ESTEREOTIPOS
No empecemos…
(JORGE FERNÁNDEZ, 02/06/2011) La defensa del pepino español se está convirtiendo en una nueva excusa para volver al museo de tópicos en busca de colecciones de piezas que nos sirvan para regodearnos en nuestros complejos de inferioridad.
Basta con escuchar algunas tertulias radiofónicas para constatar que seguimos sintiéndonos el “patito feo” de Europa. “¡Nos ningunean porque somos españoles!”. “¡Los alemanes están haciendo una gestión desastrosa!”. “¡Nosotros lo hemos bordado! ¡Nuestros controles son mucho mejores!”. "¡Y no nos perdonan que los hayamos eliminado del mundial de fútbol!" (esta última la añade este autor...), etc., etc.
¡Qué se han creído ellos! Señalar a nuestros productos hortofrutícolas, que –ya se sabe- ¡son los mejores DEL MUNDO! ¡Con los mejores controles de calidad DEL MUNDO! Y… bla, bla, bla… “Y porque ya se sabe cómo son los alemanes…, bla, bla, bla…”.
En fin… que ya tenemos el enemigo que necesitábamos para unirnos, si no detrás de una bandera –que eso ya es mucho pedir- al menos que sea detrás del pepino…
Confieso que he estado a punto de llamar a una de esas tertulias esta semana para decirles: “Chicos, por favor… que ya somos grandes…”.
Resulta por demás de cansina esa manía de intentar construir nuestra autoestima colectiva sobre los defectos y los errores de los demás. Una práctica que, además de poco digna, resulta peligrosa, sobre todo cuando la ejercen quienes desde los grandes medios tienen la capacidad de influir en la construcción de la opinión pública.
¿Que es legítimo denunciar los errores cometidos por –en este caso- la Administración alemana? ¡Por supuesto! Pero de allí a restregarle a los alemanes su carácter como pueblo, construyendo o reforzando tópicos, me parece una temeridad. Solo hay UNO con autoridad para juzgar naciones (1). Pero, ¿nosotros? ¿Con qué derecho? Y sin embargo, es lo que estamos escuchando en estos días.
Un día son los británicos, otro día los americanos… y hoy les toca a los alemanes ser la causa de todos nuestros males... ¡Ya nos vale!
Alguien dijo que, la mejor forma de deshacernos de los prejuicios y estereotipos raciales consiste en viajar por el mundo y conocer otras culturas. Claro que, como terapia, esa resulta un poco cara y no está al alcance de todos los bolsillos.
Pero hay formas mucho más económicas, en la España de hoy -cada vez más cosmopolita e ilustrada-, de salir de la burbuja monocultural donde se atrincheran aún muchos de nuestros prejuicios.
Una de esas formas es leyendo la historia, la literatura y la prensa de esos pueblos; o visitando museos, auditorios, etc., donde uno puede admirar sus manifestaciones artísticas… su cultura.
Pero la forma más directa -y desde mi punto de vista la mejor- es trabando amistad con personas pertenecientes a esos pueblos y culturas diferentes a las nuestras. Un apretón de manos, un abrazo, un chiste celebrado juntos, un favor dispensado o recibido, suelen ser suficientes para derribar los muros construidos por miedos y prejuicios ancestrales.
Ya hace tiempo –y a pesar de las Malvinas- que aprendí que no todos los ingleses son como Margaret Tatcher (del mismo modo que no todos los argentinos somos como el dictador Jorge Rafael Videla). Y entre mis mejores amigos cuento a británicos, alemanes y… ¡incluso brasileños! (aunque con estos últimos recuperamos los tópicos “simulados” durante los mundiales de fútbol; de lo contrario sería muy aburrido).
Claro que, si aplicara el criterio inverso, de juzgar por el carácter de mis amigos a TODOS sus paisanos, basado en el cariño y la admiración que ellos me inspiran, seguramente también me estaría equivocando, porque tendría que concluir que TODOS los británicos, americanos, alemanes y brasileños son personas generosas, hospitalarias, simpáticas, honestas, trabajadoras, sensibles, divertidas y ¡cristianos comprometidos! Y... tampoco es eso, ¿no?
Autor: Jorge Fernández Basso
