¿POR QUÉ AMAMOS A LAS INSTITUCIONES?

EDITORIAL DE CHRISTIANITY TODAY: Echando raíces profundas

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“Cuando nos tomamos en serio el cambio cultural, nos tomamos en serio las instituciones”, sostiene el autor de este editorial de Christianity Today.

20130718-4(CT/Andy Crouch, 11/07/2013) Vivimos en una era de profunda desconfianza de las instituciones. El pastor y artista Rob Bell habló por muchos de sus compañeros cuando preguntó a los pastores de la Escuela de Divinidades Duke, en 2010: “¿Te sientes alguna vez como que te has apuntado a una revolución [cuando entraste al Ministerio cristiano] pero terminaste dirigiendo una corporación?”. Menos de un año después, Bell dejó su cargo pastoral por un nuevo llamamiento menos institucional en Los Ángeles.

La pregunta de Bell encierra una profunda frustración con la iglesia institucional y con el liderazgo institucional.

Sin embargo, una institución no tiene por qué ser una burocracia calcificada que chupa lentamente el alma de sus miembros. Parte de la razón por la que nos mostramos cínicos hacia las instituciones se debe a que tenemos una visión limitada de lo que las instituciones son y de cómo funcionan.

La organización burocrática moderna es relativamente nueva. Históricamente, las instituciones son cosas mucho más variadas y valiosas.

En un sentido amplio, una institución es un patrón cultural de reglas y roles, instrumentos, espacios para la creatividad y la acción humanas, que pasa de una generación a la siguiente.

Para que un cambio cultural crezca y persista, éste debe ser institucionalizado, lo que significa que debe formar parte de la fábrica de vida humana a través de un conjunto de patrones que puedan aprenderse y repetirse. Debe poder ser trasmitido más allá de la generación fundadora, a las generaciones que aún no han nacido.

Esa es una de las razones por las que el pueblo de Dios, en la Biblia hebrea es con frecuencia citado como “los hijos de Abraham, de Isaac y de Jacob”. Del mismo modo que sucede con la intervención divina en la historia, un verdadero cambio cultural lleva varias generaciones para que sea completamente asimilado y expresado.

De hecho, las mejores instituciones extienden Shalom –esa rica expresión hebrea que yo parafraseo como “florecimiento integral”- a través del espacio y del tiempo.

COMO EL BASEBALL

20130718-4aTomemos de ejemplo una de mis instituciones favoritas: el juego del baseball. Este es un conjunto de patrones culturales que ha durado por varias generaciones, y que actualmente se juega profesionalmente en varios continentes. Un buen partido de baseball es mental, física y emocionalmente agotador y satisfactorio como puede serlo cualquier esfuerzo humano profundo. Encarna el elemento lúdico y la competitividad que reflejan la creatividad que Dios nos ha dado y la ambición por la excelencia. Es una institución, más grande que cualquier jugador individual.

En sus mejores momentos, las instituciones dan cabida a la diversidad. Una diferencia entre un partido de baseball y un simple juego de pelota en el patio trasero es el rango de posiciones disponibles en la forma totalmente “institucionalizada”. Atajador y lanzador, campo izquierdo o campo derecho, primera base y tercera base –pese a todas sus similitudes, cada una de estas posiciones premia un conjunto ligeramente diferente de habilidades. El resultado son la abundancia y la variedad que Dios intenta para el mundo.

“PARA ESTAR SEGUROS”

Para que un cambio cultural crezca y persista, éste debe ser institucionalizado

Algunas de las instituciones más duraderas en Occidente, y de modo particular dentro del ámbito evangélico, son nuestras universidades. Una universidad emplea y sirve a personas con una amplia gama de talentos -no sólo la aptitud en disciplinas desde la arqueología a la zoología, sino también al personal con talento para la tutoría y la configuración de la vida del campus; los administradores con habilidades estratégicas y para los negocios; estudiantes que forman clubes, comunidades de residentes, y los equipos musicales y deportivos.

La valoración positiva de las instituciones requiere de un párrafo sustancial, “para estar seguros”. Para estar seguros, algunas instituciones sucumben al institucionalismo, existiendo solamente para preservarse a sí mismas, en lugar de aventurarse y arriesgar sus activos al servicio de un florecimiento integral.

Para estar seguros, algunas instituciones se perpetúan y son indulgentes con el pecado y la injusticia.

Algunas de ellas, como por ejemplo la esclavitud, deben ser completamente abolidas.

Y, si se toma en serio el lenguaje bíblico de “principados y potestades”, parece que las instituciones humanas pueden llegar a convertirse en diabólicas y opuestas a los propósitos de Dios.

Fuente: Christianity Today (Editorial) / Andy Crouch | Traducido por Actualidad Evangélica