DESDE EL CORAZÓN

¿Felicidad? ¿Qué es la felicidad?

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20131218-6(José Luis Navajo, 19/12/2013) Demasiado a menudo subestimamos lo que tenemos y agigantamos el valor de lo que nos falta. Tal vez tenga razón quien dijo que la tierra es como un inmenso hospital en el que cada enfermo envidia la cama de su compañero.

Definitivamente hay valores que están muy alterados. Un anciano profesor se dio cuenta de esta circunstancia y quiso enseñar a sus alumnos la importancia de saber priorizar.

- ¿Qué es la felicidad? –les preguntó.

La mayoría mostró un gesto de extrañeza y ninguno acertó a responder.

- Sí –insistió-, ¿qué es la felicidad? –y luego añadió-: esa misma pregunta se la hicieron a dos grupos de personas de características muy distintas. El primero de esos grupos estaba formado por profesionales de distintas disciplinas y sus respuestas fueron las siguientes:
Arquitecto: felicidad es tener proyectos que me permitan ganar mucho dinero.
Ingeniero: mi felicidad es desarrollar sistemas que sean útiles y me reporten grandes beneficios.
Abogado: la felicidad consiste en poder llevar muchos casos que dejen buenas ganancias y tener un BMW.
Médico: felicidad es tener suficientes pacientes y comprarme una casa bien grande y muy bonita.
Atleta: la felicidad es ganar fama y reconocimiento mundial.

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El anciano profesor hizo una pausa al cabo de la cuál añadió:

-Preguntaron entonces al segundo de los grupos: ¿Qué es la felicidad? El perfil de estas personas era muy diferente, y desde luego que también lo fueron sus respuestas:
Preso de por vida: felicidad es caminar libre por las calles.
Ciego: la felicidad sería ver la luz del sol y el rostro de la gente a la que amo.
Sordo: llegaría mi felicidad al poder escuchar el sonido del viento y oír a quienes me hablan.
Mudo: felicidad sería poder decir a mis seres queridos cuánto los amo.
Inválido: la felicidad sería correr por el campo en una mañana soleada.
Persona con enfermedad terminal: felicidad es vivir un día más.
Huérfano: la felicidad llegaría en un abrazo de mi madre y un beso de mi padre.

Volvió a guardar un momento de silencio el anciano profesor, y enseguida selló luego la historia con una frase contundente:

- No midáis la riqueza por el dinero que tenéis, medidla por aquellas cosas que no cambiaríais por dinero.

Se incorporó entonces, dando por terminada su charla, pero, de pronto, se detuvo, se apoyó en su bastón y reflexionó un instante antes de decir:

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- ¿Sabéis lo que más me extraña de la mayoría de los seres humanos? –no aguardó respuesta el anciano, sino que concluyó-: lo que me sorprende es que piensan siempre al revés –debió detectar el desconcierto en el rostro de los estudiantes, pues pasó a matizar-. Sí, creedme, siempre piensan al contrario: tienen prisa por crecer y después suspiran por la infancia perdida. Pierden la salud para tener dinero, y luego pierden el dinero para obtener salud. Miran tan ansiosamente al futuro que descuidan el presente, y así, no viven ni el presente ni el futuro. Viven como si nunca fueran a morir y mueren como si no hubiesen vivido. Dios, a través de la vida, nos regala un millón de cosas cada día. Auténticas maravillas que llegan sutilmente, posándose sobre nosotros con la suavidad de una pluma. Toda una sucesión de milagros ordinarios, que demasiadas veces pasan desapercibidos porque buscamos los extraordinarios. Simplificad hijos, y apreciad lo sencillo, porque ubicados en la plataforma de la sencillez el brillo de las cosas más pequeñas os deslumbrará.

¿Verdad que tiene razón el anciano profesor? Meditando en sus palabras yo concluyo que la verdadera felicidad no radica en tener mucho, sino en apreciar y disfrutar aquello que tenemos.

Autor: José Luis Navajo

© 2013. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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