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Los tercios de la vida

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foto-dani(DANIEL BORES, 22/04/2013)  | Un sábado, algo antes de la hora de la comida, y sobre todo ahora que el sol se deja ver sobre nuestras ciudades, es fácil ver muchas personas tomando el aperitivo en cualquier terraza. Es sencillo ver cuánto tiempo lleva en el bar un grupo de amigos, o una pareja; basta con contar el número de tercios [1] vacíos que hay sobre la mesa.

En la época de los Austrias no era tan sencillo tumbar a un tercio, pero hoy en día cae uno por la crisis, otro por Urdangarín, otro por Mourinho, otro por Boston y otro por las preferentes. Si alguna conversación llega a tratar sobre algo menos “comercial”, entonces es que los tercios que hay sobre la mesa casi ya no caben y va siendo hora de irse a casa, que hay que hacer la comida.

Cambiemos de tercio [2].

Un sábado, algo antes de la hora de la comida, podríamos ver ocho o diez realidades distintas pero muy parecidas: un paciente que le cuenta a su psicólogo que lleva tres años con una depresión por causa de un divorcio; un mendigo en la Calle Mayor que se humilla escribiendo su pobre condición en un cartel de cartón; una mujer que llama al 016 porque acaba de sufrir la vigésima paliza de su marido; una familia que se ha atado a la puerta de la vivienda que acaban de embargarles; un hijo universitario que llora en la sala de espera de urgencias del Ramón y Cajal la muerte por coma etílico de su padre alcohólico; un nigeriano que acaba de ser descubierto agarrado a la rueda de repuesto de un camión en el puerto de Algeciras; una quinceañera buscando a escondidas por internet alguna clínica barata para abortar; un niño que abraza a su profesor de Educación Física porque dice que su padre nunca le abraza…

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Pienso en todo esto y se me ocurre que somos maquilladores profesionales. Aderezamos nuestras relaciones, echamos colorete a nuestras emociones, teñimos nuestros pensamientos y nos damos rímel en cada pestaña de nuestros fracasos.

Cada sábado, algo antes de la hora de la comida, salimos a la calle bien vestidos y duchados. Si hace sol nos ponemos las gafas, agradeciendo que no se vean nuestros ojos llorosos. Sabemos que ese sol que nos calienta en la terracita está en el cielo porque nuestra piel se calienta, pero no porque hayamos mirado hacia arriba. Y es que este es el problema: que entre tercio y tercio, entre pistacho y pistacho, ponemos tantas capas a nuestras miserias que el Cielo ha quedado tan lejos... que no somos ni la mitad de lo que podríamos haber sido.

Menos, ni un tercio.

Autor: Daniel Bores García

[1] El autor hace un juego de palabras con distintas acepciones del adjetivo "tercio", que entre otros significados, según la Real Academia de la Lengua, incluye: "la tercera parte de un litro de cerveza"; o "cada una de las tres partes iguales en que se divide un todo".

[2] "Cambiar de tercio", es una expresión tomada de la jerga taurina. La lidia se divide en tres partes (tercios) en los que se dirime la lucha entre el torero y el toro. La expresión se usa en castellano para indicar un cambio completo de asunto o tema en un relato.

© 2013. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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