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Esperanza para los Indignados

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guillem(GUILLEM CORREA, 31/05/2011) La pregunta, no por recurrente, ha dejado de ser de actualidad: ¿en quién podemos depositar nuestra confianza? El movimiento de los Indignados lo que demuestra, una vez más, es que como seres humanos necesitamos esperanza para sacar nuestra propia vida adelante. Y lo que constata el surgimiento de este movimiento es que una buena parte de nuestra sociedad ha perdido la confianza en el sistema. O dicho de otra manera: no tiene razones objetivas para confiar en que el sistema le dará las respuestas que espera encontrar. Y cuando se pierde la confianza se pierde también la esperanza de poder conseguir lo que se espera conseguir.

Claro que, tal vez, deberían preguntarse en qué fundamentaban su confianza, su esperanza: ¿En las ideologías? ¿En los partidos políticos? ¿En los líderes de estos partidos? ¿En la economía? ¿En la fuerza de su individualismo? ¿En su preparación académica? ¿En el mito de que esta generación podría dominar el mundo? O aún peor: ¿en creer que este mundo era un supermercado donde sólo había que alargar la mano para conseguir lo que desearan?
Otra vez: ¿En quién podemos depositar nuestra confianza?

aev0134La Iglesia, que no es el Reino de Dios sino que es testimonio del Reino de Dios, está llamada a ser portavoz del mensaje de Esperanza que está en Cristo. La Iglesia no es la Esperanza. La Esperanza es Cristo. Pero la Iglesia debe ser portadora, anunciadora, de que la Esperanza es Cristo.

El movimiento de los Indignados nos muestra y nos demuestra, a la Iglesia, que no estamos transmitiendo bien el mensaje de Esperanza que es Cristo. El mundo que nos rodea sólo cree en lo que puede tocar con sus manos y cuando no lo consigue se frustra. La Iglesia, es decir: usted y yo, tenemos que encontrar el valor para decir que los verdaderos valores, los que dan sentido a la vida y los que dan Esperanza a la vida, son aquellos que no podemos tocar con las manos pero podemos experimentar en nuestro corazón.

Claro que la Iglesia debe ser la anticipadora de la Justicia del Reino, claro que debemos comprometernos con aquellos a los que siempre les toca perder y claro que no cabe preguntarnos si tienen o no tienen razón para atender a los heridos de nuestra sociedad. Pero aquí no acaba nuestra responsabilidad.

Cuando la insoportable gravedad de la vida lleva a la gente a la conclusión de que no hay Esperanza, porque no puede llenar sus manos con lo que desea conseguir, a los cristianos se nos abre una oportunidad. La oportunidad de dar testimonio de que la vida es más que lo que tocamos con las manos, la oportunidad de dar testimonio de que, sintiéndonos víctimas con las víctimas, aún vivimos con Esperanza, la oportunidad de dar testimonio de que Cristo nos da la Esperanza que nos niega el mundo que nos rodea.

Tal vez, en este punto, su historia personal el / la lleve a menospreciar la fe de los cristianos. La cuestión no es esa. La cuestión es: ¿por qué no encuentra en esta fe la Esperanza que no encuentra en la falta de respuestas humanas?

Autor: Guillem Correa

© 2011. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.