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SIN ÁNIMO DE OFENDER / por JORGE FERNÁNDEZ

Puedo orar por Trump, por Putin y por Maduro, y te explico por qué

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"La pregunta que subyace…, la exterioricemos o no, es siempre la misma: “¿Los cristianos debemos orar por cualquier político o gobernante?”. ¿En serio? ¿Por fulano… también?"

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(JORGE FERNÁNDEZ, 14/03/2025) A principios de febrero, en ocasión de la celebración del tradicional Desayuno Nacional de Oración en Washington, EEUU, el presidente de la Coalición Nacional de Latinos Evangélicos de los EEUU, el reverendo Gabriel Salguero, fue entrevistado por CÑN USA, al ser uno de los pastores evangélicos que asistió a dicho acto.

Sus respuestas me parecieron un ejemplo exquisito de equilibrio y sabiduría evangélica en un contexto particularmente difícil para los cristianos latinos, preocupados por la drástica batería de órdenes ejecutivas del nuevo presidente estadounidense, Donald Trump, contra los inmigrantes en situación irregular. (Entonces el presidente estadounidense aún no había iniciado la guerra comercial poniendo aranceles a todo y a todos, así que el pastor no tuvo que responder por ese asunto).

Preguntado por esta situación, Salguero no eludió responder con claridad. “Para nosotros siempre es un honor acudir a orar por nuestras instituciones, por el Congreso, por el Presidente, por nuestro país”, dijo, a la vez que expresaba su preocupación por las últimas órdenes ejecutivas de Trump “no se ve compasión y misericordia en estas últimas órdenes”, dijo con tono mesurado y exquisita elegancia. ¡Pero, a buen entendedor pocas palabras!

Me sentí muy aludido por su testimonio por varios motivos. Como cristianos evangélicos entendemos que, parte de nuestro compromiso con la sociedad en la que vivimos, es “procurar la paz de la ciudad en la que Dios nos ha puesto y rogar por ella al Señor” [1]. Ya en el Nuevo Testamento, el apóstol San Pablo especifica aún más esta idea cuando exhorta, en su primera carta a Timoteo, a:

“…  a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. [2]

Es precisamente este pasaje el que nos inspira a orar por nuestros representantes políticos siempre que tenemos ocasión, y es esa la esencia de ese Desayuno de Oración con representantes políticos, que ya es tradición no solo en los EEUU sino en muchos países del mundo, también en España, donde se celebra desde hace años el primer sábado de junio, organizado por FEREDE.

La pregunta que subyace detrás de estas iniciativas, la exterioricemos o no, es siempre la misma: “¿Los cristianos debemos orar por cualquier político o gobernante?”. ¿En serio? ¿Por fulano… también? (Cada uno podemos tener nuestro “fulano” de turno en una imaginaria lista negra).

Y la respuesta es que, sí, que por fulano también. Porque la naturaleza de esta responsabilidad evangélica no consiste en que oremos sólo por un gobernante que nos caiga más o menos bien, o que esté cerca de nuestras preferencias políticas personales, o que esté limpio de todo escándalo de corrupción. Oramos por todos los gobernantes y por todos los que estén en eminencia. Por todos.

El contexto de la exhortación apostólica

Para despejar cualquier duda al respecto, debería bastarnos recordar en qué contexto Pablo “exhorta” con esta exhortación a Timoteo, a la Iglesia del primer siglo, y por extensión a todos nosotros.

He aquí el contexto. Se calcula que la primera carta a Timoteo fue escrita entre 63 y 64 DC. En ese tiempo en Roma reinaba Nerón (sic). En Judea, el corrupto Porcio Festo, que se menciona en el libro de los Hechos, fue sucedido por un procurador más corrupto aún: Lucceyo Albino (62-64 DC). En Cesarea y zonas aledañas gobernaba uno de los Herodes (Agripa II). Y en Jerusalén, mandaba de facto el sumo sacerdote Anás II, quien según el historiador Flavio Josefo persiguió a los cristianos y ordenó el asesinato por lapidación de Santiago, el hermano del Señor y líder de la iglesia de Jerusalén.

La conclusión es obvia. Si Pablo exhortaba a los creyentes a orar por “los reyes y por todos los que están en eminencia”, estando en la mente de todos, Nerón, Herodes, Albino y Anás II… ¿se nos ocurre algún gobernante por el cual no debamos (podamos) orar hoy día?

Claro que, para orar como Pablo nos exhorta, tenemos que hacerlo bien y tener muy claros los motivos para esa oración.

“Para que vivamos quieta y reposadamente, en toda piedad y honestidad”, “para que sean salvos y lleguen al conocimiento de la verdad”, “porque hay un solo Dios…”. Estos son los tres motivos que plantea el apóstol. Están expresados en positivo, pero adquieren una dimensión muy esclarecedora si se los expresa en negativo: “Para que no nos inquieten con su impiedad y deshonestidad”; “para que se arrepientan y reconozcan que están equivocados”; “para que recuerden que solo son hombres y mujeres, no dioses, y que tendrán que dar cuentas a Dios de sus actos”. (Mejor volvamos a dejarlos en positivo, ofreciendo el beneficio de la cortesía siempre por delante).

Jorge FernándezEn otras palabras, orar por las autoridades no es orar solamente por aquellos que nos caen bien o defienden políticas que nos parecen razonables (o tolerables). Tampoco es hacer lobby, por supuesto, ni ser obsecuentes con quienes ostentan el poder.

Y aunque, como decía el pastor Salguero, es un privilegio para los cristianos orar por nuestro país, nuestras autoridades y nuestros gobernantes, y debemos hacerlo con amabilidad y cortesía, es necesario tener claro -nosotros y ellos- que nuestras oraciones no significan necesariamente “aprobación”, ni son una prebenda, ni mucho menos una bula para blanquear conductas personales contrarias a la ética, o para dictar leyes y políticas injustas.

Oremos, pues, por Nerón… digo, por quién quiera que sea el político o gobernante que esté en el radar de nuestra responsabilidad ministerial, siempre que tengamos ocasión.

*** Notas:

[1] Jeremías 27:7

[2] 1 Timoteo 2:1-4

© Jorge Fernández – Madrid, viernes 14 de marzo de 2025-

© 2025. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estrictamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

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