el infernal negocio armamentístico siga creciendo.
Es ese atropello nuestro el que, en buena medida, está detrás de los millones de víctimas mortales y otros tantos millones –unos 65,6 millones a finales de 2016, según Naciones Unidas—de desplazados y refugiados en busca de asilo.
Los atropellamos y omitimos el deber de socorro, pero no queremos verlo así. No nos conviene. Sin embargo, allí está y estará la historia, para atestiguarlo y para juzgarnos. Como bien lo ha dicho la defensora del pueblo europeo, Emily O’Reilly: “La historia juzgará con dureza a la Unión Europea por la crisis de los refugiados”.
Como seguidor de Jesús de Nazaret, creo que la dureza del “juicio de la historia” a la que alude la Defensora del Pueblo Europeo, no será nada comparada con la dureza y la severidad del “Juicio de las Naciones” que tendrá lugar al final de la historia, cuando el Señor se siente en su trono:
“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones, y los apartará unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos...
(...) Entonces dirá… apartaos de mi, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles, porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; fui “refugiado” y no me recogisteis…” (Evangelio según San Mateo, 25: 31-46)
Mientras tanto, desde el fondo de la historia se oye un clamor que nos alcanza y nos advierte: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado".
Autor: Jorge Fernández
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