500 AÑOS DE REFORMA - por Juan Manuel Quero
El Escorial, todo un símbolo de la Contrarreforma
«ESPANHA - Monasterio de El Escorial» / Imgagen disponible aquí.
(JUAN MANUEL QUERO, 12/05/2017) | El Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, todo un monumento de estilo Herreriano, fue declarado desde 1984 Patrimonio de la Humanidad.
Es un emblema arquitectónico por ser tan singular en su género, a pesar de recibir prestaciones estilísticas de otros lugares; tanto es así, que este estilo también es conocido como arquitectura escurialense. Es también representativo de la arquitectura renacentista; pero también lo es de la Contrarreforma, que impulsó de forma especial uno de los Habsburgo más representativos en este sentido, Felipe II. Hay que llamar la atención, que cuando finaliza el Concilio de Trento, (1545-1563), es cuando se inician las obras del Monasterio. El arquitecto principal de esta magnífica obra sería Juan Bautista Toledo, aunque también intervendrían otros, como fueron Giovanni Battista, Juan de Herrera, Juan de Minjares, y Francisco de Mora.
No hay que perder de vista, que en 1561 la capitalidad de España, pasa de Toledo a Madrid, y que será en 1563 cuando se inician las obras, hasta su conclusión en 1584, aunque la basílica del Monasterio se terminara dos años más tarde. Aunque este Monasterio fuese entregado para su gestión a los monjes jerónimos, por decisión del rey Alfonso XII (1885), serán los agustinos quienes lo regentarán, residiendo allí hasta la actualidad. Quizás en este apunte que hacemos, sería bueno recordar que el Reformador Martín Lutero, pertenecía a esta Orden cuando inició todo su trabajo a favor de un cambio, y una vida acorde a la Palabra de Dios, la Biblia. La Historia señala que el motivo principal que movió a Felipe a la construcción del Monasterio, sería su primera victoria como rey, en la Batalla de San Quintín, que precisamente aconteció el día de San Lorenzo (10 de agosto de 1557). Quizás esta fue una importante causa para ello, pero existían otras.
El Monasterio iba a ser un reflejo de la simbiosis obediente de la monarquía católica a los designios de la iglesia, según lo acordado por el Concilio de Trento, para contrarrestar los efectos de la Reforma Protestante, y buscar una fuerte unidad entre la fe y la administración política, la Iglesia y el Estado; una especie de equilibrio entre cesaropapismo y ultramontanismo. Así es que llegaría a ser un buque insignia de la Contrarreforma.
Imagen de dominio público. Disponible aquí. |
La preferencia de Felipe II, según su gusto estético buscaba otros alicientes, pero fue preponderante el estilo trentino respecto a las imágenes y monumentos religiosos, que debían mostrar sobriedad y decoro. El Concilio de Trento reafirmó y promocionó el culto a las reliquias e imágenes de los santos, explicando que esto ayudaría a los hombres, de manera que aquellos que afirmaran que esto es idolatría, y que no crean que los santos intercedan por los hombres en la Tierra, son impíos. Pero, no solamente el Monasterio fue dedicado a San Lorenzo, sino que la escultura del santo lo preside con una parrilla en su mano. La misma planta del plano del edificio tendrá también forma de parrilla. Toda una evocación a San Lorenzo. Cualquiera que observe estos detalles se puede preguntar si no encontramos aquí un guiño amenazante al protestante que es advertido por el fuego de los quemaderos o «parrillas» de la Santa Inquisición, la cual seguiría siendo un instrumento en apogeo en tiempo de la Contrarreforma.
Uno de los propósitos de la construcción del Monasterio, además de los citados, era que fuese lugar de enterramiento de los reyes. En el mismo altar mayor de la basílica pueden observarse los cenotafios; es decir dos grupos de esculturas, que en realidad son monumentos funerarios. El grupo de la izquierda del altar, corresponde a Carlos V y la Emperatriz Isabel de Portugal; detrás están sus hermanas, las reinas María de Hungría y Leonor de Francia y su hija, la emperatriz María. En el lado opuesto a este, en el mismo altar, se encuentra el de Felipe II, que está junto a su cuarta mujer, que además era su sobrina, la reina Ana de Austria, madre de Felipe III. Detrás de Felipe, su primera esposa, María de Portugal. Al lado de ella, su hijo Don Carlos, y la tercera esposa, Isabel de Valois. Estos cenotafios están realizados en bronce dorado y policromado, obra del escultor real, Pompeyo Leoni. Supuestamente, bajo estos tendrían que estar las tumbas de estos reyes, idea original de Felipe II, pero estos quedaron en la «Cripta o Panteón de los Reyes» en un nivel más bajo. La intención de estos reyes era estar en el mismo altar, donde supuestamente, ‒entendían‒, estaría la presencia de Cristo.
Pompeyo Leoni. Cenotafio en bronce dorado de la familia de Felipe II, entre 1591 y 1599 (colocado en 1600). Altar mayor de la basílica de San Lorenzo de El Escorial, Madrid. «Algargos Arte e Historia». Imagen disponible aquí. |
Su disposición genuflexionada, con manos orantes, no solamente era una intención de acercarse a la eternidad de Dios, sino que también entrañaba un mensaje a todos los que lo contemplaban, y siguen observando dicho altar; un fuerte mensaje de fe católica, y de poder monárquico, que buscan la eternidad desde los peldaños de la religiosidad, y que confesaban la importancia de la fe católica, plasmada en suntuosas esculturas. Leoni no hace otra cosa que cumplir el deseo de Felipe II, de expresar una perpetua exaltación de la adoración eucarística, con el que el escultor identificaría así los esfuerzos de Felipe II durante la Contrarreforma.
Todo esto pone de manifiesto que estos reyes invertirían mucho en una fe, que aneja al catolicismo romano, buscaba otra forma de asegurarse un lugar en el Cielo, cerca de Dios. Los símbolos cristianos, como la oración, la cruz, los personajes bíblicos, etc., forman parte de toda esta escenografía que expone un fuerte mensaje de búsqueda espiritual. Incluso, observamos, que en este arrojo de medios religiosos, también se magnifica la importancia de lo intelectual, con la biblioteca del Monasterio, y la forma de exaltar las artes; pero, el problema queda también patente no solamente en la monarquía de los Austrias, sino en tantos que no llegaron a reflexionar sobre la fe sencilla del evangelio, de la Biblia. La salvación no podría adquirirse ni por ritos, ni por esfuerzos religiosos, pues la muerte vicaria de Cristo sería suficiente para salvar a todo aquel que le aceptara como Señor de su vida. El mensaje del pueblo evangélico estaría exento de este tipo de esfuerzos, ya que la Biblia describiría con claridad que Dios no habita en templos hechos por manos humanas, ni quiere esculturas, ni sacrificios, ni holocaustos para ganar su favor; sino simplemente la firme y libre decisión de seguir a Jesús, poniendo en práctica su voluntad como consecuencia de esta nueva vida (Salmo 115; Hechos 17:24; 1ª Samuel 15:22).
«El Monasterio de Prestado». Imagen disponible aquí. |
Curiosa y paradójicamente, muy cerca del Monasterio del Escorial, en la misma villa de El Escorial, se encuentra un humilde edificio, algo más antiguo, se trata del Monasterio de Prestado. Este tiene una curiosa historia, en la que se puede hablar de la casa de un labrador, de un castillo, o de un horno de vidrio; pero algo interesante es que esta fue la residencia del rey Felipe II y de los monjes jerónimos, mientras se ejecutaban las obras del Monasterio de San Lorenzo. La curiosa paradoja aludida, que se da en él, es que desde 1880 forma parte de un proyecto protestante, que actualmente pertenece a la «Fundación Fliedner». Este antiguo edificio se llamó «Casa de Paz», nombre que sigue teniendo en la actualidad. Ha servido como orfanato, albergue, y colegio evangélico, además de prestar otros servicios educativos respecto a la teología protestante, y ser utilizado para otros fines sociales. Además, cerca de este edificio, se da nombre a unas de las calles de la Villa, con la figura de este insigne protestante que dio nombre a la fundación a la que pertenece este «monumento protestante», así como otros complejos constructivos, que también en Madrid forman parte de diferentes colegios evangélicos; hablamos de Federico Fliedner.
Con todo ello se pone de manifiesto, que a pesar de la autoridad de la nobleza y de la monarquía; y de su poder, tanto económico y social como religioso, el testimonio evangélico se sigue manteniendo como esa llama de Fénix que siempre se recupera. En realidad, es mucho más que una llama de Fénix, ya que se trata de un firme testimonio de fe evangélica; esa es la llama del Espíritu de Dios, de la cual habla la Biblia, y que muestra cómo ese Dios, en cuyo nombre se han hecho tantos disparates, sigue dando aliento, recursos, ‒y cómo no‒ esperanza, fe y amor, para que su pueblo prosiga hacia Su meta.
Autor: Juan Manuel Quero
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