SILBO APACIBLE
Primero Jesús, después los partidos políticos
GUILLEM CORREA, 11/05/2012 | Cuando mandaban los socialistas en el gobierno de España si dabas apoyo a alguna de sus iniciativas para reconducir la economía eras acusado de fomentar el desgobierno al que nos había llevado Zapatero y de poner obstáculos al relevo político. Por otra parte, si cuestionabas algunas de las decisiones que tomaban, entonces eras acusado de ir en contra del gobierno que estaba tratando de encontrar la mejor solución posible.
Con el gobierno de Rajoy las cosas no han cambiado mucho o incluso han empeorado en este sentido. Si criticas los recortes es porque eres un doctrinario que todavía no has entendido que son la única solución posible. Por el contrario, si pones sobre la mesa la necesidad de recuperar el valor de la sobriedad, que es muy diferente de lo que significa la austeridad, entonces te cuestionan porque no tienes sensibilidad por lo que está pasando a nuestro alrededor.
La conclusión a la que nos lleva esta doble constatación es que quienes nos gobiernan hacen lo que creen que tienen que hacer, o incluso lo que se ven obligados a hacer, y que nuestra comprensión de lo que hacen está condicionada por nuestra mirada ideológica.
Esto es normal y entra en la lógica de lo que cabe esperar. Pero lo que yo creo es que mi lógica cristiana me ha de llevar a tratar de vivir y de encarnar los valores del Reino de Dios por encima de cuál sea mi ideología de derechas, de izquierdas o de centro.
Para mí Jesús, y los valores del Reino de Dios, deben estar por encima de mi ideología y por encima del que voto o dejo de votar. Tengo que saber distanciarme de éste o de aquel partido político para no caer en la trampa de repetir acríticamente lo que dicen.
Me siento llamado a ser la luz del mundo en un mundo que vive a oscuras. Tenemos que ser nosotros, las cristianas y los cristianos, quienes debemos mostrar el camino a seguir en lugar de ser los partidos políticos los que nos digan a las cristianas y los cristianos qué debemos pensar.
Tenemos que aprender a vivir nuestra fe en el momento histórico en que nos ha tocado vivir y ahora nos toca contar, y hacer pedagogía, que hemos de vivir con sobriedad, con la misma sobriedad que éramos convocados a vivir en los tiempos de esplendor.
La sobriedad cristiana no está en función ni de la riqueza de un país ni siquiera de la riqueza personal. La sobriedad cristiana está fundamentada en que somos administradores de lo que Dios nos ha dado y que lo debemos administrar responsablemente. Y esta responsabilidad comienza por vivir con sobriedad.
Pero también los valores del Reino de Dios nos llevan a vivir y a enseñar que debemos promover la justicia y la justicia social. El verdadero ayuno, tal y como enseña la Biblia, no sólo consiste en aprender a abstenernos temporalmente de lo que podemos prescindir, sino en que el nuestro sea un corazón limpio que avale nuestro ayuno: santidad de corazón y de vida.
Es en este tiempo de dolor, de sufrimiento, de desconcierto y de desesperanza cuando la Iglesia tiene que dar su testimonio de Jesús. La vida sólo tiene verdaderamente sentido cuando este sentido lo encontramos en Jesús. Y Jesús nos ha enseñado a llorar con los que lloran para poder abrazarles y hacerles sentir el amor de Dios.
Nosotros, las cristianas y los cristianos, somos los brazos de Dios para hacer llegar su cariño a los demás.
Abracemos con el amor de Jesús a todas las personas que podamos -aunque nuestros abrazos no estén en el programa electoral de los partidos políticos-.
Los partidos hacen su trabajo, son imprescindibles en democracia, pero si nosotros dejamos de abrazar con el amor de Jesús: ¿Quién abrazará por nosotros?
Autor: Guillem Correa Caballé
© 2012. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.
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