APRENDER A DESAPRENDER / por JUAN MANUEL QUERO
"En el ámbito de la fe evangélica o protestante, no es aceptada esta práctica; es más, es uno de los puntos importantes contra los cuales luchó la Reforma Protestante del siglo XVI en Europa, pero también en España"

«Confesionario en Iglesia Católica». En la parte central del confesionario se sienta el sacerdote, y en ambos lados, los penitentes pecadores se arrodillan, separados por una rejilla, que quiere ofrecer algo de más intimidad, para confesar y poder recibir la absolución de sus pecados, una vez aplicaba la respectiva penitencia. / Imagen: Pixabay
(JUAN MANUEL QUERO, 03/10/2025) | Muchos de nosotros, en un tiempo de nuestra vida, llegamos a practicar la confesión auricular, algo que fue introducido en el 1215, en el IV Concilio Lateranense. Muy arraigado en el acervo de la fe cristiana, se plantea a lo largo de los siglos, y en la práctica del perdón de los pecados, lo que podríamos llamar la «confesión auricular», para recibir perdón de dichos pecados.
Uno de los sacramentos de la Iglesia Católica hay que recordar que es el de «penitencia». En este sentido se trata de la confesión auricular, donde el sacerdote con el gesto de la mano dirigida al penitente, es muy conocida como iconografía descriptiva de esta práctica.
En el ámbito de la fe evangélica o protestante, no es aceptada esta práctica; es más, es uno de los puntos importantes contra los cuales luchó la Reforma Protestante del siglo XVI en Europa, pero también en España. Veamos algún ejemplo de esta defensa del Siglo XVI en suelo español. Entre los muchos protestantes que podríamos poner como ejemplo, de su rechazo y codena de esta práctica, podemos encontrar a Antonio del Corro, Juan Gil, o Juan Ponce de León, quien introdujo libros que en España estarían prohibidos.
No podemos presentar a todos los reformadores que en España, trataron este tema; pero podemos pensar en el sevillano, Constantino Ponce de la Fuente (1502-1560); hoy reconocido tanto desde de las disciplinas teológicas como históricas y tenido en cuenta en nuestra sociedad, ya que incluso su nombre y escritos constan en numerosos archivos, llevando su nombre diferentes calles de San Clemente (Cuenca), así como de Sevilla[1]. Este sevillano que formaba parque del comunidad «luterana» de Sevilla, llenaba los auditorios de personas que deseaban escuchar sus predicaciones. Se le nombró capellán o confesor real del príncipe Felipe II. Fue uno de pocos escritores protestantes, que pudieron escribir diferentes libros sin salir de España. Al igual que Antonio del Corro y la comunidad reformada de Sevilla, estaría en contra de la confesión auricular. Incluso quien coincide con su apellido, Juan Ponce de León, hizo énfasis muy explícito en no admitir la confesión auricular, por ser contraria a la Biblia. Este último, era un protestante y aristócrata sevillano a quien su propia familia intentó desacreditar y rechazar por sus enseñanzas y fe, para que no manchara el apellido familiar con doctrinas heterodoxas, propias del protestantismo que se extendía.
Juan Ponce de León fue así perseguido, y entre las acusaciones que motivaban la encarcelación y condena por la Santa Inquisición estaría, aquella enseñanza bíblica con la que se identifican los evangélicos: «Algunos de los errores dogmáticos del procesado fueron: […] no creer en la autoridad del Papa ni en la utilidad de la confesión auricular para el perdón de los pecados. Dos años después de ser encarcelado se daba por terminado su proceso, siendo condenado y relajado al brazo secular en el auto de fe del 24 de septiembre de 1559 junto a otros representantes de la heterodoxia sevillana etiquetados como herejes luteranos»[2].
Para los evangélicos la referencia sigue siendo la Biblia y lo que esta enseña. Esta práctica de la confesión auricular y la expiación por medio de penitencias, estaba basada en una ley del Antiguo Testamento. En el día de «Yôm Kippur», el día de la expiación para el pueblo de Israel, se hacían unos sacrificios y el sacerdote llevaba los pecados a la presencia de Dios constituyéndose en un tipo de mediador entre Dios y los hombres. Esto correspondía a la práctica del Antiguo Testamento, es decir, antes de que Jesucristo viniera. Los evangélicos tienen claro en este aspecto que ya no corresponde seguir practicando lo que era para un tiempo determinado.
Según la revelación completa que Dios da en la Biblia en su conjunto escriturario, todo el proceso ritualístico y de expiación era una preparación y enseñanza que apuntaba a Cristo, en quien se cumple todo lo expuesto en la literatura veterotestamentaria de la Biblia (Hebreos 1:1).
Según los evangélicos, el perdón o absolución de nuestros pecados no puede venir detrás de aquellas rejillas de los confesionarios. Tradicionalmente la confesión se hacía pública más que nada para sincerarse y para que los demás pudiesen perdonar el daño que se les hubiere hecho a los hermanos y restablecer las relaciones, pero en relación a Dios solamente en Jesús podemos ser perdonados. Es por ello que los evangélicos no creen en «la confesión auricular» de los pecados, ni en que haya algún tipo de sacerdote, que pueda perdonar nuestros pecados, en nombre de Cristo, o de forma vicaria.
Sólo Jesús, proclaman los evangélicos o protestantes, puede perdonar nuestros pecados, porque Él es el único que es justo y fiel en todo. Su fidelidad y justicia la vemos nuevamente en la cruz. Él, por amor, no nos perdona sin más sino que además muere para que haya justicia en nuestras vidas, «Cristo es el que justifica» (Romanos 8:33-35), es decir, el camino de perdón. Porque solo alguien que no tenga pecado tiene poder para perdonar en este sentido. Él es fiel y extiende su justicia para hoy y para mañana.
Los evangélicos proclaman el Evangelio porque creen que necesitamos sentir el perdón de Dios. Vivir sin Dios, enseñan, es lo que significa pecar y esto nos agota más que si descargamos todos los días un camión de toneladas de patatas. Confesar es ir a Jesús para descansar: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28). Confesar, dicen, que no es decir una lista de pecados solamente, sino admitir que necesitamos a Jesús y que no podemos vivir basados en nuestra propia fuerza.
Hay que luchar contra aquello que daña y que produce pecado en nuestras vidas, pero hemos de hacerlo desde la redención de Cristo y la dirección del Espíritu Santo. Los evangélicos explican que seguir en pos de Jesús es abrir una puerta directa con Dios, donde se puede tener una relación personal con Él sin otro mediador que Cristo, para recibir la absolución o perdón de nuestros pecados: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre si no es por mí» (Juan 14:6)[3].
Así se aconseja tener cuidado con la facilidad con la que se puede dar autoridad descontrolada a individuos, que aprovechan la necesidad y la inquietud de las personas para convertirse en «ungidos» como si tuvieran el poder para absolver de culpas, o para decir lo que es pecado y lo que no lo es sin una base bíblica correcta. Cuidado con aquellos que clasifican los pecados según los intereses de índole cultural, familiar, o institucional.
El llamamiento de las iglesias evangélicas es proclamar el evangelio y ser coherente con esa predicación, viviéndolo y dando así un testimonio de Cristo. Predicar no significa que la iglesia o los líderes absuelvan los pecados, rediman o cambien el corazón de las personas, esto ha de hacerlo Dios mismo. Por ello, el reformador Martín Lutero, ante todo esto, decía: «Nuestro trabajo es llevar el evangelio a los oídos, y Dios lo llevará de los oídos a los corazones».
***
(Este es uno de los 22 temas que se encuentran en el libro publicado recientemente, por Juan Manuel Quero: «Aprender a Desaprender: una cultura diferente»).
*** Notas:
[1] Cf. Manuel Díaz Pineda. Recuperando la memoria: Héroes de la Reforma Española ( Siglo XVI). Salamanca: Editorial Sola Fide, 2021, p. 77.
[2] Jonatán Orozco Cruz. «Juan Ponce de León» En: «La Reforma en Sevilla: un fenómeno olvidado». [Universidad Pablo de Olavide] Disponible en: https://www.upo.es/lareformaensevilla/juan-ponce-de-leon-pp-s-xvi-1559/ [Consultada el 08 de febrero de 2025].
[3] Cf. Juan Manuel Quero Moreno. Vigencias y valores de la Reforma Protestante. Editado en Málaga e impreso en Read On Time, abril 2017, pp. 101-118.
Autor: Juan Manuel Quero Moreno
© 2025. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estrictamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
| Otros Artículos de Juan Manuel Quero |
|---|









