SIN ÁNIMO DE OFENDER / por JORGE FERNÁNDEZ
“Contenidos religiosos creados por la IA consiguen decenas de millones de visitas en las redes y abren la puerta a una nueva forma de religiosidad que plantea interrogantes y desafíos”.

Foto de Igor Omilaev en Unsplash
(JORGE FERNÁNDEZ, 25/09/2025) La irrupción de la inteligencia artificial como generadora de contenidos religiosos plantea un dilema que va más allá de la mera curiosidad tecnológica: ¿podemos “orar o tener comunión espiritual con un robot”?
En un reportaje publicado este martes en EL PAÍS con el título, “¿Rezar con una máquina? La inteligencia artificial empieza a creer en Dios”, se describen vídeos virales donde los pasajes bíblicos se narran mediante voces robóticas, mezclando estética infantil, personajes modernos e interpretaciones libres.
A favor de esta innovación se esgrimen argumentos de alcance y accesibilidad. El teólogo jesuita Juan Antonio Estrada sostiene que estas creaciones pueden “acercar la Biblia a las personas” y servir como herramientas pedagógicas. En un mundo saturado por pantallas y redes sociales, el uso de formatos digitales llamativos puede reavivar el interés entre quienes se sienten alejados de discursos religiosos tradicionales. Del mismo modo, para personas que viven en entornos donde la religión organizada tiene poca presencia, estos contenidos pueden constituir un punto de acceso espiritual alternativo.
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Resulta difícil no inquietarse ante la imagen distópica de una iglesia artificial integrada por cristianos artificiales, que adoran a un dios artificial y viven y comparten una espiritualidad artificial en una comunidad artificial. |
En contra, las críticas son contundentes. Para el filósofo israelí Nir Eisikovits, la estética audiovisual sacrifica la lógica y el sentido profundo: convierte la religión en entretenimiento efímero más que en experiencia transformadora. La socióloga zaragozana Tatiana Íñiguez denuncia que la descontextualización y la simplificación omiten matices históricos y culturales esenciales. Además, existe un riesgo real de sesgo: quien programe la IA decide qué queda fuera, y esas omisiones pueden sesgar el mensaje religioso hacia versiones cómodas o comerciales.
Este choque inevitable entre lo digital y lo sagrado puede afectar la práctica religiosa tradicional en varios sentidos. Primero, podría desplazar la autoridad de los líderes espirituales: si una IA puede “interpretar” versículos, ¿qué papel juega el sacerdote, pastor o imán? Segundo, se corre el riesgo de fragmentar la comunidad: creyentes consultando múltiples versiones digitales podrían divergir más en interpretación que cohesionarse. Y tercero, la experiencia intimista y corporal del ritual —oración y alabanza en comunidad, silencio, ceremonia presencial— puede verse relegada, perdiendo su poder simbólico frente al estímulo visual inmediato.
La ética en juego
El fenómeno no solo plantea preguntas tecnológicas, sino también éticas profundas. Sin un marco regulador, advierten los especialistas, la IA puede distorsionar la cultura y propagar interpretaciones sesgadas con apariencia de legitimidad. Eisikovits cuestiona: “¿Cómo afectan estos contenidos a nuestra capacidad de acceder a información verdadera? ¿Cuáles de nuestras capacidades fortalecen y cuáles debilitan?” Si consideramos que las iglesias e instituciones religiosas aportamos a la vida social, deberíamos implicarnos en este debate. Estrada concluye con una advertencia clara: sin ética, la espiritualidad digital podría convertirse en un simple consumo rápido y superficial, con el riesgo de terminar en un desastre cultural y espiritual.
Los expertos nos advierten, pues, sobre los desafíos sociales, éticos y espirituales de la irrupción de la IA en el terreno religioso. Al reflexionar sobre ello, resulta difícil no inquietarse ante la imagen distópica de una iglesia artificial integrada por cristianos artificiales, que adoran a un dios artificial y viven y comparten una espiritualidad artificial en una comunidad artificial.
Ante ese panorama, conviene recordar que para protegernos de los efectos negativos de la IA, además de la ética, podemos contar con el efecto luminoso de la IE —“inteligencia espiritual”—, tal como el apóstol Pablo nos recuerda, con sus oraciones:
“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1:9-10)
Que así sea.
Autor: Jorge Fernández - Madrid, 25 de septiembre de 2025.-
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