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Ingredientes extra en MasterChef

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ESTEBAN-125(ESTEBAN LOZANO, 26/04/2013) Me senté ayer por la noche en el sofá; quería ver un rato MasterChef antes de ir a dormir. Sin mucha intención de verlo hasta el final, la verdad, que al día siguiente el despertador no iba a perdonar. Pero me enganchó. El formato “mola”: quince aficionados con el sueño de vivir de su gran pasión. Y MasterChef es esa plataforma donde convertirlo, paso a paso, en realidad.

Y me enganchó, sobre todo, por Juan Manuel. Un joven, de 25 años, que cuando los prestigiosos jueces le critican un plato, acepta el comentario y no disiente ni pone excusas; que toma buena nota de los consejos, y los agradece; que no va “de sobrao”; que respeta y anima a sus compañeros; que no busca ganar a toda costa. Su actitud contrasta tanto con otros talentosos concursantes de su edad, que llama profundamente la atención. Su primer ingrediente, la humildad.

Ayer, por sus méritos, le toca ser capitán en una prueba con dos equipos. Por sorpresa, a la hora de formar los grupos, cada líder no elegía a sus futuros compañeros sino a los del otro. Un papelón en toda regla. Mientras su rival enviaba al equipo de Juan Manuel, sin pudor alguno, los más mayores y de menos talento, él le ofrecía los mejores. Shock total. Hubo quien pensó que Juan Manuel no había entendido la dinámica. Uno de los jueces, perplejo, le pregunta si estaba seguro de lo que hacía. Momentos después, a solas, el show le entrevista y da sus razones: le sentaba mal que, en otras pruebas, se infravalorara a las personas mayores y, por eso, prefería que estuviesen en su equipo para demostrarles que ellos también valían, que eran capaces de sacar un servicio adelante. Segundo ingrediente: buen corazón, sin búsqueda de aplauso.

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Juan Manuel, concursante de Masterchef

Juan Manuel se puso en riesgo a sí mismo a pesar de que, desde crío, tenía claro que su lugar era la cocina. Un día, sin embargo, la tragedia se cebaba con su familia: su padre, a quien tanto quería y quien le pagaría sus estudios de hostelería, fallecía. Así, los ingresos en casa se reducen y la necesidad de ponerse a trabajar para sacar adelante a su madre, lo obliga a abandonar su sueño. Hasta que MasterChef llama a su puerta…Y ahí estaba ayer, con una estrategia suicida en el tablero. Otro de sus maestros y jueces, alucinado, se pregunta cómo era posible que arriesgara su paso por MasterChef, su sueño, de esa manera. Otra vez a solas, preguntado, Juan Manuel apunta que su padre siempre le enseñó que para conseguir algo en la vida, había que echarle ya sabes qué, y que sabía que se sentiría orgulloso de ver que su propio hijo lideraba a aquellas personas mayores. Ole, ole, y ole. Más tarde, una concursante lloraba de alegría al ver su ejemplo. Tercer ingrediente: atrevimiento a mantener sus principios, sus valores, aunque quizá salga caro.

Manos a la obra. Desde el principio, Juan Manuel pone toda la carne en el asador, intenta sacar lo mejor de cada compañero, y como admiten varios jueces, dirige con criterio, con carácter, con talento, con orden y con disciplina. Hasta el punto de que uno de ellos confiesa que su evolución en pocas semanas había sido mucho mayor que la de otros y que ese día había sido el mejor capitán desde el comienzo de MasterChef. Más aún, añade que se había empezado a ganar su respeto y le garantizaba que su padre estaría muy orgulloso. Cuarto ingrediente: esfuerzo, lucha, fuerza, tesón, actitud; llámalo como quieras.

Al otro lado, pese a todo, los miembros del otro equipo se muestran seguros de la victoria. Y ganan. El equipo perdedor se enfrentaría a la tercera y última prueba de esta ronda; uno de ellos quedaría eliminado. A Juan Manuel, desde entonces, se le veía cabizbajo. Seguro que no le agradaba perder, ni estar al borde del abismo, pero fundamentalmente, se sentía muy afectado porque había puesto en peligro a sus compañeros. Quinto y sexto ingrediente: responsabilidad y empatía.

Quizá no gane el concurso, parece que otros tienen mayor talento natural. Me da lo mismo, yo “voy” con él. Ni he probado sus platos, ni hace falta. Su ejemplo me reta a poner esos mismos ingredientes en práctica en mi propia vida, con la ayuda del Señor, mi maestro supremo. Ojalá todos lo hiciéramos, quizá así no estaba el país como está…

Autor: Esteban Lozano Cillero

© 2013. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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